Zannini y Parrilli, jefes de la impunidad – 27 de noviembre 2019

Hasta ahora, Cristina no había pronunciado ni una palabra en solidaridad con los políticos presos por hechos delictivos que ellos denominan “presos políticos”. Cristina no había dicho ni mu, no emitió ni un tuit, ni un sonido gutural. Por ahora conserva el silencio. Pero hoy, algo cambió. Mandó a su mayordomo Oscar Parrilli, a quien en la intimidad ella llama cariñosamente “pelotudo” a pedir la libertad de Julio de Vido y Amado Boudou, los detenidos que ocuparon cargos más importantes durante el gobierno de la reina Cristina.
Parrilli, sin que se le cayera la cara de vergüenza dijo que esos malandras deben estar en la calle porque “no tienen sentencias firmes” y expresó su deseo de que “ojalá lleguemos a la Navidad sin presos políticos”. Parrilli dijo sin aportar una sola prueba que De Vido y Boudou, condenados por la justicia “fueron encarcelados por una decisión del presidente Macri que extorsionó, presionó y condicionó a muchos jueces para que esto ocurra”. Yo digo humildemente: que raro que ningún juez haya denunciado semejante cosa.
Casualmente, hoy un juez K como Daniel Rafecas, que suena para algún cargo en el gobierno, sobreseyó por inexistencia de delito a Aníbal Fernández y Juan Manuel Abal Medina, entre otros”, por la causa de Fútbol para Todos que en unos meses pasaría a llamarse Futbol para todes.
No hay dudas que el principal pacto de impunidad es el acuerdo para que Alberto vaya al gobierno y Cristina al poder. El operativo “Impunidad para todos y todas, libertad a los presos y venganza contra los enemigos”, es el principal objetivo político del gobierno que viene. En ese camino, es probable que Alejandro Slokar, capo de Justicia Legítima, sea designado como jefe de todos los fiscales y que Carlos Zannini sea el comandante de todos los abogados del estado.
Lo dijo De Vido: “Cristina es la garantía de que todos los presos políticos salgamos en libertad”. Teléfono para Alberto.
El regreso de Zannini como monje negro y comisario político a los primeros planos es la señal más clara de que Cristina, está dispuesta a ejercer el poder sin que nada ni nadie le ponga límites.
Zannini, será el jefe de la impunidad, asistido por Parrilli. Eso nos obliga a preguntarnos si volvieron mejores o peores. El inminente Procurador del Tesoro fue el que tuvo como misión vigilar a Scioli en la fórmula y que ayudó a que perdieran las elecciones contra Macri. Estuvo preso 107 días y quieren reparar ese sufrimiento con un cargo que, utilizado con astucia puede llegar a tener tanto o más poder que el presidente. Hay que decir que el Chino Zannini sigue procesado por el encubrimiento agravado a los terroristas iraníes que volaron la AMIA pero que, desde su bunker podrá manejar muchas de las causas que más preocupan a Cristina y al “Cartel de los Pingüinos”.
¿Se acuerda de la opinión de Alberto sobre el encubrimiento en la AMIA?
Decía que la misma firma del tenebroso pacto, era la garantía de impunidad. Están los videos y anoche los pasó por televisón.
Zannini es el alter ego de Cristina. De arranque va a retirar al estado como querellante de todos los casos contra los K. Siempre fue un competidor de Alberto por la oreja de Néstor. Zannini se refugió en el sur, al lado de Alicia Kirchner y sufrió escraches en varias ocasiones pese a que su rostro todavía no es muy conocido.
Pero lo de Víctor Hugo Morales, supera todo lo imaginado hasta ahora en términos de infantilismo y fomento del delito a gran escala. El relator del relato K elogia la figura de un ladrón de bancos como si se tratara de un Robin Hood populista que le roba a los ricos para no darle nada a los pobres. Estoy hablando del prólogo que Víctor Hugo Inmorales escribió para el libro del delincuente Luis Mario Vitette Sellanes. Vitette, autotitulado el “Ladrón del siglo”, no superó a Néstor ni a Cristina ni en la magnitud ni en la extensión del robo sistemático. Pero tuvo mucha prensa cuando se llevó un botín de 19 millones de dólares del Banco Río de Acassuso. ¿Se acuerda? Comparado con la dinastía K, es apenas un vuelto. Daniel Muñoz gastó 14 millones solamente en comprar uno de los 35 departamentos que robó. El del Plaza Hotel en Nueva York. Claudio Uberti denunció ante la justicia que Néstor recibió de Chávez una coima de 25 millones de dólares. En avión y en efectivo. Y eso solo por nombrar dos datitos, dos piedritas de una cordillera de corrupción nunca vista en la historia democrática.
Pero para Vitette, un estafador privado y cuentapropista, 19 millones de dólares es una cifra importante. Fue condenado a 21 años de cárcel en el año 2010. Pero la justicia argentina hace milagros. Hicieron malabares con la aritmética, siempre para favorecer a los victimarios y en tres años se fue expulsado a Uruguay. La ley dice que hay que se los debe echar del país después que cumplan la mitad de la condena. La mitad de 21 es 10 y medio. Sin embargo, le computaron doble por esto, el tiempo anterior, esto y aquello y el 30 de agosto de 2013, el malandra uruguayo (hablo de Vitette) se instaló en su pueblito de San José de Mayo a disfrutar sus millones y a burlarse de todos los argentinos, sobre todo los que habían depositado su dinero en esa institución bancaria.
¿Cuál es la conclusión que saca Víctor Hugo Morales de todo esto? En el prólogo escribe: “Cuando se roba a los ricos, alguien puede pensar que al fin de cuentas, es un pequeño impuesto que paga aquel que se sirve de un sistema que estafa a millones. Al capitalismo se lo enfrenta como se puede. Solo hay que ver a que se anima cada víctima.”
Me permito algunas reflexiones, con el ánimo de ofender, como dice Arturo Pérez Reverte. Primero: ¿Quién le dijo que los que tenían sus ahorros depositados en ese banco eran todos ricos? Está lleno de pequeños comerciantes e industriales y profesionales que perdieron todo o casi todo? Y eso le parece a Víctor Hugo una lucha de una víctima contra el capitalismo. Desde los pensamientos de Eugenio Zaffaroni no se había escrito semejante provocación e incitación a premiar a los que cometen delitos. Darle a ese robo un carácter anticapitalista y ponerlo como ejemplo es tan ridículo como inquietante. ¿Qué pensaría Víctor Hugo si en su lucha anti capitalista un “homeless” de Nueva York le usurpa su departamento para no vivir más en la calle? En su socialismo con el dinero de los otros, a Víctor Hugo le parecería un gesto de rebeldía revolucionaria que le usurpara su lujoso departamento de Manhattan? Sería un robo a una persona rica como él. Si es tan generoso con los ahorros ajenos, y tan elogioso con los que los roban, podría donar su fortuna al Movimiento Evita, por ejemplo. ¿O Víctor Hugo cree que protege sus millones con solo recitar a Eduardo Galeano y al Che Guevara?
Víctor Hugo cree que Alberto Fernández es un conservador liberal. El solamente confía en Cristina. Y en Maduro. Pero aun así, está destinado a ser el principal comunicador del gobierno que viene.
Como si esto fuera poco, en ese prólogo que debería estudiarse en las facultades de derecho, compara, sin nombrar a Vitette con el presidente Mauricio Macri. Dice textualmente: “un presidente quizás está armando una empresa que se compra parques eólicos a bajo precio para insuflarle luego mucho más valor y venderlos. Pero no tiene la misma gracia. De los dos ladrones, es preferible Vitette porque su trabajo lo hace corriendo riesgos”.
Insiste con celebrar la delincuencia y por algo, en un momento se calló y dejó de decir cómo decía, que los Kirchner eran ladrones. Néstor y Cristina batieron todos los records de corrupción de estado. Ver a los ladrones de bancos como simpáticos y románticos es una señal que indigna y humilla a los laburantes que todos los días se levantan a las 6 de la mañana y se rompen la espalda para ganarse honradamente un peso. La justicia social es otra cosa. La igualdad de oportunidades, es otra cosa.
Con este mismo concepto y cara de piedra, políticos presos que se auto perciben como presos políticos, han iniciado una campaña para tener “Una Navidad sin presos políticos”. No tienen vergüenza ni estómago y piden por su propia libertad como si la sociedad estuviera haciendo ese mismo reclamo. Llaman a un acto, para mañana jueves frente a los tribunales de Comodoro Py. En realidad más que presionar a los jueces, es para presionar a Alberto Fernández. Lo ven un poco tímido para violar la ley y la constitución. En eso Néstor y Cristina tenían menos pruritos. Eran capaces de ignorar, incluso, una orden de la Corte Suprema de Justicia. Lo hicieron muchas veces.
Varios santos y castos kirchneristas están convocando a una marcha para pedirles que Papa Noel les traiga la libertad y la impunidad para el arbolito. Encabezan este movimiento Amado Boudou, Julio de Vido, Roberto Baratta, Milagro Sala y Luis D’Elía. Todos monjes trapenses y carmelitas descalzas que nunca se quedaron con un vuelto.
Luis D’Elía le manda un mensaje a Cristina. Dice que Néstor estaría en la marcha exigiendo la libertad de ellos porque nunca dejaba tirado a ningún compañero. Está claro que Cristina jamás dijo una palabra de aliento ni de solidaridad con los presos. No emitió ni un tuit, ni un sonido gutural siquiera. ¿Silencio cómplice?
Roberto Baratta, el recaudador de las coimas, dice gracias totales como si fuera de Soda Stereo y Milagro Sala, con video y todo, habla del partido judicial que creó el gobierno de Macri.
Julio de Vido estuvo siempre tan lejos de los organismos que no sabe ni como se llaman. Dice Asamblea Permanente por los derechos del hombre y es “por los derechos Humanos”. Pero si arremete contra jueces y prensa en lo que llama “fallos vergonzosos, guionados por Clarin y reitera su teoría de que no puede haber un gobierno popular con presos políticos.
Amado Boudou también agradece el apoyo de la Asamblea y la Liga, hoy cooptados por el Partido Comunista Kirchnerista. Habla de la arbitrariedad de sus condenas y finaliza como si fuera el Fidel Castro de Puerto Madero: “Desde Ezeiza, fuerte y en paz, Amado”. Hasta la victoria siempre, le faltó agregar.
Hasta el Pata Medina, mafioso y pistolero se autotitula “perseguido y preso político”. ¿Y José López, Ricardo Jaime, y César Milani, también están presos por la conspiración de jueces, poder concentrado y medios de comunicación? Preguntas que la historia le hará a Cristina, Alberto y Zannini. No deberían olvidar que la impunidad es un delito que vuelve.