El balance del año que termina es brutalmente negativo para el oficialismo.
Y en consecuencia, es muy doloroso para todos los ciudadanos que padecemos esa pésima gestión.
Es el peor año del peor gobierno desde el regreso de la democracia. Es muy difícil encontrar una virtud. Y es muy fácil hacer una lista de todas las barbaridades a las que sometieron al país. Le confieso que, por momentos, me digo que no debería sorprenderme. Que es lógico lo que pasa si tenemos en cuenta quienes son los personajes nefastos que nos gobiernan. ¿Qué se podía esperar de un Alberto Fernández reducido a la servidumbre por Cristina que demostró ser un inútil para todo servicio? Claramente es el peor presidente que hemos tenido.
¿Qué se podía esperar de la reina Cristina, la mujer que más daño le hizo a la Argentina y la que todavía tienen posibilidades de hacerle más daño aún?
Su desesperación por lograr la impunidad que no logró, la llevó a cometer todo tipo de atropellos. Su voracidad por el poder y el dinero la instaló como una millonaria que robó una fortuna colosal pero que, aun así, reclama 175 millones de jubilaciones de privilegio retroactivas, pese a que cobra hoy alrededor de 7 millones mensuales. Le recuerdo que el 75% de los jubilados cobra 50 mil pesos? Son cifras pornográficas que provocan a la gente y que demuestran que Cristina no tiene vergüenza, pudor ni escrúpulos.
¿Qué se puede esperar de un ministro de Economía como Sergio Massa que es el campeón mundial de la mentira? Un panqueque que fue capaz de prometer que jamás iba a transar con el kirchnerismo o que iba a meter presos a los corruptos y que iba a barrer a los ñoquis de La Cámpora. No solamente no los barrió a los ñoquis, puso una fábrica de pastas en sociedad con Máximo Kirchner, el príncipe heredero al que no le da la nafta ni para presidir el consorcio de su edificio. De hecho, ya aparecieron pintadas en el Conurbano que dicen: “El peronismo no es hereditario”. Máximo no participó ni de los actos de su madre, está borrado y algunos dicen que en cualquier momento tira la toalla y se retira.
Hubo dos grandes noticias en este año. Alegrías para las mayorías nacionales. En ambas el gobierno estuvo parado en la otra vereda. La consagración de la selección argentina de fútbol como campeona mundial en Qatar y la decisión de sus jugadores de que no haya una sola foto de Messi ni de los muchachos con Alberto, Cristina, Massa, Wado o Máximo. No fue una casualidad. Fue una decisión de los jugadores que movilizaron en los festejos la multitud más grande de la historia argentina, a pesar del gobierno.
La otra gran noticia fue directamente en contra del gobierno. Hablo de la condena de Cristina. Otro hecho histórico de ese 2022 que se está yendo con más pena que gloria. Cristina condenada por ladrona es una satisfacción para toda la gente decente y un llamado de atención para los políticos que se enriquecieron con los dineros del pueblo. Es un Nunca Más a la mega corrupción de estado y a la cleptocracia que instalaron los Kirchner.
En estos últimos días, el cuarto gobierno kirchnerista aceleró la cuesta abajo en su rodada. Perdió todo tipo de olfato político y radicalizó sus posturas poniendo al estado de derecho al borde del abismo institucional. Le resumo los últimos acontecimientos.
Leopoldo Moreau, fue el candidato a presidente del radicalismo que sacó el 2% de los votos y lo llevó a la peor hecatombe electoral de la historia. Ahora es un cadete de Cristina. Es el que lleva los mensajes. A través de Twitter le ordenó a Alberto Fernández que hiciera una cadena nacional para denunciar un encuentro en Lago Escondido entre funcionarios del Pro, jueces y directivos de Clarín. Y Alberto, obediente, hizo esa tontera.
El Cuervo Larroque y otros marginales de la política piquetera, le exigieron por las redes sociales a Alberto que indultara a la delincuente con condena firme de Milagro Sala. Y Alberto, todavía, por ahora, no lo hizo. Dijo que la Constitución se lo prohíbe, cosa que es rigurosamente cierta. Y digo por ahora porque Alberto, como dijo Cristina es el jefe de la agrupación “Amague y recule”. En cualquier momento se produce el milagro y la da una satisfacción a su jefa y a la delincuente jujeña.
Otro talibán cristinista, el señor feudal del Chaco, el gobernador Jorge Capitanich, le ordenó a Alberto (también por encargo de Cristina Elisabet) que no acatara el fallo de la Corte Suprema. Y Alberto, obediente, hizo esa locura que lo puede llevar a la cárcel o a recorrer los tribunales, acusado de traición a la patria, de golpismo y de alzamiento contra la Constitución. Después reculó a medias, inventó el tema de los bonos, de reformular el presupuesto y aumentar impuestos pero lo cierto es que hoy el presidente está cometiendo el delito de desobediencia. Todavía no pagó un peso pero puso su cabeza para quedar como jefe de esta sublevación contra la división de poderes.
Como si todo esto fuera poco, otra vez Moreau, le ordenó a Alberto que le hiciera juicio político a la Corte. Otra colosal locura. No le dan los números para semejante patoteada, pero el objetivo es intimidar a jueces y fiscales.
El cristinismo entró en la etapa que Miguel Wiñazky bautizó como “populismo siquiátrico”. Están parados sobre arenas movedizas y por eso cada vez que se mueven, se entierran más todavía. Los números son aterradores. 50% de pobreza, 95% de inflación y un nivel de inseguridad terrible que se potencia con la mirada cómplice y siempre del lado de los delincuentes de todo tipo. De Cristina o De Vido, ladrones de estado. De Maduro o Daniel Ortega, ladrones y tiranos. De Grabois y los falsos mapuches, usurpadores de la propiedad privada. De los criminales narcos o marginales que roban o matan por unos pesos o por un celular. Este gobierno de chantas y no de científicos instaló el peor de los mensajes: nada se consigue con sacrificio y mérito y todos los delincuentes son amigos del gobierno. Estamos en el horno. La única esperanza son los millones de ciudadanos honrados que trabajan de sol a sol y estudian y tienen la gran posibilidad de sepultar políticamente al chavismo cristinista en las urnas. De nosotros depende. Ojalá tengamos un año feliz para nuestro pueblo y para nuestro futuro republicano. Brindo por eso.
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El peor año nuevo de Cristina – 29 de diciembre 2022
Cristina Fernández de Kirchner está terminando el peor año de su vida política. Y como si esto fuera poco, a la condenada vice presidenta le espera un 2023 mucho más complejo todavía. Todo es retroceso y achicamiento para Cristina. No logró ni siquiera que la justicia detuviera a tres integrantes del repudiable y nefasto grupo denominado “Revolución Federal”. Ni que se allanara la casa de su íntima enemiga y vecina del departamento de Recoleta.
Pero lo que la llena de furia es que fue condenada a 6 años de prisión, con inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. Y eso quedará grabado a fuego en la historia de su vida.
Ese fue el hecho político más importante del año. Cristina, condenada por ladrona. Por eso, Cristina está más autoritaria, mentirosa e irracional que nunca.
Seguramente el fallo será apelado y deberá superar dos instancias para quedar firme. Primero la Cámara de Casación Penal y luego la Corte Suprema de Justicia. Los tiempos procesales indican que Cristina, en las próximas elecciones, estará en libertad y en condiciones de ser candidata a presidenta si ella quiere. Por lo tanto no está proscripta para nada. Es un invento para victimizarse. Si no es candidata es por su propia decisión.
Sus talibanes llegaron a decir que el “odio generado” por el fiscal Diego Luciani, finalmente se expresó en el energúmeno que intentó asesinar a Cristina. Y que los medios y algunos periodistas también generan el odio que cargó la pistola Bersa. También en este punto es todo lo contrario. Un sector de los medios de comunicación y del periodismo independiente lo que trata de hacer, es iluminar siempre las zonas oscuras del poder (de todos los poderes) donde florece la corrupción de estado. La prensa profesional trata de denunciar los avances autoritarios de un cristinismo que cada día se parece más a un nacional populismo chavista.
Diego Sebastián Luciani es el gran personaje del año 2022.
Entró en la historia porque fue el principal protagonista del juicio más importante de todos los tiempos después del juicio a las juntas militares que condenaron al terrorismo de estado. Su temple y su carisma comunicacional impactaron muy fuerte a la hora de pedir semejante condena para Cristina Fernández de Kirchner, la dos veces presidenta y actual vice. No solamente solicitó al tribunal 12 años de cárcel para la reina del Calafate, también pidió su inhabilitación de por vida para ejercer cargos públicos y que devuelvan la montaña de dinero que robaron desde el estado.
Los más prudentes hablan de que, solo en esta causa, se llevaron a su casa más de 2.500 millones de dólares de todos los argentinos. Le puso una bisagra a la mega corrupción de estado. Nadie puede comparar a un criminal de lesa humanidad como Jorge Videla con Cristina. Sería un despropósito. Pero es cierto que ambos juicios tienen un denominador común en las palabras del Nunca Más que abrieron una nueva etapa en la Argentina.
El venerable fiscal Julio César Strassera lo dijo por el Nunca Más a los golpes de estado y a las dictaduras militares. Fue una puerta que se abrió a la democracia para siempre.
Y el fiscal Luciani con su Nunca Más a la mega corrupción de estado y al enriquecimiento ilícito mafioso, despejó el camino para que los funcionarios gobiernen con la ética de la honestidad.
El robo del siglo de los Kirchner será
material de estudio en las universidades.
La cleptocracia instalada primero por Néstor y luego por Cristina y Máximo, quedó desnuda en su metodología perversa.
No podemos olvidar que la Constitución Nacional, en su artículo 36, iguala a los delitos de mega corrupción en el estado con los atentados al sistema democrático.
Ella había gritado a los cuatro vientos que “la historia ya la había absuelto”.
Eso, por ahora, es incomprobable. Sospecho que ni la historia ni el pueblo argentino la absolverá. Y que la justicia, que jamás violó ninguna de sus garantías, finalmente, la condenará con todas las de la ley y en todas las instancias. Repito que la diputada cívica Paula Oliveto dio en la tecla y la palabra adecuada: cobardía. Esa es la actitud de Cristina. Tiene pánico de presentarse como candidata a presidenta y sacar muy pocos votos e incluso terminar en el tercer lugar. Ese sería el final del relato. El certificado de defunción de su carrera política. La carroza se convertiría en calabaza y la reina Cristina quedaría desnuda en sus mentiras, estafas y autoritarismos. Si la furia de la derrota de Scioli no le permitió entregarle el bastón y la banda a Mauricio Macri, se pueden imaginar que ocurriría si ella perdiera los comicios encabezando la boleta electoral. Se apagaría su estrella y su guardia de hierro, La Cámpora quedaría reducida a una agrupación más de la izquierda jurásica y testimonial. El peronismo huiría de su lado y la candidata condenada y derrotada en las urnas pasaría a ser una dirigente jubilada con muchos millones del privilegio y la corrupción de estado.
Ese es el miedo de Cristina. Sabe que el cristinismo chavista va a recibir una paliza electoral. Y no quiere poner la cara ni el cuerpo. Por eso miente en forma descarada. Por eso nos dice falsedades en nuestra cara como si fuéramos tontos. Exhibe todo su cinismo e hipocresía. Se dice perseguida y proscripta. Y nada de eso es cierto. Por todo esto y mucho más, Cristina está en el peor año nuevo de su vida.
Esto es peligroso institucionalmente
porque Cristina todavía tiene un alto poder de daño. Es una fiera herida y acorralada. Por lo tanto sus zarpazos autoritarios pueden provocar un golpe institucional que ya está en marcha.
Nadie puede bajar los brazos.
La peligrosa cobardía de Cristina – 28 de diciembre 2022
La diputada cívica Paula Oliveto dio en la tecla y la palabra adecuada: cobardía. Esa es la actitud de Cristina. Tiene pánico de presentarse como candidata a presidenta y sacar muy pocos votos e incluso terminar en el tercer lugar. Ese sería el final del relato. El certificado de defunción de su carrera política. La carroza se convertiría en calabaza y la reina Cristina quedaría desnuda en sus mentiras, estafas y autoritarismos. Si la furia de la derrota de Scioli no le permitió entregarle el bastón y la banda a Mauricio Macri, se pueden imaginar que ocurriría si ella perdiera los comicios encabezando la boleta electoral. Se apagaría su estrella y su guardia de hierro, La Cámpora quedaría reducida a una agrupación más de la izquierda jurásica y testimonial. El peronismo huiría de su lado y la candidata condenada y derrotada en las urnas pasaría a ser una dirigente jubilada con muchos millones del privilegio y la corrupción de estado.
Ese es el miedo de Cristina. Sabe que el cristinismo chavista va a recibir una paliza electoral. Y no quiere poner la cara ni el cuerpo. Por eso miente en forma descarada. Por eso nos dice falsedades en nuestra cara como si fuéramos tontos.
Ayer se victimizó una vez más y dijo que no renunció a una candidatura ni se autoexcluyó. Estoy proscripta, gritó, mientras le crecía la nariz de Pinocho.
No se le movió un músculo con semejante cinismo e hipocresía. Reculó en chancletas porque comprobó en pocos días que su renuncia había sido letal en todas las encuestas tanto para ella como para sus talibanes. Pero todos vimos como lo dijo, cuándo se transformó en una caricatura de sí misma.
Tenía razón Carlos Ruckauf cuando dijo que Cristina no había renunciado a ninguna candidatura, que había renunciado a una derrota segura.
Esto es peligroso institucionalmente porque Cristina todavía tiene un alto poder de daño. Es una fiera herida y acorralada. Por lo tanto sus zarpazos autoritarios pueden provocar un golpe institucional que ya está en marcha con la instalación de la justicia por mano propia que evidenciaron desde Alberto Fernández hasta el ridículo guevarista tardío, Juan Grabois.
Alberto, vaciado de toda credibilidad, se hizo el guapo demagogo en Santiago del Estero, y aseguró que está dispuesto a pelearse con los jueces pero no con el pueblo.
Y como si esto fuera poco, retomó la idea de Cristina de que esta ciudad de Buenos Aires opulenta y llena de helechos y subtes, es culpable de que no haya agua en las provincias donde el feudalismo gobierna hace años con un clientelismo esclavizante.
Mientras tanto, va camino a convertirse en el primer presidente que no cumple un fallo de la Corte Suprema. Recorrerá los tribunales, acusado de delitos gravísimos como traición a la patria, sedición y atentado y alzamiento contra el estado de derecho.
Alberto debería probar con gobernar, con generar las condiciones para que haya más inversión productiva, más trabajo privado e inclusivo y menos planes en las provincias más necesitadas. Pero robarle fondos de la coparticipación a la Ciudad en la que vive para que Axel Kicillof los dilapide llenando de empleados públicos y militantes el estado provincial, es un despropósito mayúsculo. Un manotazo autoritario en el bolsillo de los porteños no es el camino. Eso es justicia por mano propia, ilegalidad estatal que puede generar que otros sectores hagan lo mismo. Y entraríamos en una crisis institucional que pondría las libertades y la democracia al borde del abismo. Eso es lo peligroso de la cobardía de Cristina. Que fomenta que todos respeten solamente los fallos que los favorezcan. Eso es anarquía y desintegración social. Lo contrario a: “dentro de la ley, todo. Fuera de la ley, nada”.
Ese caos que espanta inversiones y nos coloca junto a las tiranías de la región, incita a no respetar ninguna norma. Ese “cachivache de pacotilla”, (Aníbal dixit) de Juan Grabois se convirtió en un personaje que repite la historia, primero como tragedia y luego, actualmente, como comedia o farsa. Así lo planteó el mismísimo Karl Marx. Fue patético ver y escuchar a Grabois tratando de convencer a los trabajadores de Joe Lewis que el inglés los odia en una apolillada versión de la lucha de clases.
La violación de la propiedad privada solo hizo que los laburantes lo rechazaran y los enfrentaran. Grabois quiso hacer justicia por mano propia acompañado de un diputado y de una armada Brancaleone. El argentino más querido y protegido por el Papa Francisco sigue haciendo papelones y hundiendo más al gobierno. No representa a nadie y quiere representar a todos. Quiere conquistar al mar de la igualdad pero se ahoga en un vaso de agua. Por eso hoy mismo se retiró del lugar vociferando que volverá cuantas veces sea necesario.
Grabois es un símbolo de la cultura chavista que pretende instalar Cristina y su banda. Por momentos dan pena por su “populismo psiquiátrico” como dijo Miguel Wiñazky. Pero son peligrosos porque en su desesperación por el vacío que le hacen las grandes mayorías, son capaces de patear el tablero de la democracia y la paz social. Que nadie se engañe: Cristina, Alberto y Grabois no son unos simpáticos transgresores. Son cobardes peligrosos que están dispuestos a todo para salvar sus privilegios. Así nos va.