Le Doy Mi Palabra

Invitados:
Fatima Florez – Actriz  Imitadora
Hugo Alconada – Mon Periodista La Nación
Javier González Fraga – Economista




La luz de Atahualpa

Hace 20 años, don Atahualpa Yupanqui murió en Francia pero no en Paris ni con aguacero. Don Ata murió en Nimes, un pequeño pueblito donde esa madrugada, las guitarras de los gitanos lloraron su luto encordado. Hoy hace exactamente 20 años que murió el Atahualpa andariego, caminador, un nómade del canto popular que vivía en el mundo mientras el país le palpitaba por dentro. Francia lo había declarado Caballero de las Letras y las Artes. A nuestro Atahualpa, que decía que el hombre canta lo que la tierra le dicta. El decía: el cantor no canta, traduce. Si usted me permite señor oyente, quiero rezar un rezo laico y convocarlo. Gracias por estar siempre en nuestra memoria colectiva, don Ata. Por ser parte del disco duro de nuestra identidad nacional. Me imagino lo que le cuesta abandonar su descanso en paz en la paz de las piedras del Cerro Colorado. Yo se que las risas que trae el arroyo le alegran la muerte. Que usted se siente orgulloso de haber ido a enterrar sus huesos donde los primeros habitantes de esta América fueron a escribir sus primeros poemas en la piedra.

Gracias por estar siempre, Don Ata. En esta semana de mayo tenemos que recordarlo como un prócer de nuestra cultura. Un padre nuestro que está en el cielo con otros padres nuestros como sus admirados Gardel y Borges, todos padres de nuestra identidad, de nuestros cimientos.

Bueno, no se me vaya, no se enoje. Ya se que no le gustan los elogios ni las lisonjas. No se vaya.

Permítame que le haga una pequeña entrevista. Usted sabe lo que es el periodismo. Para orgullo de nuestro oficio usted supo practicarlo en el diario “La Voz del Parque” y encima tuvo el honor de inaugurar radio El Mundo con su canto. Así que tengo que preguntarle a fondo.

-¿Qué opina, don Ata, de los reclamos del periodismo crítico?

– Usted sabe, mi amigo. Le tengo rabia al silencio, por lo mucho que perdí. Que no se quede callado quien quiera vivir feliz. Y mi zamba no tiene dichas, solo penares tiene el paisano. Conozco la triste pena de las ausencias y del mal pago.

– Son momentos de fracturas sociales muy fuertes. A veces el odio gana el debate público y se pierde el eje. ¿Usted que opina?

– Yo siempre tuve claro que en la vida tengo que ser fiel a tres cosas: al hombre, a la libertad y a la justicia.

– Es que a uno le preocupa tantas inequidades que todavía tenemos…

– Trabajo, quiero trabajo, porque esto no puede ser. No quiero que nadie pase, las penas que yo pasé.

– Hablando de intolerancia, no me olvido todas las prohibiciones que usted tuvo que sufrir. Por algo lo bautizaron el payador perseguido.

-Por fuerza de mi canto, conozco celda y penal. Con fiereza sin igual, más de una vez fui golpeado y al calabozo tirado como tarro al basural.

– ¿Y cual debe ser el rol del artista en estos tiempos?

– La luz que alumbra el corazón del artista es una lámpara milagrosa que el pueblo usa para encontrar la belleza en el camino, la soledad, el miedo, el amor y la muerte.

-Bueno, Don Atahualpa, no quiero molestarlo más. La última pregunta: ¿Cuál fue su utopía?…

-Ser un día el rastro de una sombra, sin imagen alguna y sin historia. Ser solamente el eco de un canto, apenas un acorde que señala a sus hermanos la libertad del espíritu.

Sus ojos achinados se achinaron más. Le empezaron a pesar los 104 años que hoy tendría. Son años de andar andando. De componer 1.200 canciones, de grabar 40 discos, de escribir 8 libros, de tener 3 hijos, de haber recorrido el mundo, de haber hecho 45 recitales en Japón la primera vez que a ese país. Son años de lucha antifascista, de soportar el desarraigo como el dijo: “Pienso, luego exilio”. Son años de haber soportado la tortura que le trituró el índice de su mano derecha para desgracia de los torturadores que no sabían que Atahualpa era zurdo para todo, incluso para tocar la guitarra. Son años de haber nacido en una cruz, casi como un mandato, en el campo de la Cruz, partido de Pergamino donde su padre era jefe de la pequeña estación del tren.

En vida se dio el gusto de escribir un tango, algo que pocos saben. Frecuentó a Paul Eluard, a Jean Paul Sartre, a Simone de Beauvoir, a Ricardo Rojas, Edith Piaf y Pablo Picasso. El Che Guevara le regaló una foto dedicada y una noche de vino y rosas, le puso el ojo a la mismísima Ingrid Bergman.

Antes de que se vuelva a mezclar con la tierra de su Cerro Colorado, le quiero decir, don Ata que entiendo perfectamente su canto que dice “tira el caballo adelante y el alma tira pa’ atrás””, sobre todo ahora que se va, que lo veo abandonar el pago.

Su voz se fue perdiendo entre la gente. Justo su voz que como dijo Horacio Ferrer, era su rostro convertido en sonido. Justo su voz que fue capaz de dibujar ideas preñadas de realismo mágico como esta: Tú que puedes, vuélvete, me dijo el río llorando. O ideas tan comprometidas como esta: Yo no le canto a los tiranos ni por orden del patrón.

Eso resume lo que fue y lo que sigue siendo Atahualpa, un maestro que sigue andando y cantando porque es su modo de alumbrar. Justo ahora que los argentinos necesitamos tanta luz, justo ahora que lo necesitamos tanto, don Ata.

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