Moyano y Mirtha Legrand – 19 de febrero 2018

El sábado, en el programa de Mirtha Legrand, intercambié algunas opiniones con Hugo Moyano. En un momento, la discusión subió de tono y se encimaron algunas voces. Por eso me gustaría compartir con los oyentes ciertos entretelones del programa y argumentar con más tiempo algunas posturas que tengo sobre Moyano en particular y el sindicalismo en general.
A Moyano le cuesta explicar los motivos por los que convocó a la multitudinaria movilización de pasado mañana. Fernando Iglesias la definió como “La marcha por la impunidad de Moyano”. Es que hay dos o tres causas en la justicia que complican el futuro del capo camionero y sobre todo de su hijo Pablo quien podría ser encarcelado más temprano que tarde. Su cuerpo lo sabe y por eso dijo que “sería un orgullo caer preso en un gobierno gorila”. Hay un par de jueces que estarían por cumplir los deseos de Pablo. Es que tiene los dedos pegados en un par de causas por lo menos: la de los desvíos de fondos de las obras sociales hacia las empresas de su familia y el manejo oscuro, en complicidad con la barra brava, de las entradas para los partidos de Independiente.
Tanto el padre como el hijo están involucrados. Tienen que explicar ante la justicia porque contratan a empresas de su propiedad para ser proveedores del gremio que conducen. Ni una licitación, ni una compulsa de precios. Dijo Moyano en lo de Mirtha que él sabe que contratar a su esposa Liliana Zulet es más barato y mejor para los trabajadores. Y cualquiera sabe que así no se manejan los dineros públicos. Es una absoluta falta de transparencia que abre las puertas de las coimas, sobre precios, corrupción y lavado de dinero. Todo eso está investigando la justicia.
Eso es investigación de delitos y en su momento, la justicia se expedirá. Pero es responsabilidad de los periodistas y de los funcionarios públicos denunciar si observan algo irregular. Y acá todo es irregular.
Otro tema. Esto ya es conceptual y me genera cierta bronca, no tengo porque ocultarlo. El kirchnerismo y muchos, no todos, pero muchos dirigentes sindicales, hablan en nombre de los pobres, de los descamisados, de los grasitas, del pueblo trabajador y acusan al resto de la humanidad de ser insensibles explotadores de derecha que solo quieren hacerse más ricos.
Y yo creo que hay una oligarquía sindical en la Argentina que no tiene autoridad moral para hablar en defensa de los pobres ni de los trabajadores. Porque muchas veces perjudican a los afiliados al gremio para beneficiarse ellos y porque hay muchos, insisto, no todos, que son ultramillonarios que no pueden explicar como hicieron su fortuna. Además, lideran gremios donde los laburantes son pobres, pasan hambre o distinto tipo de privaciones.
Yo no estoy en contra de los delegados, ni del gremialismo honrado. Lo valoro como instrumento democrático de defensa de los más débiles en el capitalismo muchas veces salvaje que solo piensa en la codicia y la rentabilidad. Le digo más: admiro a aquellos gremialistas honrados que defienden a sus compañeros de los atropellos patronales. Siempre pongo el mismo ejemplo porque me consta sus manos limpias: Víctor de Gennaro. Pero hay muchos hombres y mujeres que ejercen con dignidad y honradez su cargo. Otro ejemplo: no tengo una sola referencia mala acerca de la ética de Juan Carlos Schmidt, por ejemplo. Se puede estar de acuerdo o no con su pensamiento y con las decisiones. Pero lo considero una persona de bien y no lo odio por su condición de sindicalista. Ya le dije, todo lo contrario. En Uruguay, en Bolivia, en Chile, está lleno de gremialistas que defienden a sus afiliados sin robar y rinden cuentas como corresponde. Viven austeramente, igual que sus representados.
Pero en Argentina hay una casta de millonarios y mafiosos y corruptos y patoteros que ensucian la democracia y su indignidad salpica al resto de la dirigencia. Es cierto que muchos dirigentes honrados por temor, o por defensa corporativa, no condenan ni combaten con vehemencia a aquellos jerarcas y burócratas sindicales que denigran la actividad.
Le doy un ejemplo. En una defensa insólita y bizarra, Moyano dijo que Marcelo Balcedo era periodista. Fue tragicómico, recién lo escuchamos. Balcedo hizo la plata extorsionando gente desde los medios que tenía y robando fondos de los trabajadores en su gremio. Era miembro de la CGT y gente de su confianza integró las listas de Cristina. Pero hagamos un ejercicio de fantasía. Supongamos que Balcedo es periodista. Yo lo repudio con toda mi fuerza y convoco a que todas las organizaciones de prensa en las que estaba, si es que estaba en alguna, lo expulsen por estafador y corrupto. No me preocupa si una persona es periodista o gremialista, peronista o radical. Yo condeno a los delincuentes y me importa un bledo su oficio o ideología. Creo, por ejemplo que Valentín Díaz Guilligan que es funcionario de Mauricio Macri debe ser echado del gobierno. Basta de gente con cuentas en paraísos fiscales que no denuncian. Hay que predicar con el ejemplo. Le juro que ninguno de mis amigos y familiares tiene una cuenta en Andorra ni en las Islas Seychelles. Los que violan la ley deben ser castigados con todo el peso. Deben ir a la cárcel como corresponde. Para que los argentinos decentes sepan que hay premios y castigos. Y que aquellos que no robamos, ni cobramos coimas y que pagamos nuestros impuestos no somos unos boludos. Somos ciudadanos que hacemos lo que corresponde.
Yo no escuché jamás una sola palabra de condena de Hugo Moyano hacia los corruptos. Hay como una omertá. Un silencio mafioso. Una defensa corporativa, hoy por ti mañana por mí.
Por eso le dije en la cara los ejemplos más pornográficos e ineludibles.
Para hablar en nombre de los pobres hay que tener una conducta intachable y una ética transparente.
No es el caso de Moyano ni de su hijo Pablo ni de su esposa Liliana ni de sus hijos.
Estamos hartos de dirigentes sindicales atornillados a sus cargos eternamente que viven como magnates y que incluso algunos, negocian con los empresarios distintas prebendas para que nunca haya otra lista que pueda ganarles las elecciones. Son los representantes de la lista única que andan en autos importados carísimos y con guardaespaldas pesados. Viven en mansiones, son patoteros, pistoleros en algunos casos. Eso es lo que yo condeno y lo que la inmensa mayoría del pueblo argentino condena. No, como dice Moyano, porque son negros y peronistas. Ese es un prejuicio muy viejo que no se sostiene y que ya fue superado, como bien le dijo Mirtha Legrand. No niego que existen algunos grupos ultra minoritarios que son gorilas de libro y que discriminan a los más humildes. Pero Moyano coloca en ese grupo despreciables a todos los que no miran para otro lado ante la mega corrupción política y sindical. Moyano llegó al extremo el otro día, en su nuevo concubinato con Cristina, de decir que no le consta que sea corrupta y que debería volver al peronismo. Eso es ser oligarca. Eso es estar en contra de los pobres y los trabajadores. Ocultar los negociados sucios de los kirchneristas o de los sindicalistas.
La marcha de Moyano es en defensa propia. Por eso tantos viejos compañeros de ruta le dieron la espalda. Alrededor de su convocatoria se sumaron todos los sectores que fomentan incidentes y ponen dinamita para que estalle la democracia y sea derrocado el presidente constitucional.
El día que los pueblos sean libres, la política será una canción, decía León Felipe. Me permito parafrasearlo: el día que los sindicalistas sean honestos la democracia se habrá consolidado. Porque eso obligará a los empresarios y a los funcionarios a que también se comporten con manos limpias y uñas cortas, como corresponde.
La bandera de la ética, la transparencia y la libertad no soluciona todos los problemas de injusticia social en un país. Pero sin decencia y con violentos autoritarios, nada se puede construir. Honestidad y libertad son los pilares de la Argentina que se viene. Hay que sembrar nuevos dirigentes con esos valores y extirpar a los que envenenan el sistema con su corrupción y autoritarismo. Se lo digo más simple: Moyano y Cristina son un emblema de lo peor de la Argentina. De un pasado nefasto que no debe volver. En eso creo: lo digo acá en la radio, en lo de Mirtha Legrand y en donde pueda.