Media luna de hiel – 27 de enero 2020

Los políticos dicen que la luna de miel dura 100 días. Que es el tiempo promedio del dulce romance entre un nuevo gobierno y los ciudadanos. Es el período en donde hay que juzgarlos con más benevolencia y con menos carga crítica.
Ya pasaron 50 días. Es decir la mitad de esa luna que, según mi criterio no es de miel sino de hiel. El diccionario dice que hiel es un líquido producido por el hígado que es de color amarillo verdoso y de sabor amargo. Para los que votaron a Cristina, ese sabor amargo no es desilusión ni desencanto porque “esto recién empieza”. Eso es lo que dicen. Para los que no lo votaron, más de diez millones y medio de argentinos, ese es el sabor de la confirmación de que Alberto hasta ahora, tomó los peores caminos y que Cristina es la que manda de verdad en los lugares claves del gobierno, de la justicia, de las cajas de dinero y de los organismos de venganza y propaganda.
No se nota euforia ni esperanza casi en ningún rincón de la patria. Hay expectativas más o menos moderadas para ver como el gobierno resuelve los temas medulares como son la deuda, la inflación, la desocupación, la inseguridad galopante y la pobreza.
El balance no es para nada optimista. No está claro ni el rumbo. ¿Qué hizo Alberto como presidente hasta ahora?
1) Demostrar lentitud y falta de planificación.
2) Privilegiar la destrucción y la derogación de lo que hizo el gobierno de Macri antes que la construcción de su propio proyecto.
3) Anunciar medidas contradictorias para conformar a Cristina y el resto va en zigzag y se cruza todo el tiempo de una vereda a la otra.
4) Respaldar al cristinismo en general y a La Cámpora en particular, para que se queden con las tajadas más estratégicas de poder y despida empleados a diestra y siniestra solo porque ingresaron al estado en los cuatro años de Cambiemos.
5) El peor tic de todos es apuntar otra vez al relato y a lo simbólico que muchas veces los hace caer en el ridículo de gastar energía en temas que no son urgentes ni apremiantes como lo que hizo Kicillof de impulsar el lenguaje inclusivo en los expedientes oficiales, en lugar de poner toda la potencia del estado en atacar el hambre y la pobreza.
No me quiero quedar solamente en la enunciación. Quiero fundamentarlos con ejemplos concretos.
Hace 90 días que Alberto se consagró presidente de la Nación y 50 desde que ejerce y todavía no han designado ni siquiera el embajador ante el Vaticano. Y eso que cuentan con la simpatía ideológica del Papa Francisco y con dos hombres que son muy cercanos tanto al presidente como al sumo pontífice: Gustavo Béliz y Eduardo Valdés. Incluso cometieron el papelón de hacer pública una designación que finalmente no fue designación, porque – según dijeron- el Papa la había rechazado por la condición de divorciado de la persona designada, información que el propio Vaticano desmintió. O sea que todavía no se sabe bien que pasó ahí. Pero seguro que pasó algo muy poco serio.
El mecanismo de toma de decisiones es muy lento y confuso por la presencia de lo que algunos llaman poder bifronte. No hay un plan económico claro ni reglas del juego que la sociedad en su conjunto, conozca y respete. Todo lo contrario: el infierno tan temido de Alberto que el confesó públicamente, es que el poder real estuviera en el departamento de Uruguay y Juncal, donde vive Cristina y el poder formal en la Casa Rosada. Y eso es lo que está ocurriendo exactamente. Solo que algo peor. Cristina elige sus despachos en el Senado o en el Instituto Patria a donde se firmó el pase de mando cuando Alberto viajó a Israel. Esa señal es mucho más que un capricho. Es más grave que decirle a Alberto: “tenés que venir al pie”. Es una forma de ubicarlo, de decirle a la militancia que lo tienen agarrado de los pantalones y que cuando Cristina quiere, le puede infligir un gran año a su investidura presidencial.
Hay muchos ejemplos de toma por asalto de los organismos y dependencias del gobierno. Entraron cantando la marcha peronista, cazando brujas, echando gente y agradeciendo la “resistencia” de los empleados que Macri no despidió. Eso hicieron Tristán en el ministerio de venganza y propaganda, Rosario Lufrano en la Radio y la TV Argentina o Luana Volnovich en Pami o Bernardita Llorente, en la agencia Télam, por poner apenas los ejemplos más notorios.
Los de Sabina Fréderic, fue tragicómico. La ministra de (in) seguridad casi no dejó ladrillo en pié de lo que edificó Patricia Bullrich que había conseguido buenos resultados en su lucha contra los narcos, los barras y las mafias de la política y el sindicalismo.
A Fréderic no se le conoce hasta ahora ningún anuncio hacia adelante. Quiso lavarse las manos con Hezbollah y Nisman y dijo dos cosas que demostraron su ignorancia. Que el grupo terrorista Hezbollah era un problema de la OTAN cuando Argentina fue blanco de atentados criminales y, además, quiso revisar la pericia de Gendarmería sobre el asesinato de Nisman. De los dos anuncios tuvo que recular en chancletas. Apadrinada por Verbitsky y Zaffaroni, toda su tarea fue derogar o dar marcha atrás. Ahora no se pueden utilizar las pistolas Taser que tan buen resultado están dando en varios países del mundo y que hubieran sido claves para evitar la muerte de Fernando a la salida del boliche de Villa Gesell. Por un lado dicen que las cárceles están abarrotadas de presos y buscan el mecanismo para liberar a la mitad y por el otro se oponen a que los delincuentes extranjeros sean expulsados lo más rápido posible. Mienten asegurando que es un tema discriminatorio hacia los nacidos en los países vecinos y la verdad es que estamos hablando de combate a los delitos y no de política migratoria.
Los miembros de la Policía de Seguridad Aeroportuaria no pueden utilizar sus armas cuando estén de franco. ¿De qué se va a disfrazar la ministra cuando los delincuentes se tomen venganza y los vayan a buscar para matarlos como moscas?. Abren la canilla fría y dicen que van a impulsar la legalización de la marihuana y enseguida, ante el susto de un crimen aberrante, abren la canilla caliente y prohíben el consumo del alcohol.
Los argentinos parecemos estar viviendo una odisea de los giles que miramos sin comprender hacia donde van y el gobierno pierde imagen positiva y ritmo porque como escribió Jorge Sigal, parece una administración envejecida prematuramente.
Dan ganas de decir: ¿Y si prueban con gobernar? O no arreglen lo que funciona.
El acuerdo entre los gobiernos nacional, provincial y municipal más sindicalistas y empresarios, fue histórico en Vaca Muerta. Más inversiones, mas fuentes de trabajo, mas crecimiento, mejores sueldos. Ahora, otra vez, todo está en duda. Era una de las grandes locomotoras del crecimiento y ahora Alberto dijo que la reserva de hidrocarburos fue “sobre estimada”. No jueguen con fuego porque la mayor exportación de Argentina va a ser la de argentinos, como pasa en Venezuela.
La ley del conocimiento fue votada por unanimidad. Hubo un amplio consenso en apoyar una industria que genera mucha mano de obra creativa, innovación tecnológica, dólares por un alto nivel de exportación y encima sin ensuciar ni contaminar nada. ¿Quién fue el genio que propuso que esa ley se congelara y no se reglamentara por ahora? La señal hacia los inversores es letal. Les cambian las reglas del juego en el medio del partido. Y no se avivan que ese tipo de empresas, con un click en la computadora se van a otro país. De hecho la mayoría tienen oficinas en varios países del mundo.
En el plano económico prometieron dos cosas, hasta ahora, de imposible cumplimiento. Que iban a encender las máquinas de la productividad y el consumo y que iban a poner plata en el bolsillo de la gente. Por ahora, solo aplicaron un impuestazo que se ensaña con las clases medias urbanas y rurales, congelaron los ingresos de los jubilados que superen los 19 mil pesos y dieron una suma fija muy pobre para las escalas más bajas de la pirámide social.
Van para atrás con el decreto de Macri que prohibía la designación de parientes para evitar el nepotismo.
En lo institucional y en la lucha por la transparencia y en contra de la corrupción, Cristina dejó claro que solo quiere que sus expedientes y los jueces que los llevan adelante se esfumen en el aire y ella queda honrada y honesta como la Madre Teresa de Calcuta. Un milagro por el que mueve sus fichas.
Ricardo Nissen apoderado de sus hijos a cargo de la Inspección General de Justicia. Cristina Caamaño para manejar los espías y los carpetazos. Axel designó a dos funcionarios procesados y por primera vez, por escrito se excusó en lo que llaman la guerra judicial que los persigue. Mercedes Marcó de Pont y Daniel Raposo en la AFIP.Evo Morales hace lo que quiere y convierte al país en un local de su partido político. Hizo un fraude fenomenal en Bolivia, pero no se priva de jugar al fútbol con Pablo Moyano.
Tristán a cargo de la cultura militante y la estigmatización de los disidentes.
Carlos Zannini como jefe de todos los abogados. Juan Martin Mena vigila a la ministra de Justicia, Marcela Losardo.
El hermano de Wado de Pedro al Consejo de la Magistratura.
Camino Vaca Narvaja a la secretaría general con Julio Vitobello.
Luana Volnovich al Pami. Y esto recién empieza. Y como si esto fuera poco, le dieron a Alberto los superpoderes más amplios y arbitrarios para que tenga prácticamente la suma del poder público.
Falta la frutilla del postre que es el juez Daniel Rafecas, como jefe de todos los fiscales. No les va a resultar fácil porque no tienen las mayorías calificadas que necesitan en el Senado. Pero veremos cómo se comporta la oposición. Ese es otro capítulo. Habrá más informaciones para este boletín.
El balance de los primeros 50 días de gobierno, es una media luna de hiel. Amarga y preocupante. Don Bosco, el fundador de los Salesianos decía que “la confirmación de que la victoria de los malos es producto de la cobardía de los buenos”. Y tenía razón.