El año que viene – 1 de enero 2018

Anoche, a esa hora mágica donde un año termina y otro comienza, tuve la posibilidad de brindar internamente por el país que sueño para este flamante 2018.
Y me gustaría compartirlo con usted. Es una suerte de balance de sumas y saldos del 2017 pero proyectado con esperanza hacia el futuro.
Los cimientos de todo país democrático y republicano son la libertad y la paz.
Brindo para que cada argentino pueda expresar sus ideas con la más absoluta de las libertades. Que el único límite sea el Código Penal. Que nadie sufra ningún problema por su ideología o su pensamiento. El pluralismo y la diversidad son el arco iris del país en el que me gustaría que vivan nuestros hijos y nuestros nietos. Uno se enriquece con la opinión del otro. Aunque sea totalmente opuesta y planteada con vehemencia o pasión. Siempre es preferible ese debate antes que el silencio de los cementerios o de las dictaduras.
Hay un solo requisito. Que las palabras, aún las más potentes, no se transformen en acciones violentas. Muchos muertos, desaparecidos, torturas y terrorismo de estado sufrimos los argentinos para cometer el mismo error de tomar el camino de las piedras o las bombas molotov y, mucho menos, el atajo suicida de las armas para imponer un pensamiento.
Esto que debería ser una obviedad dejó de serlo en los últimos tiempos. Todo recomenzó un 24 de marzo. Desde la Plaza de Mayo organizaciones de los derechos humanos cooptadas por Cristina, reivindicaron la guerrilla de los 70 y glorificaron su actuación. Eso fue como abrir la Caja de Pandora que, como todos saben, es la que contiene todos los males del universo.
La violencia, el crimen como instrumento político, el tiro en la nuca como decía Serrat para criticar a la ETA es el peor de los demonios. Se sabe cómo empieza pero no como termina. En la inmensa mayoría de los casos termina como una tragedia nacional. Le juro que pensé que ya lo habíamos aprendido. Pero las imágenes de gente lapidando policías, encendiendo fogatas, arrojando botellas de nafta o utilizando morteros caseros me sacudió el alma. Todavía hay muchos forajidos y lúmpenes que no creen en el sistema democrático y solo quieren voltearlo. Y Cristina se aprovecha de eso para destituir al gobierno de Macri y de esa manera, intentar zafar de la cárcel que ella ve en su horizonte.
Hay que condenar a los impresentables como Leopoldo Moreau que, ciego por justificar a los violentos y a Cristina, dijo que Julio Bazán fue víctima también del grupo en el que trabaja. Habilitó la excusa que muchos civiles le dieron a la dictadura: algo habrá hecho para ser secuestrado o asesinado. Y encima no fue capaz de pedir disculpas ni de arrepentirse.
Los escraches son cobardes y repudiables sin que importe la camiseta partidaria ni el lugar de trabajo del escrachado ni del escrachador. Es el primer paso del linchamiento que es poner en acto lo peor de la condición humana.
Y hay que tener cuidado con el surgimiento de una violencia organizada de un grupito muy agresivo que se esconde detrás de los reclamos territoriales de los mapuches. Este pueblo originario es mayoritariamente pacífico, trabajador y está orgulloso de vivir en Argentina. Pero un minoritario grupo apela al foquismo destructor. Los presuntos progres que los apoyan cometieron una de las violaciones más graves a los derechos humanos en democracia: inventaron un desaparecido. Mintieron a sabiendas en forma descarada con un tema tan delicado. Acusaron al gobierno de Macri de la desaparición forzada de persona en el caso de Santiago Maldonado. Todo fue una mentira organizada y programada. Horacio Verbtisky y Cristina fueron las personas más conocidas que fogonearon esa falsedad. Y hubo dos testigos que sabían que Maldonado se había ahogado y no dijeron nada. Ojalá sean juzgados como corresponde por falso testimonio, por fogonear la conmoción social y por haber hecho abandono de persona al dejar que Santiago se muriera en el rio.
Con el mismo énfasis creo que el estado y la Gendarmería tienen que aportar toda la información necesaria para condenar al gendarme que asesinó por la espalda a Rafael Nahuel, de la comunidad mapuche. En este caso y en todos necesitamos tener verdad, justicia y condena a los que cometen crímenes y atrocidades.
Este fue mi principal deseo para el año recién nacido. Que todos los conflicto se resuelvan pacíficamente. Es la condición básica para apostar a una sociedad civilizada que resuelva los problemas de los que más necesidades insatisfechas tienen.
Si no hay paz y libertad es imposible atacar las terribles inequidades que tienen millones de hermanos argentinos. Hablo de los pobres, de los indigentes y excluidos, de la falta de educación, salud y trabajo que todavía nos duelen en el alma.
La economía fue mejorando pero demasiado lentamente y todavía hay demasiadas asignaturas pendientes. No se le pudo quebrar el espinazo a la inflación que es el principal veneno de todo el modelo. Hay menos inflación que en la época de Cristina pero todavía es muy alta para ser un país racional, previsible y más justo. El colosal endeudamiento externo es otro talón de Aquiles. No es sustentable en el tiempo y hay que corregirlo cuanto antes. Todo lo que ayude a generar más trabajo en blanco, privado y bien remunerado debe ser alentado desde el estado. El gobierno debe ser cuidadoso cada vez que toma medidas que impactan en la vida de los que menos tienen. Los jubilados o los chicos humildes.
Y no le debe temblar el pulso en castigar a aquellos poderosos que roban o no pagan sus impuestos.
Por suerte, parece que la justicia arrancó con un ritmo necesario. Nunca antes en la democracia recuperada en 1983 hubo tantos presos vinculados a un gobierno, en este caso al de Cristina. Es una señal de que no hay coronita para nadie y de que el que las hace las paga. Eso es bueno. Pero va a ser mucho mejor el día que se aceleren las causas y todas vayan a los juicios orales correspondientes y terminen con condenas firmes. Los argentinos necesitamos condenas firmes. Que sean condenados a prisión los que hicieron del robo una religión y un saqueo desde el estado. Hay que trazar una raya y que los corruptos y los golpistas sean extirpados de la sociedad civil. Son como virus que hieren de muerte a la democracia.
También brindo porque se respeten los resultados de las elecciones y los niveles de representatividad como exige toda democracia moderna que se precie de tal. Al que gana las elecciones hay que ganarle las elecciones para reemplazarlo en el poder. Muchos seguidores de Cristina creen que la democracia de las urnas solo vale cuando ganan ellos y eso es muy peligroso. Cambiemos ganó con amplitud las elecciones de medio tiempo. Fue ratificado en su rumbo. Logró la victoria en las 5 provincias más grandes en un record solo Raúl Alfonsín había logrado y encima ganó en el distrito que fue cuna y actualidad de los Kirchner: en Santa Cruz. Alicia Kirchner profundizó la debacle del distrito pero ningún dirigente sindical o de derechos humanos dice nada porque miran para otro lado.
Pero la democracia es protestar cuando no se está de acuerdo, hacer oír la voz de los opositores, escuchar sus propuestas pero básicamente, respetar el resultado de las urnas. Es la principal regla del juego: el que gana gobierna y el que pierde controla. Si rompemos esto, rompemos el sistema. Algunos está desesperados por dinamitar la democracia. Por suerte, la inmensa mayoría quiere vivir en democracia, en paz, con justicia social y libertad y desprecia a los ladrones de estado y a los conspiradores golpistas.
Para el final, tuve un pensamiento de solidaridad y comprensión con las familias de los 44 héroes del submarino San Juan que aún no sabemos en dónde está y tal vez no lo sepamos nunca. Pasaron las fiestas más dolorosas y terribles que se pueden pasar: la de no saber que fue de sus seres queridos.
Un abrazo para todos ellos. Y un brindis compartido con todos los oyentes por un año de progreso para todos los argentinos sin que ningún energúmeno abra la caja de Pandora. Hay que abrir el libro de la Constitución Nacional, leerlo, respetarlo y defenderlo. Esa es nuestra biblia laica. Ese es nuestro destino. Brindo por eso.