Hace mucho tiempo que Alberto le entregó el bastón de mando a la irracionalidad de Cristina. Pero en estas últimas horas, el presidente decorativo de la Nación fue directamente reducido a la esclavitud. Hoy podríamos rebautizarlo como Alberto Fernández de Kirchner. Su nivel de sumisión superó todos los límites. Quedará en la historia por haber vaciado la investidura presidencial y por haberle tirado su honra a los perros. Es increíble como Alberto fue anticipando su camino de rodillas. El mismo dijo que no quería convertirse en lo que finalmente se convirtió: en un títere.
Casi de inmediato profundizó su entrega. De títere pasó a espantapájaros. El rayo cristinizador lo convirtió en un palo disfrazado con saco y corbata, incapaz hasta de moverse. En el aniversario de los tres años de desgobierno, intentó “celebrar” su gestión y solo demostró la soledad que lo rodea y lo lejos que está de la realidad cotidiana. Pero ahí también puso en palabras la imagen que le devuelve el espejo: débil, timorato y cobarde.
Ya convertido en el peor presidente de la democracia, entregó hasta la última gota de sangre de su dignidad al amagar con no acatar un fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Capitanich por orden de Cristina lo incitó. Nadie se había atrevido a tanto. Solo los Kirchner en Santa Cruz. Alberto anunció que no iba a acatar el fallo de la Corte pero, finalmente, reculó en chancletas y aseguró que va a cumplir y va a ordenar que le depositen los bonos a Rodríguez Larreta. Quedó mal con todos. Con Dios y con el Diablo. Larreta sigue reclamando. La Cámpora está enojada. Dejó colgados del pincel a los gobernadores, pero era previsible. Hizo lo de siempre. Va y vuelve. Va simultáneamente al norte y al sur y al final se entierra más todavía.
El miedo no es tonto. Alberto Fernández de Kirchner no come vidrio. Sintió que le corría frío por la espalda porque se veía en el futuro desfilando por los tribunales para responder a los cargos de golpista, traidor a la patria, sedicioso y jefe de un alzamiento contra el estado de derecho.
Si no fuera tragicómico, podríamos decir que si Alberto no entiende que la Corte es un contrapoder, deberíamos averiguar quién lo aprobó en Derecho Constitucional, tal como Él lo hizo en su otra vida, cuando trabajaba de opositor de Cristina y de amigo de los medios hegemónicos.
Cristina quedará en la historia como la dos veces presidenta de la Nación que fue condenada a 6 años de prisión por corrupción. Alberto será recordado como el peor jefe de estado de la democracia aunque frenó un segundo antes del abismo de encabezar un golpe institucional.
Alberto fue felpudo del criminal de guerra Vladimir Putin y le ofreció nuestro bendito país como puerta de ingreso en la región. Nadie lo olvidará. Pero, ahora, cuando anunció el desacato estuvo a punto de acelerar el proceso de chavización de este gobierno nacional populista que lidera Cristina.
Alberto clavó los frenos e hizo marcha atrás, justo cuando estaba desbarrancando. Manifestó su oposición y enojo por el fallo, instruyó recusar a los miembros de la Corte, pero reconoce que debe respetar el fallo y ordenó que se pague lo que corresponde. Mucho grito, mucho enojo para contentar a Cristina pero, finalmente poniendo estaba la gansa.
Hubo una ola de indignación tardía de muchos empresarios. Recién ahora vieron como peligra la seguridad jurídica, la posibilidad de que no haya créditos ni inversión externa ni propiedad privada. Ahora parecen un poco asustados, pero la verdad es que todo el tiempo, estuvieron durmiendo con el enemigo. Nos cansamos de ver a empresarios vender y comprar a un Alberto moderado que jamás existió. Siempre están dispuestos a chupar la teta de cualquier estado. A Sergio Massa también lo califican como un hombre del capitalismo serio y se olvidan de su oportunismo y sus mentiras seriales. Algunos llegaron a apoyar a un Wado de Pedro al que calificaron de moderado y prudente. Algunos lo hacen por cobardía para enfrentar a un estado mafioso, otros por complicidad en los negocios o por ignorancia política. Pero ciertos empresarios argentinos fueron partícipes necesarios del daño brutal que generó Cristina.
Hace unas horas estuvimos frente al mayor atropello institucional desde 1983.
Incluso, el cristinismo extremo, quiere empujar a Alberto al abismo anti republicano. Lo están presionando para que indulte a una delincuente como Milagro Sala cuya condena a 13 años de prisión fue confirmada por la Corte Suprema. El presidente decorativo ya dijo que no puede hacerlo porque la Constitución se lo prohíbe. Pero todos sabemos que la Constitución es algo que el kirchnerismo solo respeta si le conviene.
Tanto apoyar a tiranos como Raúl Castro, Nicolás Maduro, Daniel Ortega y últimamente al golpista Pedro Castillo, que empiezan a justificar e imitar sus zarpazos totalitarios. Castillo en un fujimorazo de izquierda intentó cerrar el Congreso y en nuestro país, al desconocer el fallo de la Corte, en la práctica es como cerrar los tribunales. Asi de grave era la situación en la que Cristina era la autora ideológica y Alberto estuvo a punto de ser el autor material. Un país sin justicia. Ambos cometen un crimen de lesa institucionalidad y así quedarán instalados en la memoria colectiva. Veremos que dice mañana Cristina. ¿Ella también acatará el fallo o redoblará su apuesta pateando el tablero? Nadie lo sabe.
Lo primero que hacen los dictadores es quebrar el poder judicial y censurar a los medios de comunicación. Justicia y libertad de prensa. Es lo primero que hay que defender.