Abortar el fanatismo – 13 de junio 2018

Hace cuatro meses, cuando se inició el delicado debate del aborto, yo le hablé de esta nueva grieta nacional que atraviesa la grieta anterior. Hoy más que nunca, le quiero decir que estoy en contra de los fanatismos de ambos lados. De los que nos quieren imponer su verdad a los empujones. De los fachos de toda desfachatez como monseñor Héctor Aguer y de los troskos de toda tosquedad que son capaces de orinar o apedrear una Catedral. No creo que los que apoyan la legalización del aborto sean asesinos de bebes ni que los que están en contra sean asesinos de madres pobres. No se puede acusar de criminal a otra persona porque piensa distinto. Es cierto que mayoritariamente hubo posturas razonables, con argumentos sólidos, sociales, científicos y legales de primer nivel. Pero los extremos, como siempre se juntaron para cargar de pólvora y de odio el clima en el Congreso y en la calle.
En este debate los únicos enemigos son los fundamentalistas. Y a las pruebas me remito:
A Mario Negri, presidente del interbloque de Cambiemos, radical cordobés lo amenazaron de la manera más repugnante. Se metieron con sus hijos y con sus nietos. Viralizaron su número telefónico para presionarlo. Negri con mucha prudencia y sin agredir a nadie había dicho que está a favor de despenalizar el aborto. Los que tienen como religión al totalitarismo, un grupo minoritario le quiso hacer cambiar su voto metiendo miedo a su familia. Una locura. Eso de un lado.
Del otro lado, entre los que también tienen como dogma ideológico al totalitarismo, una jovencita llamada Manuela Begino Lavalle, del centro de estudiantes de la escuela Rodolfo Walsh dijo que si no se aprueba el proyecto, ella espera “que se produzca una rebelión popular”. Una joyita. Es decir, soy democrática solo si gana la votación lo que yo pienso.
De ambos extremos se tiraron con la muerte. Muriel Santa Ana dijo que a los que se opongan desde sus bancas “llevarán de por vida sobre sus espaldas a las muertas que de aquí en más produzca la industria del aborto clandestino”. El padre Pepe Di Paola, a quien valoro por su trabajo maravilloso poniendo el cuerpo en las villas contra las drogas y la exclusión social, llegó a decir que “El genocidio (de bebes) es inspirado y promovido por el Fondo Monetario Internacional”. Eso cayó como una bomba entre el presunto progresismo que está a favor de la despenalización del aborto y en contra del FMI.
Yo estoy a favor de la vida y de la legalización del aborto. Como dijo el ministro de Salud, Adolfo Rubinstein, “en los países que adoptaron el aborto legal, seguro y gratuito; bajó drásticamente la mortalidad de las madres.” Esa es mi mirada. Lejos del dogma religioso o ideológico y cerca de una política de salud pública. Le doy un solo dato que me parece demoledor: en Argentina se hacen alrededor de 500 mil abortos al año, (clandestinos o ilegales, por supuesto) y en España, 90 mil. La mayoría de los países del mundo tiene el aborto despenalizado hace años. Estamos hablando de naciones desarrolladas. En Estados Unidos es legal desde 1973, en España desde hace 8 años, en Uruguay hace poco pero los números demuestran cómo bajaron las muertes de embarazadas. Sin embargo, en Venezuela, sigue siendo delito después de 18 años de chavismo. Con la excusa de combatir al liberalismo consumista, individualista y hedonista, muchas veces las iglesias han sido compañeros de ruta de populismos autoritarios. En este país, esta es la primera causa de muerte de las mujeres embarazadas. ¿Escuchó bien? La razón más importante por la que se mueren las mujeres embarazadas en la Argentina es por los abortos realizados en forma oculta y sin ninguna seguridad sanitaria. En general, como siempre ocurre, el hilo se corta por lo más delgado y las que mueren son las más pobres de las pobres, las que no lograron ni siquiera educación para no tener embarazos no deseados o que fueron violadas y que no saben ni lo que es un anticonceptivo.
Como siempre, quiero comportarme con la mayor honestidad intelectual posible. Espero lograrlo. Yo sé que muchos oyentes se van a enojar conmigo, pero creo, que en el debate público cada uno debería dar su opinión sin miedos ni hipocresías.
Comparto absolutamente el lema: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir”. Le aclaro de entrada mi postura que también incluye mi respeto por los que piensan distinto. Adhiero fervorosamente a sacar de debajo de la alfombra los temas conflictivos y ponerlos en la mesa del debate racional. No me gusta el oscurantismo. Esa frase que dice “De eso no se habla”, me parece el origen de todas las censuras. En democracia, se habla de todo. Con responsabilidad social y libertad.
No estoy de acuerdo pero comprendo y valoro a aquellos que quieren mantener penalizado al aborto. No los siento mis enemigos. Los siento mis conciudadanos con los que, igual que en toda sociedad, podemos llegar a consensos o disensos en distintos temas. Ese es el ADN de la democracia. Sin amenazas ni extorsiones para nadie.
Una ex mujer de un legislador salió ventilar a los medios que su marido que está en contra de la despenalización la había hecho abortar cuando estaban casados.
Otro diputado, el tucumano Facundo Garretón de Cambiemos, recibió esta mañana más de 650 mensajes de desconocidos en su teléfono porque manifestó que está indeciso. Todos tenían el logo que dice “Defendamos las dos vidas” que corresponde a los que usan pañuelos celestes y se oponen a la ley.
Hay una lectura política de todo esto. Es la respuesta a la pregunta de porque el presidente Mauricio Macri habilitó este debate que le genera confrontación entre sus propios dirigentes y funcionarios y en su propio electorado. Es una polémica que atraviesa transversalmente a los distintos partidos. Algunos dicen que Macri adoptó esta postura porque necesitaba una cortina de humo que oculte el malestar por la economía o que fue una respuesta a la persistente apuesta del Papa Francisco a la oposición peronista/ cristinista. Los que quieren a Macri aseguran que en realidad esta es la confirmación de que Macri no es un conservador de derecha y que en lo cultural es un dirigente moderno que registra los cambios que la sociedad está demandando. Así como Raúl Alfonsín abrió las puertas para el divorcio y Cristina las del matrimonio igualitario, Macri sigue ese mismo camino donde las creencias religiosas no se le pueden imponer a toda la comunidad. Nadie obliga a ningún ciudadano a divorciarse ni a ser homosexual. Pero lo puede hacer y ser si tiene ganas y quiere sin que por eso se coloque fuera de la ley. Con el tema del aborto es lo mismo. El estado no está fomentando el aborto. Todo lo contrario. Con educación y anticonceptivos va a haber muchos menos abortos. Estoy seguro. Y con aborto legal va a haber menos muertes.
Insisto con lo que le dije al principio. Esta es mi posición y respeto la opinión contraria. No creo que María Eugenia Vidal o Esteban Bullrich sean malos dirigentes por defender la histórica postura de la Iglesia. Tampoco creo que Máximo Kirchner se convierta de golpe en honesto porque se puso un pañuelo verde y apoyó la despenalización. Es peor la cuestión. El príncipe Máximo, el hijo de la reina Cristina, batió todos los records de hipocresía cuando dijo que: ““Uno escuchó decir hasta que una mujer que interrumpe el embarazo es una asesina o que abran menos las gambas. Fíjense cómo es la derecha Argentina que pasó de decir que se embarazaban por un plan a cuidar las dos vidas”. Eso dijo Máximo ocultando que Macri abrió el debate y Cristina lo cerró durante 12 años con mayorías parlamentarias. Impuso su verticalismo que enmudeció a todos y a todas. Los K no se atrevieron ni a mencionar la palabra aborto. Cristina los hubiera mandado a la Siberia. Y ahora revolean el pañuelo verde y tratan de apropiarse de la iniciativa. Bastardean todo lo que tocan.
Hay una nueva grieta en la Argentina. Que atraviesa la grieta anterior. Ojalá podamos demostrar como sociedad que hemos madurado. Que vamos a ser capaces de aceptar el resultado de la votación por más pareja que sea. Y que cada uno seguirá peleando pacíficamente por sus convicciones. La democracia garantizó este debate y seguirá garantizando todos los debates. Lo único que hay que abortar es al fanatismo.