A Rusia, con el mesías – 11 de octubre 2017

Pocas veces tuve una repercusión tan grande como con la columna de ayer. Apenas terminó el partido me empezaron a llover mensajes al teléfono. Me decían que fue premonitoria, que la tenía que repetir. Yo estaba y estoy feliz porque el pueblo futbolero está contento. Repetir una columna del día anterior es raro. Pero voy a tomar muchos de esos conceptos para edificar una nueva columna con la buena nueva: después de tanto esperar, finalmente llegó el Mesías del fútbol. Según el diccionario de la Real Academia Española, “Mesías”, así con mayúscula, como Messi, “es la persona en la que se confía ciegamente y a quien se espera como libertadora o redentora”. Y Messi fue nuestro salvador. No quiero ser hereje pero el fútbol tiene mucho de religión. De rezar en la tribuna, de apelar a la fe, de abrazarse con todos aunque no los conozcas para lograr un objetivo. Y dicen que la fe mueve montañas. Muchos dicen que Messi es el Dios de los estadios, esos templos modernos del deporte de masas y del espectáculo mediático y globalizado. Para los judíos, el Mesías que todavía se espera es descendiente del rey David. Para los católicos, es Cristo, el enviado de Dios. Es una palabra que no tiene sinónimos, como Messi.
Yo le rogaba ayer a Messi que pisara para siempre a “La Pulga” y se convirtiera de una buena vez en nuestro Mesías. Y lo hizo con un triplete que los sofisticados del lenguaje llaman “Hat-tricks”. En el barrio le decíamos triplete. Y Messi ya metió 5 en la selección. Por algo es el máximo goleador de la historia con la celeste y blanca con 61 goles, algunos golazos llenos de magia y poesía como el tercero de anoche.
No conozco mejor definición de fútbol que la de Dante Panzeri: “Dinámica de los impensado”. Messi es eso. Dinámica de los impensado, pura creatividad y malabarismo.
Ya nunca más será “La Pulga”. Alguien chiquito y molesto. Ya nunca más nadie lo podrá acusar de Pecho Frio, de no sentir la camiseta y hasta de anti argentino, fanatismo ciego que tiene el fútbol, pasión de multitudes.
Esta vez Lionel derrotó a todos los fantasmas. El gran capitan escribió con su talento una historia épica en una cancha que estaba a su altura: 2.856 metros exactamente. Eso mide Messi futbolísticamente. Puso a Rusia al lado de Argentina en el mapa cuando estábamos lejísimo, a años luz. El solito. Se puso el equipo al hombro, mostró personalidad, coraje, huevos rosarinos carajo.
Hay cuestiones que solo puede explicar el destino. O el corazón. Yo le dije ayer que era una fecha muy especial, que era 10 del 10 y que iba a ser la noche del 10.
Encima la escenografía fue el estadio Atahualpa, el último rey del imperio Inca. Atahualpa que en quechua significa “ave de fortuna”.
Dale Lionel, le pedía ayer. Vas a estar en todas las tapas de los diarios del mundo con los puños apretados, con la boca prolongando esa letra “o” tan amada que termina en la red y levanta millones de personas en abrazos.
Anoche el Mesías hizo el milagro. Lo estábamos esperando. Este partido quedará en la memoria colectiva como el más dramático e importante de Lionel en la historia de la selección. Y solo podrá ser superado el día en que “de la mano/ de Lio Messi/ todos la vuelta, vamos a dar” en Rusia. En el Kremlin vamos a cantar: Y ya lo vé/ y ya lo vé/ somos locales otra vez.
Casi como un rezo laico, ayer desde esta columna yo le pedía a Lionel que construyera su propia leyenda.
Dale Lionel. Tomá el partido como un debut. Como esas pruebas tremendas que pasaste a puro gol en tus comienzos.
Imagináte que la pisás frente al arquero y pasa de largo. Oooole, gritan los muchachos. Y le das un suave pase a la red como hacías a los 5 añitos en “Abanderado Grandoli”, el club del barrio, a 5 cuadras de tu humilde casa del sur de Rosario. ¿Sabes porque se llamaba así tu primer equipo? Cleto Grandoli fue un soldado que luchó en la guerra de la Triple Alianza. Y murió en el campo de batalla, aferrado a la bandera argentina. Por eso se lo conoce como el Abanderado Grandoli.
Vos podes ser el Abanderado Messi.
Y lo fuiste: anoche, Lionel fue el “Abanderado Messi”.
Pensá que tenes la camiseta de Ñuls y todos los chicos argentinos en la tribuna. Debutaste en la escuelita de fútbol “Malvinas Argentinas” y le metiste cuatro goles al Pablo VI. Eras tan bajito, tan callado. Daba ternura verte con las medias caídas pero se electrizaba el cuerpo de emoción cuando empezabas con tu magia de gambetas.
Dale Lionel. Cuando salgas por el túnel, tomate un minuto para pensar cuando te probaron en las inferiores del Barcelona. Era una presión tremenda. Si jugabas bien te quedabas y el Barsa se hacía cargo de tu carísimo tratamiento para superar los problemas hormonales de crecimiento que tenías. Y si jugabas mal, te volvías. Eras el más chiquito de todos. Gerard Piqué todavía no lo puede creer. Dice que en esa prueba hiciste 6 goles y metiste dos tiros en los palos.
Aquella vez y anoche le metiste un caño al miedo escénico. No te tembló la mano ni la zurda.
Insisto con un tema para la próxima. No quiero meterme en tu vida personal. Tenés todo el derecho del mundo de hacer lo que quieras con nuestros símbolos patrios. Pero tal vez te sirve sacar pecho y cantar el himno. Si, ya sé que para muchos es una pavada. Para mí no. Yo creo que si en Rusia cantás el himno a los gritos, con el corazón saliendo de tu cuerpo y con las lágrimas en los ojos, vas a rendir al máximo, como el mejor partido de tu vida.
Dale Lionel. Caracoleá. Amagá para allá y salí para acá. Hacé un corte y una quebrada como en el tango. Dale con el empeine de aire, agarrala de lleno cuando viene a ras del piso, pegale de tres dedos. Yo sé que te exijo mucho. Pero te exijo porque vos podes. ¿A quién querés que le pida que vuele? ¿A los que no tienen alas?
Siempre que toques la primera pelota pensá en tu abuela Celia, en esa que insistió tanto para que jugaras a la pelota. Y cuando hagas el primer gol, levantá tu mirada al cielo, juntá tus manos y rezale una plegaria a la viejita. Gracias, abuela. Ofrendále el triunfo a tus viejos, a la Antonella que tanto amás. Y a tus hijos. Frotate la pantorrilla izquierda donde tenes el tatuaje del nombre y las huellas de tu hijo Thiago y mandale un beso volador a Mateo.
Dale Lionel. Ya sé que sos el más grande jugador del planeta tierra. Que muchos dicen que sos extraterrestre. Que ganaste 5 balones y 4 botines de oro, 30 campeonatos con el Barcelona, que todos los días rompes records de goles, pero hacelo por tus hermanos, por Rodrigo, Matías y María Sol.
Ganaste todo. Ya lo sé. Pero todavía no ganaste un campeonato del mundo. Esa es la próxima montaña que tenés que subir. Un desafío más para seguir viviendo. Ya hiciste una epopeya con los pulmones que se achican y el aire que falta. Le ganaste incluso al apunamiento. Fue hazaña y epopeya
Yo sé que vos no tenés la culpa de los desastres de la AFA, de sus manejos corruptos y mafiosos, de los tres presidentes, de los tres técnicos.
Estuviste inspirando, contagiando mística y esperanza, pisando el área siempre. Terminaste con la sequía y llovieron tus goles.
Fue el partido más riesgoso y más importante en 37 años. Histórico.
Defendiste una trayectoria y una historia de nuestro fútbol. Argentina fue dos veces campeón del mundo otras dos veces llegamos a la final, 6 veces logramos el título máximo en juveniles y ganamos dos medallas de oro en los juegos olímpicos. Ahora podemos barajar y dar de nuevo. Empezar una profunda reorganización del futbol argentino. Para hacerlo más transparente y eficiente.
Anoche dejaste hasta la última gota de transpiración en la cancha. Fue tu día Lionel. Y el nuestro, el de todos los argentinos que necesitamos una alegría que nos unifique más allá de todas la grietas y todas las diferencias. Dale Lionel. Y gracias por todo.
Ayer todos fuimos Messi.
Hoy todos somos Argentina.