Carrió, la fiscal de la República – 30 de octubre 2019

Todos nos enteramos, primero por esta radio y en este programa, que Elisa Carrió se retira de la política activa. Siente que cumplió su misión y después de 25 años, dejará su banca de diputada nacional el día que Alberto Fernández, como presidente de la Nación, abra las sesiones ordinarias en el Parlamento, en marzo del año que viene. Es una gran pérdida para la democracia. Lilita fue la fiscal de la República. Durante un cuarto de siglo demostró ser una mujer insobornable, de una austeridad republicana y de una honradez digna de don Arturo Illia que fue un gran amigo de la persona que Lilita más amó: Coco, su padre. Elisa Carrió fue un verdadero huracán contra la corrupción y los ladrones de estado. Fue la primera y la mejor en denunciar con datos y coraje a Carlos Menem y su banda y a Néstor y Cristina Kirchher y su asociación ilícita para saquear al estado nacional. Le dijeron de todo. La insultaron de arriba abajo. Aníbal Fernández fue el más grosero y como buen machirulo la acusó de “no tener todos los patitos en fila”. Es decir que la acusó de loca, la misma ofensa que tantas mujeres extraordinarios sufrieron a lo largo de la historia de la humanidad por romper con lo establecido y rebelarse ante las injusticias. Fueron crueles con sus ataques pero jamás le encontraron ni un cheque sin fondos. Jamás se quedó con un vuelto. Hizo del combate contra los narcos y los mafiosos su principal religión. Se apoyó en su fe, en sus vírgenes y sus santos y no perdonó a nadie con su lengua filosa y culta. Hasta cuestionó al Papa Francisco pese a que rezan los mismos rezos. Tal vez no sea casual que viva en Exaltación de la Cruz.
Elisa María Avelina Carrió tiene 65 años y quiere ser una mujer. Y una jubilada que pueda disfrutar de su familia. Está en su derecho. Se lo merece. Se ganó el cielo de la ética republicana y de la transparencia.
¿Eso significa que sea perfecta? De ninguna manera. Es un ser humano con valores y equivocaciones, como todos. En su modo torbellino y con fuerte individualismo supo ayudar a construir cuadros políticos que luego no supo, no pudo o no quiso mantener a su lado para formar un partido de masas. Muchos dirigentes de distintos espacios se formaron a su lado pero para crecer se tuvieron que ir de su lado. En su atropellada contra las coimas y los enriquecimientos ilícitos varias veces fue injusta y acusó o destrató a gente de bien, incluso de su propio gobierno. Fue dura hasta con el propio presidente Macri aunque lo bancó hasta el final contra viento y marea.
La construcción política nunca fue su fuerte. Pero deja un bloque de 14 diputados a cargo de Maximiliano Ferraro y la promesa de mantener unido a Cambiemos.
Fue la primera en visualizar y alertar sobre muchas cuestiones: que el mundo venía a la Argentina por nuestras reservas de agua, que Julio de Vido era el cajero, que Aníbal Fernández era de temer y que hay conceptos que instaló para siempre como “coalición”, “civismo”, república de iguales, el contrato moral, la asignación universal para los más necesitados y la defensa de la pluralidad de voces y de la división de poderes. Acercó con fuerza “La condición humana” y el pensamiento de la extraordinaria Hannah Arendt.
Fue socia fundadora y arquitecta de Cambiemos junto al presidente Macri y a Ernesto Sanz. Tuvo en la mira y algunas obsesiones contra dirigentes radicales que no merecían sus acusaciones. Pero sus aciertos y sus aportes fueron infinitamente superiores a sus equivocaciones. Muchas veces su ansiedad pudo más que el sentido político de la oportunidad.
Grabó a fuego en la piedra fundamental de su edificio político el compromiso de no robar, no mentir y no usar a los pobres. No es poco en los tiempos de oportunismo cleptocrático y autoritario que se vienen con todo.
Demostró que las urnas no matan los sueños ni borran los prontuarios. Sacó millones de votos y después se quedó casi en soledad. Siempre apostó fuerte. No fue políticamente correcta ni cobarde.
Fue una topadora que a veces se llevó trigo limpio por delante. Le recuerdo que en un momento, dijo que le había perdido la confianza al presidente Macri y a Ernesto Sanz casi ni le hablaba.
Dejó jirones de su vida en la patriada. Tal vez por eso dice que siente que fue “un alma secuestrada”. Tuvo y tiene una voz política de una potencia impresionante.
A Carrió le gusta citar a Martin Luther King cuando dijo: “Nunca tengas miedo de hacer lo correcto”. Estoy absolutamente de acuerdo con ese concepto que demuestra que tiene los ovarios del tamaño de los planetas.
Suele caer en desmesuras de las que le cuesta regresar. Es una persona mandona que le cuesta integrar direcciones colectivas y tomar decisiones por consensos. Si no se hace lo que ella dice, prende la mecha, se tapa los oídos, tira la granada y se va. Pero hay un alto grado de patriotismo en sus denuncias y también, un alto grado de fragilidad en su imposibilidad de la construcción colectiva que se mantenga en el tiempo.
Pone el grito en el cielo cada vez que siente que se traiciona al pueblo pobre y se refugia en el rezo diario a la virgen Desatanudos. Hace mucho que tantas muertes de seres queridos la hicieron saltar del agnosticismo de Jean Paul Sartre a la fe en Jesucristo. Tuvo una época de un misticismo extremo con vestidos negros como túnicas, cabellos largos como lluvia y un inmenso crucifijo colgando sobre el pecho.
Fue tres veces candidata a presidenta y pre candidata en una ocasión. Es una política atípica, despreció las formalidades y los buenos modales. Atravesó la pantalla y se puso a tomar mate en batón y ruleros con los televidentes. Les habla en forma directa, mano a mano. Por eso disfruta tanto recorrer el país varias veces haciendo campaña, llevando su mensaje como una predicadora.
En algún momento le tuvo miedo a la muerte pero ahora no le teme a nada. Superó esa sucesión de tragedias familiares que fueron balizando el camino de su vida. Tenía 7 años cuando falleció una tía que vivía con ellos. En el colegio murieron dos de sus compañeritas. Fue muy impactada cuando se fueron sus abuelos o cuando en la facultad, un accidente en el que ella sobrevivió milagrosamente, se llevó la vida de 6 de sus compañeras en la facultad de derecho y la de su novio.
La muerte temprana de su hermano y de su padre, la persona que más admiró y el recuerdo por el que siente una debilidad especial que la puede llevar rápidamente al llanto emocionado. Es que Rolando “Coco” Carrió era un ser especial, muy divertido y carismático. Era un bohemio que se escapada de su casa para irse de farra con los amigos. Cuando falleció, uno de sus hijos dijo: “el velorio de Papá fue un éxito, no faltó nadie”. Lo querían todos: desde los ganaderos más encumbrados hasta los peones más sacrificados. Pulsaba la guitarra en la ronda de los mates y cantaba tanto en guaraní como en inglés. Su tema preferido era “El carrero Chachapecero” que relata la tarea del pobre que sale a trabajar de madrugada con sus bueyes, su chiripá de lona y su alpargata rota. Va a descargar el chachapé y pesados troncos para sacar el tanino.
Asi termina la canción:
Yo conozco todo el Chaco
nadie se acuerda de mí
mi consuelo es beber caña
y cantar en guaraní.
Durante el embarazo de su hija Victoria, Lilita, comió chipá a más no poder. Casi hasta reventar. Decía que estaba cansada de que la valoraran solo por ser linda y flaca. Una reina de belleza en el pueblo. Se casó muy jovencita. Todo lo hizo a mil por hora. Tenía 16 años cuando se casó. Fue madre a los 17 y se separó a los 18. Ya trabajaba como profesora de Instrucción Cívica en una escuela nocturna.
La noticia es impactante: Elisa Carrió, de la estirpe de Genaro Carrió, se retira de la política activa. Muchos argentinos están tristes por eso. Pero a los combatientes contra los ladrones de estado como Lilita, no se los llora. Se los reemplaza. Por eso, ya la estamos extrañando.