Cambiemos, cambió – 16 de mayo 2018

El primer paso para solucionar un error es reconocerlo. Bajarse del caballo de la soberbia y aceptar que hay una dificultad. Y cambiar lo que sea necesario para seguir avanzando. Encapricharse y apelar al autoengaño solo conduce a la multiplicación de los problemas. María Eugenia Vidal dijo que estaban en dificultades. Marcos Peña asumió que el gobierno había bajado un escalón en la credibilidad y el propio presidente Mauricio Macri comunicó en un par de declaraciones que no se sentía dueño de la verdad. Bajo presión y en medio de una tormenta cambiaria de grandes proporciones, Cambiemos, cambió. Tomó decisiones audaces y correctas en lo económico y por ahora consiguió superar las turbulencias y volver a navegar en aguas tranquilas. Otro error sería creer que los problemas de fondo se resolvieron. De ninguna manera. Todavía la inflación, la desocupación y la pobreza son muy altas y el endeudamiento y el gasto público, insostenible por mucho tiempo. Hace meses que algunos dirigentes o periodistas, como es mi caso, veníamos alertando porque la política del gobierno estaba demasiado encerrada sobre si misma y que todas las decisiones estaban en muy pocas manos. En varios planos Cambiemos aparecía aislado, con cierto sectarismo, demasiado confiado en que solo podía resolver los desafíos más grandes que se le venían. Frente a esas enfermedades, la política ofrece dos grandes remedios: abrir la puertas y las ventanas, dejar que se oxigene el pensamiento y en algunos casos también los funcionarios. Escuchar a más gente, sumar más opiniones, ampliar las bases de sustentación del gobierno. Y esa es la buena noticia de las últimas horas. Macri supo escuchar y canalizar ese reclamo. Sumó a la mesa de las decisiones importantes a cuadros que cualquier gobierno quisiera tener en sus filas. Hablo de Ernesto Sanz, un radical que presidió su partido y que fue arquitecto junto a Macri y Elisa Carrió de la construcción de Cambiemos. Por distintos motivos estaba cada vez más lejos y ahora el presidente comprendió que lo necesita cada vez más cerca. Es un hombre inteligente, con estrategia y trayectoria que se puede equivocar como todos nosotros pero que seguramente va a ayudar a que el gobierno se equivoque cada vez menos.
Lo mismo pasa con Emilio Monzó. Conoce el peronismo como la palma de su mano porque en ese universo se formó. Es dialoguista, constructor de alternativas, fabricante de consensos parlamentarios y fue el artífice del armado de Cambiemos en casi todas las provincias argentinas. Encima tiene una gran relación personal con Macri. Pero por distintos motivos, diferencias de criterios o matices, lo fueron congelando y apartando. Pero María Eugenia Vidal tuvo la astucia y la humildad de convocarlo nuevamente al corazón del poder y Monzó, otra vez está en el lugar donde siempre debió estar: colaborando al lado del Presidente y sus principales espaldas.
La presencia cada vez más importante de Fernando Sánchez es clave. Es la mano derecha de Elisa Carrió y, pese a su juventud, es un hombre honrado que tiene cintura suficiente para imaginar nuevos escenario y para anticiparse a nuevas tormentas.
Todas las voces todas. Ese debería ser el nuevo lema de Cambiemos. Además del Si se puede. Porque el Pro es un partido demasiado nuevo históricamente, porque tiene grandes cuadros pero pocos y porque no hay demasiada experiencia en los manejos de una coalición donde conviven por lo menos tres partidos distintos, tres visiones que deben respetarse y enriquecerse con el pensamiento del otro.
Este es el gran cambio de Cambiemos. en los últimos días. Y es muy positivo. Creo que debería profundizarse. Sumar, incorporar, acercar a trabajar a la mayor cantidad y calidad de personas. Solo deben quedar afuera los golpistas y los corruptos del kirchnerismo. Con todos los demás se puede dialogar, acordar, encontrar algún punto en común por más mínimo que sea. Pero el kirchnerismo tiene otros objetivos: destruir al gobierno y a la democracia. Ya lo intentaron desde el poder mediante la instalación de un chavismo K autoritario y estafador y lo siguen intentando desde el llano poniendo palos en la rueda y fomentando el caos y la violencia.
Insisto: un gobierno que no tiene mayorías parlamentarias debe relacionarse con todos menos con los golpistas y los corruptos.
El propio presidente Macri lo dijo con todas las letras: “La sociedad hoy no se divide entre Cambiemos y el peronismo. La sociedad hoy se divide entre los que queremos construir un futuro y los que los quieren destruir”. Gran frase. Impacta por lo clara y correcta.
Ahora sí, parece que ya pasó lo peor. No hay que confiarse y estar siempre alertas. Los especuladores solo entienden el lenguaje del dinero y hay que hacerles perder plata y no pedirle que nos tengan piedad.
Pero que nadie crea que ya se solucionaron los problemas de fondo. La búsqueda de un acuerdo nacional debe ser amplia, generosa y cargada de responsabilidad. Por ahora el gobierno lo quiere para bajar el gasto en el presupuesto del año 2019. Aquí también creo que se queda corto. Tiene que ir más a fondo porque va a ser difícil que los opositores acepten firmar algo que solo solamente un ajuste. Esta crisis abrió una gran oportunidad para cambiar el tablero de la discusión. Sería un gigantesco paso adelante buscar consensos en 5 temas de estado y que se firmen por 4 años. Los dos que le restan a Macri y los dos siguientes que todavía no sabemos a quién le van a tocar gobernar. Ese sería un aliciente para que firmen y se comprometan todos. Los que gobiernan hoy y los que aspiran a gobernar mañana. Temas estratégicos como la energía, la lucha contra la pobreza, las mafias y los narcos y el veneno inflacionario, debería ser parte de una suerte de “Nuevo acuerdo o contrato democrático”. No me gusta llamarle pacto porque suena a componenda. Ni gran acuerdo nacional porque suena a la dictadura de Lanusse. Pero el concepto es ese. Pegaríamos un gran salto institucional y se ganaría mucha confianza entre los argentinos y en el extranjero. Una clase política dispuesta a competir con las mejores armas para gobernar mejor pero que no ponga dinamita en el camino del que le toque gobernar. Hay que apostar a la convivencia pacífica.
Nos acercaríamos mucho a la Republica que queremos. Con los ladrones presos, con la justicia independiente, con la devolución del dinero robado y con el futuro mejor para nuestros hijos. El gradualismo es el único rumbo razonable. No es posible volver a un populismo demagógico que siga imprimiendo billetes con cada vez menos valor. Y tampoco cumplir el sueño de la derecha financiera insensible que no entiende nada de política y plantea despedir a 5 millones de trabajadores del estado. Por ambos caminos iríamos al precipicio institucional. Por eso es correcto que Macri haya ratificado el gradualismo: el paso a paso. Para cuidar a los más débiles y a las instituciones. La paciencia de la ciudanía es un insumo clave. Para eso el gobierno tiene que mantener la política de comunicación que tuvo en esta última semana. Dar la cara, decir la verdad, poner el pecho y explicar todo el tiempo. En la política no hay espacios vacíos. El lugar que unos dejan libre, es inmediatamente ocupado por otros. Y los medios de comunicación son un buen territorio para el debate sano, plural y constructivo. Cambiemos, cambió. Y es una buena noticia.