María Eugenia Vidal ya se ganó un lugar en la historia política de la Argentina. Es la primera gobernadora mujer de la provincia de Buenos Aires y encima no pertenece a ninguno de los dos partidos históricos. Venció en el distrito más importante donde mandan (o mandaban) los barones del Conurbano y eso significó que la fórmula integrada por Aníbal Fernández y Martín Sabbatella protagonizaran la peor derrota electoral del peronismo que no perdía hace 28 años en ese territorio. Mañana se cumple un año de aquella elección que sorprendió a todo el mundo. Se ensayaron muchas explicaciones para semejante resultado. Hay un dato clave: María Eugenia fue tan buena candidata que sacó 500 mil votos más que Mauricio Macri. Y Aníbal fue tan malo que consiguió 300 mil sufragios menos que Daniel Scioli. Ella fue un fenómeno popular que hoy sigue creciendo casi hasta el 60% de imagen positiva y él se fue hundiendo tan profundamente que perdió hasta en su pago chico, en Quilmes, igual que Sabbatella que fue derrotado en Morón donde ganó, por esas curiosidades del destino, Ramiro Tagliaferro, el en ese entonces esposo y hoy ex, de Mariú como le dicen sus amigos.
¿Qué pasó hace un año? Varias cosas. Algunos definieron la batalla como entre la bella y la bestia. Otros dijeron que Aníbal fue una mochila de piedra por su brutal imagen negativa vinculada al narcotráfico, tanto que hasta el propio Papa Francisco operó para cerrarle el paso a La Morsa. Todo fue muy silencioso pero toda la estructura de la iglesia se puso al servicio primero de Julián Domínguez en la interna y después para que María Eugenia ganara aunque sin decirlo. Los colegios parroquiales, la estructura de catequistas y hasta los curas villeros en su mayoría confesaron que el Santo Padre les había dicho que Aníbal era poco menos que Pablo Escobar. Sus formas patoteras y los hechos de corrupción fueron una contracara muy marcada de una politóloga recibida en la Universidad Católica, de vida sencilla y honrada que siempre puso la cara y su sonrisa en todos los conflictos. Por eso el Papa la felicitó tanto en el último encuentro que tuvo con el presidente Mauricio Macri. Hay una sumatoria de causas que convirtieron a María Eugenia en la dirigente con mayor imagen positiva de la Argentina. Su calidez y firmeza para ejercer el poder. Su carisma y su capacidad de administración. No anda por la vida peleándose con todo el mundo pero cuando tuvo que decir que el gobierno de Scioli fue un desastre que le dejó la provincia quebrada, lo dijo. Sin embargo, su principal atributo según su mano derecha que es el ministro Federico Salvai, es que afronta los conflictos y que nunca se borra. Le pasó en la ciudad con los dramas del Indoamericano, el Borda o las inundaciones, por ejemplo. Nunca se escondió. Al revés de lo que hacía Cristina en ese momento que era mantenerse lejos de los grandes dramas sociales, María Eugenia les ponía el pecho y siempre encontraba una solución aunque no fuera definitiva. Cada vez que tuvo que enfrentar la adversidad avanzó y creció en su imagen. Ahora la pasa lo mismo. Está atajando mil penales y llena de desafíos en Buenos Aires. Sin embargo su imagen se mantiene bien arriba. Se podría decir que es la dirigente más amada y la más amenazada. Primero revolvieron su propio despacho dos policías que debían estar cuidando ese lugar. Y después, además de cientos de llamadas telefónicas crueles que anticipaban hasta su muerte, apareció un cartucho en su vieja casa matrimonial de Castelar y eso la obligó a vivir en la Base Aérea de Morón. A veces nos olvidamos pero a 33 años de democracia, la gobernadora del principal distrito, tiene que vivir en un cuartel, rodeada de militares. Es que está cumpliendo, según las encuestas con el principal mandato que surgió de las urnas: “Que combata a las mafias”. Y eso, nunca es gratis. Es sumamente riesgoso y por eso la gente le dice que se cuide y como contó Jorge Fernández Díaz le ponen estampitas y crucifijos en sus manos. Faltaría que le digan: “cuídate changuita”. Es que recién acaba de cumplir 43 años. Encima tiene 3 hijos, María, Pedro y Camila a los que no descuida ni en sus tareas más hogareñas y escolares. Entre las amenazas de la policía corrupta, los narcos asesinos o los penitenciarios atorrantes debe contarse también cuando invadieron la casa de Federico Salvai para no robar nada, el incendio abortado del ministerio de seguridad de Cristian Ritondo que tiene abajo un arsenal que hubiera hecho volar el edificio por los aires, el fuego que desataron para quemar expedientes con amenaza directa a la gobernadora en el Tribunal de San Martín, y hasta los balazos en la puerta del ministerio de Salud.
Los muchachos no andan con chiquitas. María Eugenia persigue todo tipo de delitos y les complica la vida. Por eso los corruptos la odian tanto y por eso la gente la quiere tanto.
El día que ganó dijo:” estamos haciendo historia. Hicimos posible lo imposible”.
Hoy tiene una responsabilidad gigantesca. Porque debe reparar tanto daño que se le hizo a los bonaerenses, sobre todo a los más pobres que no tienen trabajo, ni cloacas, ni seguridad ni futuro.
Allí está concentrando su tarea. Con 800 obras de mediano porte puestas en marcha en los municipios. Hablando con todos los intendentes, escuchando a todos los vecinos. Se metió tan a fondo en la refundación de la policía que ya exoneró a 1.800 que manchaban el uniforme. Todavía hay 2.700 presos en comisarías y hubo 120 asesinatos en ocasión de robo en lo que va del año. Puso dos civiles en lugares claves: en asuntos internos y al manejo de la caja. Hasta el kirchnerista Carlos Arslanián elogió sus medidas que intentan adecentar y profesionalizar a las fuerzas del orden. Porque no es un corrupto o un grupo. Es un sistema de corrupción en donde todo se tarifa. En lo político logró un acuerdo parlamentario con el Frente Renovador de Sergio Massa que le permitió sacar las leyes que necesitaba.
Mañana se cumple un año de una verdadera epopeya política. La que le permitió a Mauricio Macri ganar la presidencia de la Nación. Todavía queda muchísimo por hacer, hay demasiada gente que la está pasando mal, pero lo que ya se hizo fue una conmoción para el sistema político tradicional. Fue como patear el tablero de un kirchnerismo que se creía invencible. Tal vez eso explique la sonrisa de Vidal. Es optimismo y voluntad de cambio. Pero sin gambetear las dificultades y sin negar la responsabilidad que ella tiene para resolverlas. Si María Eugenia hace bien las cosas, sin robar, con desarrollo social y fuentes de trabajo para los que más necesitan, va a ser una pieza clave para cambiar la historia.