Sandra coraje y ciencia – 7 de agosto 2019

Otra de las herencias malditas que dejaron más de 12 años de kirchnerato es la intimidación permanente. Un nivel de patoterismo de estado nunca visto en democracia que se apoya en el falso concepto de que ellos son la patria y que todos los demás somos la antipatria. Eso los habilita a estigmatizar, insultar, escrachar, amenazar y en algunos casos, a pasar a la acción directa y darle una paliza a algún disidente. Aplicaron metodologías musolinanas como enjuiciar en la plaza pública a periodistas e incitar a los chicos para que escupieran fotos de colegas que tenían una mirada crítica de Néstor y Cristina.
Apelaron a todas las formas del apriete. Utilizaron la AFIP, los servicios de inteligencia y los carpetazos para ensuciar y extorsionar jueces y fiscales. Hasta el propio Alberto Nisman fue degradado después del balazo en la cabeza. El fanatismo está en su ADN. Lo llevan en el alma. Por eso cometen salvajadas nunca vistas. Tanto Néstor como Cristina fueron especialistas en escrachar gente desde el atril de su inmenso poder. El ex presidente identificaba a movileros y cronistas que ganaban dos pesos con cincuenta ante la risa y aplauso de su auditorio con Alberto Fernández a su lado. Cristina castigó y puso en la mira al abuelito amarrete, al señor de la inmobiliaria que tuvo la audacia de animarse a decir algo y por eso aclaró que siempre hay que tenerle miedo a dios y también un poquito a ella.
Lo más grave fue la asimetría que existía entre los atacantes y los atacados. Los gobiernos se tienen que cuidar porque muchos de sus esclavos ideológicos pueden interpretar sus palazos verbales como una incitación a que peguen palazos reales. De hecho hubo varios casos de gente agredida. Y peor todavía fue que muchas de esas amenazas se hacían desde el aparato del estado que pagamos todos. En ese sentido 67chorro de Diego Gvirtz fue el ejemplo más claro pero hubo de todo.
Alberto Fernández conoce muy bien estos mecanismos perversos. Porque fue victimario desde el gobierno y luego fue víctima desde el llano cuando se fue enojado con Cristina. Tuvo que probar de su misma medicina. Lo acusaron de todo, de lobista de YPF y lo quisieron callar.
Lo espiaron en sus reuniones. Le hicieron la vida imposible, tal como él se la había hecho a otros cuando era jefe de gabinete tanto de Néstor como de Cristina.
Resulta que ahora Alberto volvió a colgarse de las polleras de Cristina y volvió a utilizar la misma metodología. El escrache que le hizo a la científica Sandra Pitta fue solo un ejemplo. Con nombre y apellido le dijo que no tuviera miedo que él se iba a encargar de cuidarla ante las risotadas burlonas de gente que debería defender la crítica y la disidencia como forma de enriquecimiento cultural con la mirada del otro.
¿Qué había pasado, para tomar semejante represalia pública? Sandra había tenido la osadía de firmar una solicitada de apoyo a la reelección del presidente Macri junto a otros 150 intelectuales y científicos. Nada ilegal ni de otro mundo. Una investigadora del Conicet expresa con libertad su pensamiento. Lo normal en cualquier democracia republicana del mundo. Sandra recibió muchos insultos por eso y las redes sociales se convirtieron en una cloaca irracional para censurar su valiente postura.
El director de un instituto del Conicet de La Plata se preguntó si Sandra iba a seguir trabajando en caso de ganar Cristina. Y otros le dijeron de todo menos linda. Le aclaro que Sandra Pitta Alvarez es un orgullo para los argentinos. Estudió en Uruguay, después 8 años en Estados Unidos y luego en la facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA y hasta tiene un doctorado en filosofía. Hace 17 años es investigadora del CONICET en Ciencias Agrarias, Biotecnología y Biología molecular dentro de la disciplina de Ingeniería de Procesos. Ahora busca que las microalgas se transformen en alimentos, biocombustible y medicamentos.
Sandra es un ejemplo. ¿Sabe porque? No solamente por su valentía al firmar esa solicitada. También porque no teme decir la verdad y nada más que la verdad. Ella es muy crítica de la política hacia la ciencia del gobierno de Macri. Dice que la gestión en su área fue muy mala. Y sin embargo lo vota por otros motivos. Porque ve cambios en la infraestructura, en la seguridad y porque rechaza a los militontos incapaces de pensar sin que sus jefes políticos les bajen líneas.
Esta actitud de apoyo crítico, de impulsar algo sin creerse que es la verdad absoluta, es lo que permite que la democracia respire lejos de convertirse en un régimen dictatorial de pensamiento único como la Venezuela y Cuba que apoyan muchos de los que se rieron con el apriete de Alberto en Ciencias Exactas.
La gobernadora María Eugenia Vidal decía eso en este programa. Que ella y el presidente Macri valoraban más la solicitada de apoyo porque no era un cheque en blanco ni un texto obsecuente. Era un respaldo a la reelección que además marcaba errores o asignaturas que todavía le faltan aprobar. Eso en el kirchnerismo es imposible. Está prohibida la crítica o el pensamiento propio. Eso es “darle pasto a las fieras de la derecha”, dicen mientras aplican un verticalismo jurásico típico de cierto peronismo y cierta izquierda stalinista.
Otro que se salió de la manada fue Guillermo Francella. A través de las redes sociales, me llegó un video con su apoyo a Macri y Vidal. Algo no me convencía y recurrí a la fuente. Llamé por teléfono al exitoso actor para confirmar que ese video no estaba manipulado. Me dijo que era viejo, de la elección anterior, pero que me autorizaba a utilizarlo porque seguía pensando lo mismo y creyendo en el cambio. Francella participa del colectivo de actores donde muchos se comportan agresivamente con los que no militan en el kirchnerismo como ellos. Hay riesgo de que te den vuelta la cara o que compañeros de trabajo se conviertan en tus enemigos. Sin embargo Francella, al igual que Sandra Pita y Federico Andahasi y Juan José Campanella, y Santiago Kovadloff y tantos otros, se animaron a expresar sus ideas y sus esperanzas.
Pregunta chicanera: ¿Alberto Fernández también va a cuidar a Francella como le dijo a Sandra Pitta? Reconozco que el otro día, me enojé y pregunté con un tono de voz elevado: ¿Quién carajo es Alberto para garantizarle seguridad a Sandra Pitta? ¿Es gendarme o policía?
Integra y lúcida, Sandra le contestó: “No cuente conmigo señor Fernández. No necesito que me cuiden. Necesito saber que no necesito que nadie tiene que cuidarme. Hay una Constitución que me protege, tres poderes que algún día aprenderán a ser independientes y un pueblo que no crea en los Mesías”.
Otro energúmeno le dijo loca a Sandra y ella lo liquidó de un saque: “Otra vez descalificar a las mujeres diciendo que están locas: un comentario machirulo”.
Dicen que con su cobardía agresiva, la tropa K en todos los ámbitos donde existen, son capaces de mandarte a un Gulag o de comportarse como en la Alemania Nazi con los disidentes. Se dicen progresistas y son profundamente reaccionarios. Fascistas de izquierda, como dice Juan José Sebreli.
Incluso cuando llega la hora de pelearse o reconciliarse entre ellos se dicen lo peor, y luego actúan como si nada, con la cara dura y las convicciones blandas.
Muchas personas le agradecieron a Sandra porque se sentían asfixiadas por el miedo que imponen los K. Los que votan a Macri lo comentan en voz baja por temor a ser estigmatizados y objetos de bullying. Parece mentira que a 36 años de democracia, muchos ciudadanos tengan miedo de expresar lo que sienten y piensan. Eso habla del tamaño del autoritarismo K y de la gravedad del retroceso democrático.
Muchos de los que apoyaron a Sandra y la convirtieron en una bandera de libertad contra todo tipo de censura escribieron en sus mensajes que “se va a acabar, se va a acabar / esa costumbre de patotear”.
Esa es mi idea del nuevo contrato democrático que tenemos que firmar. En el 83 dijimos Nunca Más a los golpes de estado ni al crimen como herramienta política. Ahora tenemos que decir Nunca más a los ladrones de estado y a los autoritarios y patoteros. Nunca Más.