No fue suicidio, fue magnicidio – 20 de enero 2020

Fue un gran acto, hecho a pulmón y multitudinario. Ciudadanos independientes y apartidarios que militan en “Banquemos” y “Equipo Republicano”, se encargaron de organizarlo desde las redes, casi sin recursos. Por eso el sonido fue flojito, por eso no hubo micros ni aparato, ni banderas de agrupaciones políticas y por eso, todo el mundo fue porque quiso e hizo y dijo lo que quiso con absoluta libertad. Se cantó el himno con orgullo. Se pidió que el lugar quedara tan limpio como lo recibieron y que trataran bien al periodismo. No se puede agredir ni insultar a nadie. Eso lo hacen los K. Un grupo reducido le gritó “A-se-si-na” a Cristina pero enseguida fue tapado por “Ar-gen-ti-na”. Yo dije en otra columna, que Cristina es responsable del crimen por omisión o por acción. Pero responsable política porque era la principal acusada y la presidenta de la Nación. Burdos operadores K quisieron involucrar a Luis Brandoni y acusarlo de haberse sumado a ese grito de “A-se-si-na”. Nada más lejos de la verdad: en el video se nota claramente que dice: “Seguí leyendo”, al orador de turno.
Hubo dirigentes partidarios en el llano. En el escenario, tuvieron la voz cantante estas valientes personas: “Sandra Pitta, Aura Marina Ríos Flores, Ariel Grecco, Mariana Torres, Gustavo Deheza, Silvia Puceiro, Matilde Beckerman, Martha Ojeda y Tomás Vizcarra. La patria se los debería agradecer porque fueron capaces de inflar el pecho y decir lo siguiente:
“Nos hemos reunido para rendir tributo a quien dio su vida para que todos los argentinos podamos conocer la verdad sobre quienes fueron los autores del atentado contra la sede la AMIA que, sabemos, también son los responsables de la voladura de la Embajada de Is-
rael. No es este el reclamo solo de las víctimas y sus familiares sino de todo un país al que esas bombas asesinas les sacudió el alma.
Nadie en la Argentina puede darse el lujo de interpretar la muerte del Fiscal Alberto Nisman según su ocasional conveniencia política o el cargo que circunstancialmente ocupe. Quien piense que el sillón de Rivadavia tiene el poder de hacer cambiar la verdad; quien crea que la verdad puede escribirse y cambiarse a conveniencia no
es más que un aliado de la mentira y cómplice de los culpables. Por eso hoy aquí decimos: Justicia Perseguirás. No fue suicidio, fue un magnicidio.
Un hecho criminal de este tipo no puede ser interpretado fuera de contexto. Alberto Nisman anunció que iba a presentar pruebas contra la entonces presidenta de la Nación como principal encubridora de los responsables del atentado a la AMIA y, 4 días después, apareció muerto. Nadie que se crea dueño de una verdad se suicida, nadie que tenga semejante entusiasmo vital se quita la vida. Por eso hoy aquí decimos: Justicia Perseguirás. No fue suicidio, fue un magnicidio.
El gobierno de aquel entonces –que hoy ha vuelto con la intención de terminar su tarea inconclusa de asegurar la impunidad de los culpables y de quien pactó con los culpables– firmó un pacto clandestino e inconstitucional con la República Islámica de Irán que después transformó en ley con su mayoría automática en el Congreso. Ese pacto transformó a Nisman en la víctima número 86 del atentado a la AMIA y, a quienes lo firmaron y votaron, en traidores a la patria. Por eso hoy aquí decimos: Justicia Perseguirás. No fue suicidio, fue un magnicidio.
El Memorándum de entendimiento firmado con Irán quitó del medio a la Justicia Argentina que ya se había expedido y armó una “Comisión de la Verdad” que sólo podría tomar declaración a los sospechados en aquel país. El Memorándum era un pacto de impunidad que transformaba a los victimarios en sus propios jueces. Nisman, con razón, se sintió apartado y traicionado como la inmensa mayoría de los que queremos un país republicano con una justicia soberana e independiente. El pacto con Irán llevaba implícita la promesa del gobierno argentino de levantar las alertas rojas que pesaban sobre los iraníes acusados de haber planificado el atentado. Por eso, la muerte del fiscal, que iba a denunciar semejante desatino, no fue casualidad ni fue suicidio. Como bien dijo en febrero de 2015 el actual Presidente,
que hoy ya cree otra cosa, la prueba contundente que iba a mostrar
Nisman la teníamos todos ante nuestros ojos y no era otra que el propio pacto.
Y como no estamos dispuestos a tolerar que desde el poder se falsee la verdad y se borre y reescriba la historia a voluntad, decimos juntos una vez más:
Justicia Perseguirás. No fue suicidio, fue un magnicidio.
Cuando Nisman fue nombrado para estar al frente de la Unidad Especial para la Investigación de la Causa AMIA, el primer kirchnerismo, le dio todo: recursos, colaboración de los organismos de inteligencia del estado, lustre internacional y amplia potestad para llevar a cabo su tarea. Pero algo dramático pasó en el medio; algo hizo
que nuestro país cambie su estrategia de alineamiento internacional y que el eje –por conveniencias económico estratégicas o ideológicas– gire para recostarse al calor de la Venezuela de Chávez y Maduro y el régimen de Irán. Fue entonces cuando Alberto Nisman se transformó en una molestia. Fue entonces cuando comenzó una feroz campaña para erosionarlo, desprestigiarlo y amedrentarlo. Una campaña de demolición que orquestaron los mismos que lo encumbraron y que, en estos últimos días, han vuelto a impulsar. A Nisman lo victimizaron, lo destrozaron y pretenden que creamos que se suicidó. Por eso hoy aquí nuevamente decimos: Justicia perseguirás. No fue suicidio, fue un magnicidio.
Los mismos que lo denostaron. Los mismos que durante un tiempo sostuvieron que lo asesinaron y luego que se suicidó. Los mismos que no supieron qué hacer con un Fiscal de la Nación muerto y contaminaron deliberadamente –o por impericia– la escena del crimen, son los que hoy pretenden ordenarle al Poder Judicial que revise técnica y administrativamente la pericia llevada a cabo por la Gendarmería Nacional. La cosa está clarita: quieren transformar su relato en historia oficial y con tal de que eso ocurra no tienen el menor prurito en seguir manoseando la memoria de Nisman y de todas y cada una de las víctimas del atentado a la AMIA. Por eso decimos junto a la enorme mayoría de los argentinos: Justicia perseguirás. No fue suicidio, fue un magnicidio.
Como parte de la campaña de demolición de la figura de Nisman y
de la propia Justicia Argentina, tuvimos que soportar la también la pactada aparición mediática de Mohsen Rabbani sindicado como autor intelectual de los atentados. Llama la atención la facilidad con la que determinados medios de comunicación consiguen entrevistas con prófugos de Interpol sobre los que penden alertas rojas. Como era de esperar, este señor hizo lo imposible por dejar bien parada a la actual vicepresidenta de la Nación pero cometió un error grave: dijo con todas las letras que a Nisman lo mataron y agregó que eso sucedió porque, en realidad, tenía las manos vacías. Nos preguntamos: ¿Deberíamos creerle a un representante de un régimen que financia al terrorismo y que la semana pasada tuvo que admitir que derribó con un misil un avión de línea después de haber intentado ocultarlo inútilmente ante el mundo durante tres días? Es sintomático que haya afirmado que lo mataron y es ridículo lo de las manos vacías. Nisman no tenía en sus manos arma alguna, tuvo la prueba de la impunidad que fue el Pacto con Irán y estaba dispuesto a llevar esta denuncia ante Tribunales Internacionales. Por eso nuevamente decimos: Justicia perseguirás. No fue suicidio, fue un magnicidio.
Así como Cristina Kirchner hizo un pacto de impunidad con Irán, el actual presidente hizo lo mismo con ella: pactaron una candidatura
a cambio de impunidad. Vemos claramente y sin sorpresa como muy pronto ha comenzado la devolución de favores porque para ellos la lealtad –que puede ser transitoria o relativa en el llano– se transforma en omertá cuando ocupan el poder. Ambos quieren desmontar la causa de mayor envergadura política que pesa sobre la vicepresidenta: la del magnicidio que hoy cumple 5 años impune. Den por seguro los argentinos no lo vamos a permitir y por eso repetimos y nos despedimos diciendo una vez más: Justicia perseguirás. No fue suicidio, fue un magnicidio”.