García Márquez en Netflix – 6 de marzo 2019

Un día como hoy, en Aracataca, nació un niño que fue bautizado Gabriel José de la Concordia García Márquez. Conocido por el mundo literario como Gabo que hoy cumpliría 92 años. En este cumpleaños imaginario, en esta celebración de su llegada a este mundo hoy García Márquez va a recibir el mejor de los regalos por parte de sus hijos Rodrigo y Gonzalo. Le estoy dando una primicia para la Argentina. Escuche bien: Cien Años de Soledad se va a convertir en una serie de Netflix. Si, así como lo escucha, no es un chisme de Macondo. Es una primicia para la Argentina y está confirmada: Cien años de Soledad se va a convertir en una serie de Netflix.
La familia ya cedió los derechos y vamos a asistir a un acontecimiento cultural de grandes dimensiones. Primero porque se respetó el deseo de Gabo de que la obra sea llevada a la pantalla en castellano y que sea rodada mayoritariamente en Colombia. Y segundo, estamos ante un desafío tremendo para Netflix. No será fácil llevar a las imágenes visuales las metáforas del realismo mágico cargadas de sabores y aromas del texto escrito y la fantasía que despierta la familia Buendía entre los lectores. Es un hecho histórico. Hay que tener en cuenta de que para muchos expertos, Don Quijote de la Mancha de Miguel Cervantes Saavedra y Cien Años de Soledad son las obras cumbres de la lengua española. El periodista Andrés Hoyos Vargas lo reveló en el diario Tiempo de Bogotá.
Es un regalo de cumpleaños para Gabo que hace ya 5 años que murió en México. Un maldito cáncer linfático y una perversa neumonía, se complotaron para asesinarlo a los 87 años.
El 5 de junio de 1967, la editorial Sudamericana publicó en Buenos Aires “Cien años de Soledad” de Gabriel García Márquez. Vendió 50 millones de ejemplares, fue traducido a 39 idiomas y fue el empujón para el premio Nobel de Literatura. Pero es maravilloso conocer la crónica de un éxito anunciado que hoy volverá y será millones por Netflix.
Gabo empeñó un calentador y un secador de pelo y, con ese dinero, pudo enviar los originales de su nuevo libro a la Argentina. La historia del recorrido de “Cien Años de Soledad” parece escrita por García Márquez. El mensajero tuvo un accidente en la moto y todos los originales quedaron sembrados por el pavimento mojado. Buenos Aires era una mezcla de Macondo y Paris. Casi un diluvio universal. Esos papeles con las letras corridas pudieron rejuntarse pero ningún editor quería convertirlos en un libro. Creían que era un texto menor de un colombiano desconocido. Sólo Paco Porrúa de editorial Sudamericana se atrevió y el libro comenzó a venderse en cataratas. En 20 días agotó 8 mil ejemplares.
Todos empezaron a hablar de él y por eso Primera Plana lo llevó a su primera plana. Gabo cobró sus primeros derechos de autor y volvió rapidito a la humilde pensión en la que estaba alojado. Acomodó todos los billetes sobre la cama y se tiró encima a dormir la siesta más feliz de su vida. Estuvo 15 días de gloria en Buenos Aires. Nunca más volvió. Nunca más volverá. Es una lástima, pero es como si lo tuviéramos dentro en cada corazón y en cada neurona.
Sobre todo los periodistas que le debemos tanto. Y los amantes del idioma español. El día que murió derramamos lágrimas negras de luto. Con su ausencia sentimos que se nos venían encima a nosotros los cien años de soledad.
García Márquez fue uno de los más grandes escritores de todos los tiempos y una estrella guía para los periodistas. Levantó la ética como bandera y llenó las palabras de alas y colores. Apuntó con sus cañones a la censura y el autoritarismo y distribuyó placer por la lectura.
Se murió con todas las utopías intactas.
Tuvo todas las virtudes y enfermedades de un buen periodista. Escribía como los dioses, obviamente era obsesivo, curioso, detallista, desconfiado. Vivía anotando cosas en su libretita y a la vejez viruela: era un fanático de la computadora y de internet.
Lo considero una suerte de espejo utópico de los periodistas. Le recuerdo, que con los 300 mil dólares del premio Nobel resolvió fundar un diario absolutamente independiente, creativo y novedoso llamado “El otro”. Y por eso convocó también para nuestro orgullo nacional y popular a Rodolfo Terragno y Tomas Eloy Martínez. El diario nunca se hizo. Gabo contaba que tenía pesadillas con el ruido de las rotativas.
Una tarde en la Habana vieja, el querido gordo Soriano me lo presentó y me invitó a compartir el café y la mesa. Hubo una sola exigencia: no se publica nada de lo que se habla. Y yo me di el gusto de abrir mi cabeza, de convertirme en esponja para escuchar todo y de mirarlo como quien mira al genio y a la lámpara también.
Me hubiera gustado decirle que yo recordaba casi de memoria, como un rezo laico las palabras que pronunció en 1982 cuando le dieron el premio Nobel.
– Creo que le debo al periodismo la mitad del premio, porque con esta profesión aprendí a escribir novelas.
Cuando se enteró de lo que pasaba en la Argentina con los desaparecidos y la dictadura y que uno de los desaparecidos era su compañero cofundador de la agencia Prensa Latina, Rodolfo Walsh, se fue a ver al Papa Juan Pablo II. Le dio una carta que hablaba de Videla y los crímenes atroces y le pidió la bendición para enviarla por todo el mundo. Confieso que hoy, con la contundencia de la realidad, es más fácil decirlo. Pero lo único que le reprocho es que haya sido tan fiel en su amistad dogmática y acrítica con Fidel Castro cuando aquel libertario que pasó a retiro al dictador Fulgencio Batista ya se había convertido en un tiranosaurio stalinista.
Así era Gabriel García Marquez.
Su amor por el relato tiene un origen muy claro. Hay que volar hacia las húmedas siestas del pueblito de Aracataca. Hay que respirar el aroma caribeño del mango y la guayaba.
Hay que recordar que él se definía a sí mismo como uno de los 16 hijos de un humilde telegrafista de un pueblito perdido en el Caribe.
Hay que aguzar bien el oído para escuchar a doña Tranquilina Iguarán Cotes, la abuela de Gabito que le cuenta aventuras fantásticas de barcos y piratas. Allí empezó todo.
Así empezó su libro fetiche: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.
Hubo cientos de escritos, miles de metáforas voluptuosas y de datos precisos y filosos. Hubo periodismo del mejor, literatura sobrenatural.
Los años lo fueron golpeando con una maldita enfermedad. Yo lo recuerdo, erguido, orgulloso aquel día que rechazó el frac para recibir el Nobel y se enfundó en el Liqui-Liqui, el típico traje colombiano. Pero más recuerdo sus palabras tan reales como mágicas:” Una nueva y arrasadora utopía de vida donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde sea de veras, cierto el amor y sea posible la felicidad y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Su lucha contra los errores fue permanente. En el I Congreso de la Lengua Española, en Zacatecas (México) pasmó a los asistentes con su combativa propuesta: “Jubilemos la ortografía: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y la jota y pongamos más uso de razón en los acentos escritos”.
Hace 5 años ya tuvimos que enviarle un abrazo en el dolor por la pérdida a Mercedes Barcha su eterna mujer de matriz egipcia y madre de sus dos hijos. Él la conoció bailando un vallenato en Sucre donde le confesó que le gustaban los tangos de Gardel, el ron blanco, el tabaco negro y las muchachas multicolores.
Y ya pasaron cinco años desde que lo perdimos y hoy, el día de su nacimiento recibimos el mejor de los regalos. Gabo va a estar en Netflix que es como volver y ser millones o resucitar por otros medios.