¿Defensa propia o criminal? – 1 de septiembre 2016

Siempre digo que nuestro trabajo está lleno de dilemas éticos que nos interpelan todos los días. Yo utilizo una fórmula que me sirve para equivocarme lo menos posible. Trato de contar los hechos con la máxima rigurosidad posible, pero parado en el lugar de las víctimas, y nunca de los victimarios. ¿Se entiende? Cuento la mayor verdad posible desde el plano informativo pero con la mirada del que sufrió el hecho, desde el plano de la ética profesional y personal.
En este caso terrible pasa lo mismo. Me pongo en el lugar del doctor Lino Villar Cataldo.
Ya se había mudado por el nivel de inseguridad que existe en Loma Hermosa, partido de San Martín. Pero en ese lugar quedó el consultorio y arriba, en otro piso, vivían dos de sus 5 hijos. La noche macabra, el médico salía de trabajar con rumbo a la cena familiar. Dejó su pistola 9 milímetros en un cantero mientras sacaba su Toyota Corolla. Un delincuente de 24 años lo tiró al suelo de un culatazo en la cabeza, amenazó con matarlo con un pistolón y una vez en el auto hizo marcha atrás y con la rueda delantera izquierda pisó ambas piernas del doctor que estaba tirado en el asfalto. Pese al dolor, el doctor Villar se arrastró hasta el cantero y con su Bersa le metió cuatro balazos al ladrón que, arma en la mano, le dijo en cuatro ocasiones, “te voy a matar hijo de puta”. El pistolón del pistolero estaba descargado y sin gatillo. Pero eso el doctor no lo sabía. El muerto tenía 24 años, una hija de 5 y una historia delictiva en varias causas. Encima vivía a pocas cuadras del lugar. Eran vecinos.
Resulta que la víctima ahora es triplemente víctima. Primero porque nunca más será el mismo después de haber matado a una persona. No se vuelve fácil de ese lugar sin pasar por pesadillas, culpas terribles y hasta insomnios prolongados. Nunca es gratis matar a una persona y mucho menos para quien dedicó toda su vida a salvar vidas. La víctima de robo a mano armada y con violencia además, hoy siente vergüenza y mucho miedo. El mismo pánico que tuvo cuando le robaron el auto y amenazaron con matarlo. Pero esta vez tiene miedo que maten a sus hijos. El hermano del delincuente abatido ya lo amenazó fuertemente por las redes sociales: “Ese gil va a pagar lágrima por lágrima”. Es increíble como cambió la vida del doctor Villar. Su familia abandonó su domicilio. Temen una represalia feroz o directamente que le quemen la casa con ellos adentro. Lo único que hizo fue defenderse de un ataque brutal. Y sigue siendo víctima de una justicia que todavía duda si fue en defensa propia o no. Si se excedió o no en su intento de que no lo asesinen. ¿Quién es capaz de juzgar eso? ¿Cuáles son los parámetros para medir si su reacción fue desproporcionada o no? ¿Quién sabe el miedo, el terror y el odio que se le despierta a una persona cuando es golpeado y amenazado de muerte con arma? Una bala era suficiente. ¿Dos Balas? ¿Debería haberle tirado a los pies como dijo la madre del delincuente? Resulta que ahora la sospecha está sobre el médico atacado. Resulta que ahora él está en el banquillo de los acusados y tiene que dar explicaciones.
Es un tema muy delicado y complejo. Yo estoy absolutamente en contra de la justicia por mano propia y de que la gente se arme para garantizar la seguridad que le tiene que garantizar el estado. Pero tampoco creo que haya que enseñarse con la persona decente y honrada que se defendió de un ataque feroz e inesperado. ¿Quién sabe cómo va a reaccionar en una situación tan violenta?
Yo sé que a las armas las carga el diablo y ya se sabe quién la descarga. Todos los estudios científicos de todos los países del mundo sin excepción demuestran que si una persona tiene armas en su casa hay más posibilidades de que los delincuentes lo asesinen.
Por eso es una verdadero despropósito que algunos irresponsables fomenten esa idea nefasta de que una familia debe armarse para garantizar su propia seguridad. Ojo con la chantada demagógica propia de dirigentes rústicos y derechistas.
Hoy me quiero detener en la intención de alentar con todas mis fuerzas el desarme civil. Las armas no pueden estar en manos de los ciudadanos pacíficos. Los estados civilizados le dan el monopolio de las armas a fuerzas profesionales para que los defiendan de los delincuentes y criminales. Soy consciente que el estado no hace todo lo que debería hacer. Que en muchos casos lo hace tarde y mal. Pero hay que luchar, reclamar, exigir y movilizar para que los estados nacionales, provinciales y municipales nos brinden una mejor protección a nosotros y a nuestras familias. Pero un padre o un hijo no pueden reemplazar al estado y tener una pistola debajo de la almohada.
Comprendo que el miedo y la desconfianza en las autoridades políticas y en la propia policía empujo a mucha gente honesta a tener un arma o varias en su casa.
Lo entiendo pero no lo justifico bajo ningún punto de vista. Tener un arma, siempre es mucho más peligroso para la víctima del hecho delictivo. Siempre hay más posibilidades de que salga herido o muerto alguien de la familia asaltada. Por varios motivos, pero uno fundamental: los profesionales en la utilización del arma son los delincuentes. Los ladrones y criminales andan todo el día con armas y las manejan mucho mejor que el mejor de los civiles aunque de vez en cuando vaya a practicar al tiro federal.
Además, cuando el delincuente descubre un arma se enloquece mucho más todavía y multiplica su odio y sinrazón. Es como un tiburón que huele sangre. Esa persona está dispuesta a todo. Su vida no vale nada. Está jugado, como dicen en su jerga. ¿Se entiende?
Las estadísticas son letales en esto. La cantidad de accidentes donde un padre mata a un hijo que se cruzó o al tío que vino a una hora inesperada o porque directamente se le escapó un tiro son increíbles.
Yo sé que es difícil en estos momentos explicar esto. Que mucha gente tiene una escopeta en el ropero y eso le permite dormir mucho más tranquilo. Pero es un autoengaño. Una película de Rambo que proyectamos en nuestra conciencia pero que pone en mayor peligro a toda la familia. Necesitamos mucha mayor seguridad. De eso no hay duda. Hay que exigirla a gritos a las autoridades. Pero la responsabilidad de cuidarnos es del Estado. Para eso pagamos los impuestos y por eso una sociedad democrática delega esa tarea. Hay que decirle adiós a las armas. Una sociedad con menos armas es una sociedad donde hay menos muertes. No tenga duda. La presencia de un arma en una casa triplica las posibilidades de que haya un homicidio. El 50% de los disparos accidentales que afectan a los chicos ocurren en la propia casa de la víctima. Y el 38% en la casa de amigos o familiares. Es de terror.
Un suicidio social en cuotas. La mitad de las armas que hay en Argentina están en manos de gente que no tiene la menor idea de cómo se manejan o que alguna vez tiró algún tiro en el campo. Por eso el tiro siempre sale por la culata. Aunque maten al delincuente ya no podrán vivir con esa carga. El doctor Villar está arrepentido y no para de llorar. Se quiere ir del país. Y le pidió perdón a la madre del delincuente. No les haga caso a los demagogos y oportunistas. No caiga en la locura de la justicia por mano propia. No se convierta en lo que combatimos. Hay que educar a nuestros hijos para la paz y no para la guerra. Si el diablo no carga las armas, nadie debe cargarlas. La vida no vale nada pero nada vale una vida.