La sabiduría de la vejez – 6 de septiembre 2019

Esté claro que la masiva marcha del 24-A, les dolió en el alma a los kirchneristas más fanáticos. No la esperaba nadie y ellos tampoco. Miles y miles de compatriotas salieron en forma espontánea a respaldar la República y la Justicia y a manifestar su preocupación frente a la posibilidad de que Cristina vuelva al poder y vaya por todo, tal como prometió. En sus intentos de bajarle la importancia a semejante concentración apelaron a todos sus insultos. Pero esta vez acusaron a muchos de los participantes del delito de ser viejos.
Eso provocó un texto anónimo que vale la pena reproducir:
“Son los viejos que te pueden salir de garantes en el banco porque son decentes.
Son los viejos que tienen factura hasta de la Spica que compraron hace 40 años y tienen todo a su nombre.
Son los viejos de «clase media», que arrancaron comiendo fideos blancos y hoy tienen su casa, su auto o una vida digna después de romperse el lomo 40 o 50 años.
Son los viejos que hicieron los talleres o comercios donde hoy laburan los que laburan, o son los viejos a los que obligaste a cerrar sus negocios o talleres asqueados de tanto apriete para pagar coimas y mantener vagos.
Son gente decente que hizo lo poco que hoy queda en pie.
Son tipos que fueron con la tarjeta SUBE o en subte y que las 7 u 8 cuadras que tuvieron que caminar les dolieron y el frío les hizo mal pero igual fueron.
No los cargaron en micros, ni les pagaron el día, ni les tomaron lista, ni les dieron el refrigerio, ni le cobraron al patrón los del sindicato para después tirarles unos mangos.
No rompieron patrulleros.
No saquearon comercios.
No apedrearon policías.
No destruyeron la plaza… «porque la pagaron ellos».
No remataron a palazos a policías desmayados por sus pedradas.
No pidieron que los mantengan sin trabajar, muchos de ellos son jubilados, tienen achaques y aún trabajan.
Muchos ganan muchísimo menos que un maestro promedio.
Son los que con su Anses te pagaron por años el Fútbol gratis.
Son los que te pagaron automovilismo para todos, computadoras para todos y planes para todos.
Son tus abuelos, tus tíos o tus papás, los que viste levantarse a las 4 am y volver a casa después de las 10 de la noche.
Son a los que vas a buscar cuando estás en el horno para que te salven, te salgan de garantes, te gestionen un crédito o a los que les pedís que te den una mano con tus hijos.
Son los que no duermen tranquilos si no pagaron un impuesto en fecha.
Es la gente decente que formó todo lo que ves a tu alrededor.
Son los que entendieron que «el derecho a una vivienda digna» era el derecho a romperse el culo para poder tenerla y no pidieron nunca que les den nada de arriba, solo pedían que los dejen trabajar y no los jodan.
Son los que compraron el terreno, los que hicieron el pozo del agua, y el pozo ciego ellos y levantaron las paredes con sus manos y hoy tienen el chalet nada lujoso pero digno.
Esa gente es la que te dijo basta.
La gente decente, de callos en las manos de muchos, muchos años.
Sean menos insolentes y cierren la boca.
Sólo por respeto a los mayores”.
Este texto, que circuló por las redes y no me pertenece me obligó a recuperar algunos conceptos que si me pertenecen y que van en el mismo sentido.
No puedo creer semejante prejuicio y discriminación que los especialistas llaman “viejismo”. Es la última de las discriminaciones “aceptadas socialmente”. Encima si tienen más de 45 y son mujeres, hay doble discriminación todavía. En Estados Unidos si además es negra, están en serios problemas. Y Si es gay, ni le cuento.
Pero nadie se atreve a poner un aviso clasificado que diga mujeres, negras o gays, abstenerse. En cambio si ponen avisos que dicen que más de 45 años no reciben.
La discriminación siempre es un veneno social. Por cualquier motivo. Pero además creo que es una torpeza cargada de ineficiencia. Porque los que actúan así no solamente están cometiendo el delito de discriminar sino que se pierden en muchos casos trabajadores impecables.
¿Se da cuenta a dónde apunto? La edad cronológica es una forma jurásica de juzgar a las personas. Conozco pocas personas con la inteligencia, actitud, lucidez y capacidad corporal para colgarse artísticamente de techos y paredes como nuestro compañero de radio, el doctor Alberto Cormillot. Y tiene 80. Hace poco dijo que: “Se ve al viejo como un enfermo, senil, asexuado, pasado de moda, discapacitado, sin derecho y sin pertenencia. Además, se lo considera como gasto para la sociedad y que no contribuye en ella porque no produce. De alguna forma se lo ve como una persona que no tiene los mismos derechos que el resto”.
Si estudiamos un poco, descubriremos que en el 2050 habrá más personas mayores de 60 años que menores de 14. Se está produciendo un cambio fenomenal y no hay que subestimarlo. Y mucho menos despreciar a los que cumplen años. La vida cada vez se prolonga más gracias a los avances científicos y la natalidad es cada vez menor culpa de la locura de la vida moderna y su hiper actividad.
La vejez nos iguala. Es el lugar al que vamos a llegar todos. Y solo si tenemos buena salud y suerte. Es raro, pero el viejismo se discrimina a si mismo, pero con anticipación.
Hay que registrar este nuevo envejecimiento saludable, exitoso, productivo e inclusivo. Tener más de 60 o 70 no es igual a retiro o a jubilación. Hay millones de ejemplos de que es una etapa donde la gente suele hacer lo que quiere en el trabajo y en el amor.
Mucha gente llega con dificultades económicas brutales y ese tema de la jubilación no se puede ignorar y hay que denunciar. Pero hoy le quiero hablar de otra cosa. Del viejo como una persona que se descarta, muchas veces demasiado rápido y equivocadamente. A mí me gusta decirle viejos como le digo a mis viejos, a mis padres, porque lo hago con cariño y respeto. No es peyorativo. Pero es un tema tan complejo que ni siquiera encontraron un nombre para esas personas que denominan adultos mayores, integrantes de la tercera edad, o con horribles términos como ancianos, longevos o esa palabra cruel: gerontes.
No se preocupen por la edad, es un estado mental. Tienen sabiduría, experiencia en miles de batallas y un gran equilibrio a la hora de tomar decisiones. Hay miles de ejemplos en todos los países y todos los días.
Algunos sociólogos dicen que esta es la próxima batalla inclusiva que se viene: “La revolución senior”. Hay que combatir los prejuicios y abrir las cabezas. Hay mentalidades conservadoras que atrasan siglos.
En Argentina, más de un cuarto de la fuerza laboral tiene más de 50 años.
Una consultora explicó que “8 de cada 10 trabajos, búsquedas laborales excluyen explícitamente a mayores de 45 años”. Estamos todos locos.
Los mails y las redes son insumos que utilizan cada vez personas de mayor edad. No están fuera del mundo tejiendo escarpines en una mecedora o paseando el perro del vecino. Más allá de que algunos lo quieran hacer y están en todo su derecho.
Hay una cuenta matemática curiosa. Una encuestadora europea consultó a las personas sobre a qué edad considera que una persona es vieja. En general todos dicen un número que suele ser la raíz cuadrada de su edad más 8 años.
Por ejemplo, si le preguntan a un chico de 9 años, dice que los que tienen 24 son viejos. Pero si la persona consultada tiene 36 dice que a los 48, ya sos viejo.
Mayores de 60, somos 6 millones en nuestro país. Y todavía se asocia a valores negativos como la enfermedad o la dependencia. Más del 70% de los mayores de 60 están más sanos que una lechuga y ocupan gran parte de los puestos de conducción de la mayoría de las empresas, organizaciones sociales o clubes o en oficinas gubernamentales.
Varias de las personas más geniales que conozco superan esa edad. Santiago Kovadloff o Marcos Aguinis, por ejemplo.
O Palito Ortega o Serrat, o Los Rolling Stones o Paul Mc Cartney que cada día cantan mejor.
A aquellos que se pierden de contratar a gente maravillosa y eficiente por el prejuicio de un número en el DNI les digo en pocas palabras: la vejez es sabiduría y juventud acumulada. Viejos son los trapos.
Viejo es el viento y sigue soplando.