Menchi de la libertad – 27 de junio 2019

En menos de una hora, el Menchi Sábat, volverá y será dibujos. Y talentos. En menos de una hora se inaugura la exposición de las caricaturas políticas del Menchi. Justo, unos días después del que sería su cumpleaños número 86.
Esta muestra arranca en la Botica del Ángel, en la calle Luis Sáenz Peña al 500. Van a hablar autoridades de FOPEA, el foro de periodismo argentino que está (estamos) tan preocupados por la defensa de la libertad de prensa en la Argentina. Otra vez el cristinismo tiene posibilidades de volver al poder y ya se habla del salvajadas como una Conadep del periodismo, de meter preso a nuestro compañero Daniel Santoro, un multipremiado ejemplo de periodismo de investigación y en los documentos de La Cámpora vuelven a insistir con el tema Ley de Medios y la posibilidad, incluso, de expropiar y estatizar medios de comunicación privados. Por eso estamos alertas y con la guardia alta. Porque defendemos nuestro derecho a informar pero sobre todo el derecho de los ciudadanos a ser informados. No hay democracia plena sin libertad de expresión plena.
En la apertura de la exhibición de los trabajos de Menchi, también hablarán autoridades de la Academia Nacional de Periodismo. De ADEPA y la fundación Noble, y por supuesto representantes de su familia. Habrá jazz del bueno. No pude faltar en un homenaje que se precie a Sábat. La muestra finalizará el 12 de julio. No diga que no le avisamos. No se la pierda, es entrada libre y gratuita.
Es la mejor forma de recordar a semejante ejemplo como profesional y ciudadano. Faltan poco más de 3 meses para cumplirse un año de su fallecimiento pero ya lo extrañamos con toda el alma pese a que Clarín sigue publicando sus trabajos que mantienen la misma actualidad que los monólogos de Tato Bores. Los dibujos de archivo del Menchi parecen dibujados ayer.
Por suerte quedan sus trabajos magistrales y su gallardía flotando en el adiós con música de Duke Ellington.
Lo recuerdo caminando sigiloso por la vieja redacción de Clarín. Con su delantal gris o azul, como si fuera un mameluco, las manos entrelazadas atrás de su cintura, el pelo engominado y sus anteojos tan enraizados. Era un duende que navegaba entre el ruido de las máquinas de escribir y los linotipos que venían del taller. Hace poco, confesó que extrañaba aquella música de la fábrica de noticias. Todos le decíamos maestro. Su talento había trascendido las fronteras. Publicó sus trabajos en el New York Times y en Liberatión, solo para nombrar dos medios. Había conversado con Jorge Luis Borges, seguramente de su amor por el jazz y el tango. Supo ilustrar a Julio Cortázar sobre Henri de Toulouse Lautrec y recibir un premio de la Fundación del Nuevo Periodismo de manos del mismísimo Gabriel García Márquez. Cuando el año pasado le dieron el Konex de Brillante fue rodeado y aplaudido por todos sus compañeros del diario. Jamás voy a olvidar que el día que me casé y me regaló una de sus creaciones con plumín y tinta china que siempre estuvo en una pared central de living de mi casa. Parecía metido hacia adentro, pensativo e irónico pero era muy feliz tocando el clarinete. Tenía varios y para comprar el primero tuvo que recurrir al ex presidente Jorge Battle que le salió de garante. Escuchaba a Gardel o al Gordo Troilo y disfrutaba las melodías de Charlie Parker y Benny Goodman. Su máxima alegría era la docencia en el atelier glorioso de San Telmo donde había una luz de otro planeta y aroma a colores y a lápices.
Menchi era muchas cosas. Fotógrafo, un artista plástico descomunal, poeta, caricaturista, pero yo lo quiero guardar en mi memoria como un periodista. Fue un editorialista demoledor sin utilizar palabras. Por algo era el presidente de la Academia Nacional de Periodismo. Fue el dibujante de la libertad.
Me dolió en el alma cuando la presidenta Cristina Elisabet, en ejercicio de sus facultades mentales, con alto grado de altanería autoritaria descalificó al Menchi como “un cuasi mafioso”. Nada menos que a Sábat, uno de los personajes de los medios y la cultura más queridos en el ambiente por su honestidad brutal, su austeridad franciscana y su espíritu solidario y democrático. Cuando Cristina y Néstor se apropiaban de las casas de los que no podían pagar las cuotas durante la dictadura en una clara actitud usurera, Sábat se jugaba la vida publicando caricaturas de Videla y Massera manchados de sangre o de un ínfimo, insignificante Bignone sentado en un sillón de Rivadavia gigantesco. Hace poco, en una entrevista dijo: “Miro los dibujos que hice durante la dictadura y creo que es un milagro estar vivo”.
Sábat es admirado y amado por todos. Aquel dibujo de las curitas cruzando la boca de Cristina no eran un deseo de censura: eran una expresión del hastío que producía Cristina hablando hasta por los codos todos los días y por cadena nacional. Cristina fue prepotente e injusta pero también ignorante. Creo que ni sabía quién era Sábat. Pero lo que más me dolió fue el silencio cómplice y cobarde de los artistas y periodistas kirchneristas que si sabían quién era Menchi. Su silencio fue patético.
El retrato que hizo de Nisman fue estremecedor. Su cara limpia en blanco y negro y un chorro de témpera roja saliendo de un agujero en su cabeza.
Sabat fue corajudo, humilde, uruguayo y argentino hasta los huesos y nos dejó una obra maravillosa. Decía que cada dibujo le llevaba 80 años para hacerlo porque durante todo ese tiempo estuvo aprendiendo a dibujar. Entraba en éxtasis no con una caja fuerte porque nunca le sobró el dinero. Lo podían los cuadros de Diego Velázquez y Goya.
Pasó por el diario El País de Montevideo, La Opinión y Primera Plana de Jacobo Timerman y en 1973 echó anclas en Clarín. Ganó el premio Moors Cabot que otorga la escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia.
Uno de sus grandes logros fue haber dejado esos cigarrillos negros que él llamaba petardos y no utilizar teléfono celular. Los correos electrónicos recién los leía a la noche. Nunca nadie lo vió exaltado o fuera de sí.
Dicen que se murió dormido. Por suerte no tuvo que sufrir a sus 85 años.
En aquel adiós y en este reencuentro, me gustaría enviarle un abrazo solidario a Blanca su esposa y a sus dos hijos, Alfredo que sigue su camino en el diario La Nación y a Rafael.
Dicen que el día anterior se fue del diario como todos los días. De riguroso traje y corbata. Entregó su dibujo y le preguntó al editor: “¿Te sirve?”. Saludó la foto que presidía su escritorio, la de Rogelio García Lupo, el Pájaro, otro periodista admirado por su honradez y capacidad intelectual. Uno de sus últimos trabajos fue una caricatura de Julio Blanck que había muerto un mes atrás. Lo dibujó con alas, como a Gardel y a tantos hombres y mujeres que el admiraba y quería. Tal vez hoy este en el cielo con su gente querida, comiendo un chocolate, escuchando música de Piazzola, leyendo a Fernando Pessoa, pintando con acuarelas y peleando como siempre por la libertad. Es que se ganó el paraíso. Menchi querido. Bienvenido a tu muestra de dibujos. Fue un lujo haberte conocido. Fuiste un viento puro en este país. Te extrañamos mucho. Chau y Hola Menchi querido, dibujante de la libertad y la honradez.