Margarita: pan, paz y trabajo – 27 de septiembre 2018

La Fundación Margarita Barrientos realizó anoche su cena anual para juntar fondos. Fue realmente conmovedora, emotiva y el ejercicio de una gigantesca solidaridad. Margarita, la flor más bella estaba más bella que nunca. “Me tiré el ropero encima”, me dijo sonriente. Se sentó en la mesa al frente de Mirtha Legrand y al lado de Pampita quienes ayudaron a recaudar ese dinero que tanto necesita y que Margarita no mide en dólares, los mide en camiones de mercadería, fideos, aceite, azúcar, harina.
Todos nos olvidamos por un rato de los ladrones de estado kirchneristas que están llenando las cárceles. Todos nos olvidamos de los acuerdos con el FMI y de los problemas económicos. Margarita es la santa del pan de todos los días de 2.200 niños, 500 madres y 100 abuelos. Transmite una paz de monasterio. Mirtha dio una primicia: va a transmitir uno de sus programas desde el restaurante que en un vagón de tren se inauguró en el comedor Los Piletones y confesó que las dos veces que estuvo en la villa, no podía dejar de llorar. Es que ver tanta exclusión y tantas necesidades cara a cara y tanta entrega voluntaria de gente que ayuda es un acontecimiento que nos marca el corazón y el alma para siempre.
Mucha gente conocida estuvo poniendo el hombro. El presidente Macri pasó a saludar un rato. Participaron empresarios importantes, el ministro Rogelio Frigerio y Diego Santilli, entre otros funcionarios y políticos, en la conducción del evento, la genial Maju Lozano y para mi gran orgullo, mi hijo Diego. Se remataron camisetas firmadas por los jugadores. El flaco Schiavi se puso la de Boca. Tinelli compró la de San Lorenzo. Subastaron una rosa confeccionada por el orfebre Juan Carlos Pallarols con el metal de las balas de la guerra de Malvinas. Nos corría frío por la espalda por semejante símbolo. También sumaron su apoyo Lizzy Tagliani, Claudia Villafañe, Carna, Javier Calamaro y la música de Ráfaga, entre otros.
El comedor Los Piletones está cumpliendo 22 años. Aquel esfuerzo titánico de Margarita Barrientos hoy es mucho más que un comedor. Es un complejo solidario que tiene guardería, un centro de jubilados, consultorios médicos, una huerta hidropónica que produce alimentos sanos, una biblioteca donde hay clases para apoyar a los chicos, un taller de costura y hasta una veterinaria. En los últimos tiempos y como parte de su combate frontal contra la exclusión y la droga, inauguraron una escuela de carpintería que enseña un oficio y que además fabrica los muebles que se utilizan en este faro de la fraternidad instalado atrás de la cancha de San Lorenzo.
No me canso de repetir que Margarita es un símbolo de la Argentina que florece. Ella tiene nombre de flor y es la más bella del barrio. Hace ya muchos años en esta columna la definimos como la madre Teresa del bajo Flores. Ella tiene mucho que ver con mi historia periodística y hasta con la de mi hijo al que llevé desde muy chico a conocer ese mundo real que muchos quieren ocultar.
Me hace feliz contar una y otra vez su historia de sacrificio. De solidaridad. Margarita Barrientos a esta altura es un ejemplo del tipo de líderes sociales que necesitamos. Humilde, alegre, de esas que no bajan los brazos nunca, de las imprescindibles. Tiene 10 hijos a los que les enseña a valorar la vida y a pelear para progresar. Solamente se les escapan las lágrimas del duelo cuando recuerda a Isidro, su esposo que murió hace poco. El comedor que Margarita inauguró en su tierra natal, en Añatuya, con el presidente Mauricio Macri a su lado, lleva su nombre: “Isidro Antúnez”.
¿Se acuerda? A Isidro le faltaba un brazo pero le sobraba un corazón. ¿Se acuerda como fue el tema, no? Isidro estaba trabajando con un tractor y en un accidente se le cayó encima y eso le hizo perder un brazo. Pero estuvo apuntalando a Margarita desde siempre. Andaba con la camioneta de acá para allá trayendo donaciones, buscando materiales de construcción.
Porque si algo extraordinario pasa en el comedor los Piletones de Margarita es que siempre se está construyendo, en todos los sentidos de la palabra. Siempre hay ladrillos para levantar una nueva utopía. Hace 22 años que se está edificando. Cuando la Argentina se caía a pedazos en el 2.001 y todo se destruía yo fui a Los Piletones para ver que necesitaban y ellos estaban construyendo. Además en ese lugar se remonta la esperanza. Se planifica el horizonte. Se ofrece afecto, abrazos, educación, contención y dos platos de comida caliente.
Las injusticias y las adversidades le han pegado siempre en el pecho y ella siempre respondió con más esfuerzo y con más alegría. Margarita es la cocinera de los milagros. La que prepara todos los días, con sus manos generosas y su mirada limpia el sabroso milagro de un desayuno, un almuerzo y una cena para sus vecinos, sobre todo chicos y abuelos de la villa. Cada vez que recibe una donación ella lo transforma en ayuda a sus semejantes. Sabe que hacer el bien hace bien y mucho más si se lo hace sin mirar a quien. El escudo de Margarita es el delantal.
No se lo saca nunca. Siempre está cocinando, o comprando o limpiando. ¿Qué lleva a una persona a ser solidaria hasta los huesos? A dar hasta que duela como decía la Margarita Barrientos de Calcuta. Está a media hora del obelisco como si estuviera en medio del monte chaqueño. Cuidando las garrafas como si fueran de oro y la manteca y dulce de batata como si fueran lujos de príncipes.
Permítame y disculpe que saque pecho y le recuerde uno de los hechos que más orgullo me provocan de mi oficio de periodista. Fue un hecho mágico y maravilloso que ocurrió con Margarita en este programa. Un día le hicimos una entrevista como tantas. Pero los diarios habían publicado que Baltazar Garzón, el ex juez español, estaba cobrando del gobierno de Cristina 70 mil pesos (de aquella época) por mes como asesor en Derechos Humanos. Se nos ocurrió preguntarle a Margarita que haría ella con tanto dinero. Y ella confesó que su sueño era construir un Centro de Atención para las Víctimas de Violencia Familiar. Como Margarita siempre piensa en los que más sufren, se acordó de tantas mujeres que por las noches llegan a su casa pidiendo auxilio frente a los golpes brutales de sus maridos, muchas veces borrachos. Como siempre, los gravísimos problemas de la marginalidad y la exclusión, Margarita los vive en carne propia. Nadie le tiene que contar que es lo que pasa con los excluidos. Es ella la que pone el cuerpo cuando llega una mujer llorando, con sangre en su rostro, cargando uno o varios chicos y que pide protección. Muchas veces Margarita no se da cuenta pero evita que haya asesinatos. Una vez ella misma sacó a cachetazos limpios a un hijo de puta que quería seguir trompeando a su esposa. Margarita, su cuerpo, su coraje, su conciencia es un refugio para los más débiles y para las víctimas de ese despreciable delito que es la violencia de género. Por eso ella soñaba con un refugio. Y ese sueño se convirtió en realidad por el milagro de la radio y la generosidad. Emilio Quesada, un empresario español que se casó con Jackie, una pampeana y se quedó para siempre, resolvió donarle ese edificio. No se imaginan lo que es ese lugar. Con todas las comodidades y necesidades satisfechas para contener y proteger a la mujer golpeada. Un sueño de Margarita hecho realidad. Margarita ya tiene un lugar en el mundo para las mujeres de la villa cuya vida era un calvario.
La luz se hizo. El milagro de la esperanza no cayó del cielo. Fue construido por hombres y mujeres que aman a su prójimo como a sí mismos. Ella sabe desde la cuna lo que es el dolor y el horror. Le pasó de todo allá, en el fondo de Santiago del Estero. Su madre murió temprano. Su padre los abandonó y eran once hermanos. Eso suele pasar demasiado seguido en los subsuelos de la patria. Margarita sabe desde la cuna lo que es el hambre y lo que provoca. No se lo contó nadie. Sabe muy bien cuando la panza duele porque está vacía. Se sienten como cuchillos invisibles que se clavan. Por eso hace lo que hace. Lo hace porque sueña con un país donde nunca más nadie sienta esos dolores quemantes de la miseria. Hace mucho tiempo viene lavando nuestras miserias y nuestros pecados en los piletones del Bajo Flores. Está lejos de Calcuta y muy cerca de las necesidades más profundas de sus prójimos. Se llama Margarita y es una flor que nos perfuma la vida.
Entre tantas pálidas y malas noticias, entre tantos ladrones y especuladores, bien vale la pena ver la Argentina que amanece todos los días buscando un mejor amanecer para todos. Margarita es de las imprescindibles. De las que luchan toda la vida. De las que trabajan todos los días ayudando a los que más necesitan. La madre Teresa del Bajo Flores. Margarita, la flor más bella.