Boudou, el patrón de los billetes – 3 de octubre 2017

Hoy es un día histórico. Sonó un tiro para el lado de la justicia. Amado Boudou, el ex vicepresidente de la Nación, estuvo sentado en el banquillo de los acusados por una de las causas más emblemáticas de la cleptocracia K.
Hablamos del intento de apropiación de Ciccone, la fábrica de billetes. El malandra de estado y ex ministro de Economía, tuvo que poner la cara y escuchar las acusaciones que elevó el fiscal Jorge Di Lello y que lo pueden llevar a pasar hasta 12 años en la cárcel por coimero, negociaciones incompatibles con la función pública y abuso de autoridad.
Esta vez en la calle no había nadie. Aturdía el silencio de la soledad. Nadie lo quiso acompañar. No había banderas de La Cámpora ni pancartas de Cristina, la que lo eligió como compañero de fórmula y que no emitió ni un tuit en su apoyo. Está claro que le soltaron la mano. Porque saben que está condenado a ir preso. Hay montañas de pruebas e indicios que demuestran que fue culpable y porque, además, aprovechó la muerte de Néstor Kirchner para robarle el negocio sucio. Fue el ex presidente el que le encargó a Boudou el operativo. Pero una vez que falleció, Amado ni tuvo tiempo para llorar a su jefe político y aceleró los tiempos para quedarse el con el tristemente célebre apodo del “Patrón de los billetes”. En el expediente de 42 cuerpos se ve con mucha claridad como Amado le da velocidad al operativo sin esperar ni siquiera el entierro de Néstor. Tal vez pensó que la justicia iba a comprender ese dicho popular de que el que roba a un ladrón tiene 100 años de perdón.
Si Boudou finalmente es condenado se llevará puesto a dos de su principales cómplices: José María Nuñez Carmona, su íntimo amigo que atendía en el ministerio como si fuera funcionario y a Alejandro Vandenbroele, testaferro que tiene unas ganas tremendas de prender el ventilador y confesar todo. De hecho dicen que pidió un millón de dólares para arrepentirse pero no le dieron el gusto. Todavía quiere más dinero del estado.
Pablo Bertuzzi, Néstor Costabel y Gabriela Nuñez Iñiguez son los tres jueces integrantes del Tribunal Oral Federal número 4 que se pueden convertir en próceres. Todos los martes tienen el juicio a Boudou y todos los miércoles el de Julio de Vido. Dos de los personajes más manchados por el gobierno que más cantidad y variedad de delitos cometió con la jefatura de Néstor y Cristina.
El estado argentino pagó, es decir que pagamos todos, en abril del 2012, la friolera de 140 millones de pesos para comprarle billetes a Ciccone. En ese momento la empresa era de los tres atorrantes que se pasaron de vivos: Amado, Nuñez Carmona y Vandenbroele.
Seguramente en un juicio aparte aparecerá otro pescado gordo como el jefe de la AFIP, Ricardo Echegaray que jugó un rol clave en la asociación ilícita que armó el negociado.
El cancherito de las motos Harley Davidson, es un icono del típico inmoral y chantapufi que se enriqueció en el estado. De hecho tiene otra causa muy grave por eso que está a cargo de Ariel Lijo y que involucra a parte de su familia y a su ex novia, Agustina Kampfer. Tiene tres procesamientos más en otras causas gravísimas como la coima de casi 8 millones de pesos que cobró del pueblo pobre de Formosa.
Finalmente todo llega. La justicia tarda pero llega. Un violador serial de leyes como Amado Boudou no tiene otro lugar que la prisión. Tal vez se encuentre en Ezeiza con varios viejos conocidos: Lázaro Báez, Jaime, José López, Cesar Milani y sigue la lista.
La de Ciccone es una de las causas más bizarras. Casi un record mundial. Hubo cientos de casos de corrupción de estado durante el reinado K. Pero afanarse la fábrica de los billetes, es como too much diría Cristina.
Di Lello en sus 200 páginas da por acreditado que el ex vicepresidente, siendo ministro de Economía le compró el 70% de la empresa a Nicolás y Héctor Ciccone a cambio de salvarla de la quiebra a la que la había empujado el propio gobierno de Néstor. Una metodología bastante utilizada durante la era de los pingüinos buitres. Hostigar a una empresa o un empresario, perseguirlo con ferocidad y obligarlo a vender a precio vil.
Los 12 años de mayor corrupción de la historia democrática argentina tuvieron algunas aristas tragicómicas. Mutaciones impensadas.
Pero el de Amado Boudou sigue siendo el caso más extremo. En su sobreactuación por ocultar los delitos que cometió pasó de Alsogaray a Perón y de María Julia al Che Guevara. Un ortodoxo neoliberal se convirtió en un defensor de la patria socialista. Un amante de Estados Unidos en un tardío lector de Marx. En eso también aprendió de Néstor. Utilizar los símbolos de la izquierda y los derechos humanos como escudo para ocultar sus estafas y su enriquecimiento ilícito lleno de testaferros y truchadas.
Hoy apareció en tribunales con el pelo corto y bien afeitadito para cambiar su imagen. Pero hasta hace unas semanas, producía risa y vergüenza ajena ver a Aimé con las mechas largas y desprolijas, la barba y la estética progre, como si de verdad se creyera el heredero de Lenin y Evita. Anda con Fernando Esteche y Luis D’Elía y el cree que eso limpia todo su pasado y todo su prontuario. Su discurso clasista y combativo lo transformó en un patético personaje, una caricatura trucha de Fidel Castro.
En su momento habló por radio Rebelde, la del piquetero amigo del chavismo, el castrismo y el negacionismo del holocausto de los iraníes más fanáticos. Amado no bajó de la Sierra Maestra para liberar a Cuba del dictador Fulgencio Batista. Bajó del médano 678 que tiene como domicilio en una de las malversaciones de documento público que hizo. No se internó en la Bolivia profunda para organizar la guerrilla campesina. Se fue a vivir a Puerto Madero, cerca de su comandante en jefe, Cristina Fernández de Kirchner. Sin embargo, Boudou, en la carpa de Luis D’Elía en el acampe de Plaza de Mayo exigió por la libertad de Milagro Sala, justo tres de los cristinistas que mayor imagen negativa tienen. El gobierno de Macri celebra que estos impresentables que son rechazados por las grandes mayorías sean las caras visibles de un cristinismo aislado y en franca decadencia. Como al solitario Boudou, se hace trampa a sí mismo. No dejó delito por cometer. Pero está claro que se creyó el más vivo de todos para robar. Dejó los dedos pegados en todas partes. Pero se sintió impune. No hay una sola voz de peso en el peronismo o en el kirchnerismo que se levante para defenderlo. Veremos que hace Víctor Hugo Morales que fue citado por Boudou como testigo. ¿Lo defenderá el relator del relato? Experiencia tiene: se tragó cada sapo.
¿Se acuerda que Amado subió varias veces al escenario a tocar la guitarrita con su amigo Manu Quieto de La Mancha de Rolando? El cantante es tan obsecuente y tan agradecido por la cantidad de actuaciones que les pagó el estado, es decir nosotros y le debe tanto que dijo que Amado no es el mejor guitarrista que conoce, que le pone un 9 porque 10 son Pappo y Gustavo Ceratti? Hasta Juan Cabandié se sumó a la banda una noche de pura militancia musical. En otro recital, Amado subió con una remera que decía “Cristina Capitana”, mostrando que tiene la cara dura y la mano larga. Hoy empezó el segundo juicio oral, pero el más importante. Se vienen varios momentos complicados para el patrón de los billetes. Se viene la noche y por eso arde la ciudad.