Terror, de Rosario a Nueva York – 19 de enero 2018

Hay un terrorista uzbeko que los argentinos no olvidaremos jamás. Tal vez nos cueste recordar su nombre, Sayfullo Saipov. Pero nunca se nos borrará de la memoria colectiva que fue el asesino de 5 amigos rosarinos que estaban en Nueva York celebrando la vida. ¿Se acuerda de aquella locura? Todos quedamos heridos de tristeza. Hasta el presidente Macri les rindió un homenaje cuando pasó por Nueva York.
Ya pasaron 80 días y este criminal está maniobrando en la justicia norteamericana. Lo último que sabemos es que pidió que no lo castiguen con la pena de muerte. Ofrece declararse culpable, cosa que ya todos sabemos porque fue apresado en el lugar de los hechos trágicos. Y le pide al juez que lo condene a cadena perpetua sin que pueda acceder a salir en libertad condicional. En dos palabras: ruega que no lo maten. En Estados Unidos esa es una decisión que le corresponde al fiscal general, Jeff Sessions.
En aquel momento yo dije una columna como una suerte de abrazo solidario y sentido pésame para los familiares. Después, por algunos amigos en común como el Pitu me enteré que los sobrevivientes, en un hotel de Manhattan, todos juntos escucharon emocionados estas palabras que hoy quiero repetir textualmente.
El terrorismo atacó en Nueva York pero impactó en el corazón de Rosario. El peor atentado criminal desde las Torres Gemelas profanó el sur de Manhattan pero, la mayoría de los muertos, fueron rosarinos. Pocas veces la irracionalidad del fanatismo asesino produce un contraste tan marcado como este. Los argentinos estaban celebrando la amistad y la alegría de vivir. El uzbeko que los pasó por encima con una camioneta, actuó con el resentimiento de los que sienten alegría por matar.
De un lado las víctimas, tiradas en plena calle con sus bicicletas retorcidas y sus cuerpos mutilados. Eran 5 compañeros de un colegio secundario emblemático donde todos sabemos que se forjan amistades eternas. Estaban festejando que ya habían pasado 30 años desde que lograron egresar con orgullo y esperanza de progreso.
Del otro lado, el victimario, Sayfullo Saidov, un delirante de 29 años nacido en Uzbekistan al que los Estados Unidos le abrió las puertas y le dio la residencia y un trabajo digno. Pisó el acelerador de su potente vehículo durante 20 cuadras en uno de los lugares más tranquilos y hermosos de la ciudad, al lado de río Hudson, cerca de la estatua de la Libertad y muy cerca del memorial que recuerda cuando otro terrorista de estado llamado Bin Laden destruyó las Torres Gemelas con dos aviones y toneladas de odio racial. Como una mueca trágica del destino en aquel ataque salvaje murieron 3.000 personas de las cuales 5, también eran argentinos.
Yo estaba en Nueva York y el día anterior habíamos paseado con Diego y su madre, Silvana, por la plaza seca que estaba en el Word Trade Center. Al día siguiente vivimos en carne propia el aroma tenebroso de la muerte masiva y los ojos inyectados en pánico de las multitudes. El mundo ya no sería el mismo.
Hoy Argentina está de luto. Rosario en forma particular colocará sus banderas a media asta. Se escucha el desgarro conmovedor de toda la humanidad que apuesta a la paz y la convivencia plural. Hoy nos queda dar contención con nuestro pésame y solidaridad a las familias y los amigos de Hernán Mendoza, Diego Angelini, Alejandro Pagnucco, Ariel Erlij y Hernán Ferruchi. El único pecado que cometieron fue hacerle honor a la hermandad que da la convivencia durante tantos años en el Poli, como todos conocen al Instituto Politécnico Superior General San Martin. Allí la vida los unió entre exámenes, talleres y tornos, esperanzas, pizarrones y bailes de adolescencia con la mirada puesta en la búsqueda de la felicidad de una novia. Todos sabemos que el secundario es una de las mejores etapas de la vida. Los vínculos son indestructibles. Se hacen amigos hasta que la muerte los separe, tal como ocurrió, dolorosamente. En aquella columna del primero de noviembre yo decía: Sigue internado en el hospital uno de esos mosqueteros rosarinos que se había ido a vivir a Estados Unidos, Martín Marro, que es un destacado investigador en bio tecnología. El resto, la mayoría eran arquitectos exitosos y padres. Ariel Erlij era un importante empresario inmobiliario y siderúrgico que les pagó el pasaje a algunos de sus amigos. La barra de diez muchachos había planificado con un año de anticipación este placentero viaje. Encontrarse con Martín y disfrutar de una de las ciudades más maravillosas y diversas del planeta. Nueva York es muchas cosas pero seguro que es un arcoíris de integración entre culturas, religiones y nacionalidades de todo el mundo y por eso se la conoce como la capital del mundo.
Rosario también es un símbolo de la cultura del esfuerzo de los inmigrantes y el trabajo creativo. Rosario siempre estuvo cerca y ahora más que nunca.
Le confieso que todavía no me entra en la cabeza el grado de inhumanidad de este hijo de puta que arremetió contra indefensos ciclistas al grito de Alá es Grande. Intuyo también el dolor de los que profesan el islamismo y que rechazan todo tipo de extremismo totalitario. Son millones por el mundo que después sufren las consecuencias de la discriminación. El uzbeko, que fue detenido de inmediato, llevaba en el asiento de atrás un texto donde proclamaba, como si fuera una hazaña, su ofrenda al ISIS, un Estado Islámico que como califato, prácticamente, ha dejado de existir. Pero estos chacales son muy difíciles de controlar sin afectar seriamente las libertades individuales.
Otra vez los adoradores de la muerte perforaron Nueva York.
Debe haber pocos sueños tan felices como ir con los compañeros del colegio a Nueva York a recorrer sus bellezas en bicicleta en una tarde de sol. Y reírse de sus torpezas de muchachos grandes que hace mucho no hacen deporte. Y recordar con carcajadas por las noches las viejas anécdotas de travesuras y entreveros con las chicas en el colegio que les enseñó en sus talleres casi todo lo importante que habían aprendido en la vida. Pocos sueños tan felices. Y terminó en la peor de las pesadillas.
El Papa Francisco rezó para que “Dios convierta el corazón de los terroristas y libere al mundo del odio”.
Tiene razón el presidente Mauricio Macri cuando dice que no hay lugar para los grises en esta lucha contra el terrorismo. Todos los que amamos y defendemos la paz y el diálogo tenemos que tener una posición de condena activa hacia los que aman y defienden la muerte. Ningún crimen hace mejor a nadie ni mejora la vida de nadie.
Estos cobardes exterminadores son los enemigos de la humanidad. No dejan ningún lugar del mundo a salvo. Y nadie puede sentirse seguro nunca. En Niza mataron a 85, en Berlín a 12; en los dos puentes de Londres a 13; en Estocolmo a 5; en la hermosa Rambla de Barcelona a 13 y en Buenos Aires, entre la AMIA y la embajada de Israel, terminaron con la vida de 107 personas en un segundo macabro.
Son capaces de amenazar incluso la belleza acrobática y el deporte de elite de Lionel Messi o a Ronaldo y al propio mundial de Rusia. Matan multitudes a ciegas. No les importa quién sea el cadáver. Lo único que les importa es su totalitarismo que considera infieles y herejes a toda la humanidad que no se comporte como ellos.
Hoy miramos la foto de los muchachos con la camiseta blanca y la inscripción “Libre” y las dos caras de todo esto quedan absolutamente claras. De un lado la vida que tenemos que defender y del otro la muerte que tenemos que desterrar. Depende de nosotros. Hay que terminar con el terrorismo antes de que el terrorismo termine con nosotros.
Por eso hoy quiero invocar a modo de responso a Lalo de los Santos que está en el cielo del río Paraná esperando a estos rosarinos asesinados en Nueva York. Quiero apelar a su plegaria como un rezo laico por esa sangre derramada en Nueva York que manchó de dolor y horror a todos los argentinos.
Rosario es el Parque Independencia,
Un silencio que huele a poesía en el Rosedal.
Es el gris del cemento que arrulla un río somnoliento / que despierta al llegar un domingo de Ñuls y Central.
Rosario es el colegio, el Poli, y las rabonas/ una cita en aquel Sol de Mayo en función matinee.
Rosario es una ciudad que fue tomada por asalto por el horror y el dolor. Hoy todos somos rosarinos.