Cristina Fernández de Kirchner está terminando el peor año de su vida política. Y como si esto fuera poco, a la condenada vice presidenta le espera un 2023 mucho más complejo todavía. Todo es retroceso y achicamiento para Cristina. No logró ni siquiera que la justicia detuviera a tres integrantes del repudiable y nefasto grupo denominado “Revolución Federal”. Ni que se allanara la casa de su íntima enemiga y vecina del departamento de Recoleta.
Pero lo que la llena de furia es que fue condenada a 6 años de prisión, con inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. Y eso quedará grabado a fuego en la historia de su vida.
Ese fue el hecho político más importante del año. Cristina, condenada por ladrona. Por eso, Cristina está más autoritaria, mentirosa e irracional que nunca.
Seguramente el fallo será apelado y deberá superar dos instancias para quedar firme. Primero la Cámara de Casación Penal y luego la Corte Suprema de Justicia. Los tiempos procesales indican que Cristina, en las próximas elecciones, estará en libertad y en condiciones de ser candidata a presidenta si ella quiere. Por lo tanto no está proscripta para nada. Es un invento para victimizarse. Si no es candidata es por su propia decisión.
Sus talibanes llegaron a decir que el “odio generado” por el fiscal Diego Luciani, finalmente se expresó en el energúmeno que intentó asesinar a Cristina. Y que los medios y algunos periodistas también generan el odio que cargó la pistola Bersa. También en este punto es todo lo contrario. Un sector de los medios de comunicación y del periodismo independiente lo que trata de hacer, es iluminar siempre las zonas oscuras del poder (de todos los poderes) donde florece la corrupción de estado. La prensa profesional trata de denunciar los avances autoritarios de un cristinismo que cada día se parece más a un nacional populismo chavista.
Diego Sebastián Luciani es el gran personaje del año 2022.
Entró en la historia porque fue el principal protagonista del juicio más importante de todos los tiempos después del juicio a las juntas militares que condenaron al terrorismo de estado. Su temple y su carisma comunicacional impactaron muy fuerte a la hora de pedir semejante condena para Cristina Fernández de Kirchner, la dos veces presidenta y actual vice. No solamente solicitó al tribunal 12 años de cárcel para la reina del Calafate, también pidió su inhabilitación de por vida para ejercer cargos públicos y que devuelvan la montaña de dinero que robaron desde el estado.
Los más prudentes hablan de que, solo en esta causa, se llevaron a su casa más de 2.500 millones de dólares de todos los argentinos. Le puso una bisagra a la mega corrupción de estado. Nadie puede comparar a un criminal de lesa humanidad como Jorge Videla con Cristina. Sería un despropósito. Pero es cierto que ambos juicios tienen un denominador común en las palabras del Nunca Más que abrieron una nueva etapa en la Argentina.
El venerable fiscal Julio César Strassera lo dijo por el Nunca Más a los golpes de estado y a las dictaduras militares. Fue una puerta que se abrió a la democracia para siempre.
Y el fiscal Luciani con su Nunca Más a la mega corrupción de estado y al enriquecimiento ilícito mafioso, despejó el camino para que los funcionarios gobiernen con la ética de la honestidad.
El robo del siglo de los Kirchner será
material de estudio en las universidades.
La cleptocracia instalada primero por Néstor y luego por Cristina y Máximo, quedó desnuda en su metodología perversa.
No podemos olvidar que la Constitución Nacional, en su artículo 36, iguala a los delitos de mega corrupción en el estado con los atentados al sistema democrático.
Ella había gritado a los cuatro vientos que “la historia ya la había absuelto”.
Eso, por ahora, es incomprobable. Sospecho que ni la historia ni el pueblo argentino la absolverá. Y que la justicia, que jamás violó ninguna de sus garantías, finalmente, la condenará con todas las de la ley y en todas las instancias. Repito que la diputada cívica Paula Oliveto dio en la tecla y la palabra adecuada: cobardía. Esa es la actitud de Cristina. Tiene pánico de presentarse como candidata a presidenta y sacar muy pocos votos e incluso terminar en el tercer lugar. Ese sería el final del relato. El certificado de defunción de su carrera política. La carroza se convertiría en calabaza y la reina Cristina quedaría desnuda en sus mentiras, estafas y autoritarismos. Si la furia de la derrota de Scioli no le permitió entregarle el bastón y la banda a Mauricio Macri, se pueden imaginar que ocurriría si ella perdiera los comicios encabezando la boleta electoral. Se apagaría su estrella y su guardia de hierro, La Cámpora quedaría reducida a una agrupación más de la izquierda jurásica y testimonial. El peronismo huiría de su lado y la candidata condenada y derrotada en las urnas pasaría a ser una dirigente jubilada con muchos millones del privilegio y la corrupción de estado.
Ese es el miedo de Cristina. Sabe que el cristinismo chavista va a recibir una paliza electoral. Y no quiere poner la cara ni el cuerpo. Por eso miente en forma descarada. Por eso nos dice falsedades en nuestra cara como si fuéramos tontos. Exhibe todo su cinismo e hipocresía. Se dice perseguida y proscripta. Y nada de eso es cierto. Por todo esto y mucho más, Cristina está en el peor año nuevo de su vida.
Esto es peligroso institucionalmente
porque Cristina todavía tiene un alto poder de daño. Es una fiera herida y acorralada. Por lo tanto sus zarpazos autoritarios pueden provocar un golpe institucional que ya está en marcha.
Nadie puede bajar los brazos.