Cristina exige impunidad ya – 6 de mayo 2020

Si alguien quiere conocer en forma detallada, cual es el plan de Cristina para lograr la impunidad para ella, su familia y el cartel de los pingüinos, tiene que repasar una pieza antológica de autoritarismo chavista. Hablo de su alegato de más de tres horas y media frente al tribunal que la está juzgando por ser la jefa de una asociación ilícita que se dedicó a saquear al estado mediante las obras públicas direccionadas y con sobreprecios y coimas monumentales. Es una exposición histórica. Es el pensamiento más descarnado y prepotente de Cristina. La causa está tapizada de pruebas, documentos y de testimonios que la incriminan. Pero ella, después de descalificar a medio mundo, terminó citando el discurso de Fidel Castro en 1953. Miró en forma amenazante a los integrantes del Tribunal Oral Federal 4 y les dijo: “Este tribunal, el del Lawfare, seguramente tiene la condena escrita. No me interesa. A mí la historia ya me absolvió. La historia me va a absolver. Y a ustedes, seguramente los va a condenar la historia”. Cristina, altanera y enardecida alteró los tantos. Estaba en el banquillo de los acusados pero se puso en acusadora. Tomó sus carpetas en forma enérgica, con bronca y comenzó a caminar hacia la salida. El presidente del tribunal le recordó, tímidamente que tenía la opción de responder preguntas. Ella pegó media vuelta, volvió sobre sus pasos, tomó el micrófono y gritó: “¿Preguntas? Preguntas van a tener que contestar ustedes”.
Ahí está el corazón de su plan sistemático de Impunidad para todos y todas. Es el ADN de su proyecto y el motor que la mueve. Por eso hizo ese pacto con Alberto. Ayer se lo dije: el matrimonio por conveniencia y el trueque que lo selló: yo te ayudo a sentarte en el sillón de Rivadavia y vos me ayudas a que en el más corto tiempo posible, no quede en pie ninguna causa en mi contra y le cortemos la cabeza a todos los jueces y fiscales que las impulsaron.
El problema que apareció en estos días es la ansiedad y el apuro de Cristina. Ella exige impunidad ya. Es ahora o nunca. Y esa es la factura que le está pasando a Alberto. Dicen que este fue el tema central del cruce que protagonizaron ayer en la quinta de Olivos, a solas y por más de tres horas. No dieron ninguna información de lo que hablaron. Es muy difícil reconstruir esa reunión. Pero varias fuentes de funcionarios cercanos y de colegas que siguen de cerca el tema, coinciden en que Cristina cuestionó fuertemente a Santiago Cafiero y a Marcela Losardo. Algunos dicen por lo bajo que llegó a pedirles la renuncia pero no puedo dar esto por cierto. Casi, casi, sería un golpe palaciego. Pero, insisto, no lo tengo confirmado. Obligar a Alberto a que se desprenda de las dos personas más cercanas que tiene en el gabinete, es igual a ponerle una pistola en la mano para que se suicide políticamente. Cafiero, es su jefe de gabinete y mano derecha en todos los temas. Y Losardo fue hasta su socia en el estudio jurídico. ¿De qué se queja Cristina con la agresividad que todos le conocemos?
De la lentitud en cumplir con el Pacto de Impunidad. Ella razona de la siguiente manera: este es el momento de sepultar las causas y a los jueces y fiscales que están a cargo. La preocupación por la pandemia y la cuarentena, sirve como cortina de humo para ocultar las maniobras ilegales y es el momento en que el gobierno, todavía tiene imagen positiva importante. Mañana, con la hecatombe económica y sin saber la cantidad de muertos que vamos a sufrir, la cuestión será más difícil. Habrá una sociedad más atenta y más enojada. Esos son los argumentos de Cristina.
Al parecer, Alberto y Losardo todavía no se han movido a la velocidad que Cristina les exige. Por ese motivo, empezó por su cuenta el operativo para convertirse en una santa que nunca robó un peso. Está tan acelerada que cometió un error grosero. Atacó a Juan Bautista Mahiques y puso su nombre en la boca de la jueza Ana Figueroa que en ningún momento había mencionado a Mahiques. La magistrada, pese a ser una fiel militante kirchnerista, denunció presiones pero no señaló a nadie. Fue muy general y por arriba, todo lo que dijo. Pero Cristina le puso el apellido Mahiques en su boca y con esa mentira envió documentación a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Por eso, los familiares de las víctimas de la AMIA se quejaron con su abogado Tomás Farini Duggan a la cabeza. Parrilli enojado, casi apretando a la jueza Figueroa le preguntó por radio: “¿Y si no es Mahiques quien fue? Y luego desnudó su juego. Aseguró que hubo presiones aunque no saben de quien, y anunció que va a pedir la nulidad del juicio que se inició con la denuncia del fiscal asesinado, Alberto Nisman por el tenebroso pacto firmado con Irán para darles impunidad a los terroristas.
En su momento, apenas Alberto selló el acuerdo con Cristina, hizo declaraciones en apoyo a esa mentira del Lawfare que denunciaba la actual vice. Alberto compró o fingió que compró que Cristina era inocente y le salió a dar duro a varios jueces. Hace un año, dijo textualmente por televisión: “Algún día Ercolini, Bonadio (hoy fallecido),Irurzun, Hornos y Gemigniani van a tener que explicar las barrabasadas que escribieron para cumplir con el poder de turno”. Semejante apriete anticipó que: “vamos a tener que revisar sus sentencias que carecen de todo sustento jurídico y de toda racionalidad jurídica. Las cosas que han dicho de Cristina, son dantescas”. Eso se llama intimidación y violación de la independencia de poderes.
Fue tan grave, viniendo de un candidato pero muy probable presidente, que la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional, le respondió con un duro comunicado donde exigían respeto a las instituciones republicanas y rechazó “el tono descalificante y la forma amenazante”.
En aquel alegato en el que Cristina emuló a Fidel Castro había acusado al doctor Ercolini de ser el responsable de la enfermedad de su hija Florencia y a los titulares de la Oficina Anticorrupción y la Unidad de Información Financiera de impulsar su persecución ordenada por Mauricio Macri.
Este intento golpista del cristinismo contra la justicia, es de una gravedad institucional inmensa. El autor material es el ex espía Juan Martín Mena quien, además, también está procesado en la causa por el encubrimiento a los terroristas que volaron la AMIA. La brigada que intenta tomar por asalto a la justicia ya está en operaciones. Avanzan a paso redoblado y a tambor batiente.
Quien se mostró con más firmeza en la resistencia activa y pacífica a semejante atropello, fue la doctora Elisa Carrió, poco antes de dejar de ser diputada. Denunció directamente y sin eufemismos un “golpe institucional” y le exigió a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que repudie la violación del régimen de protección a testigos y a arrepentidos. Alberto mediante un decretazo puso ese programa bajo las órdenes del Poder Ejecutivo y al mando de Juan Martin Mena, nada menos. Es decir que puso al lobo a cuidar a las ovejas. O más grave todavía, dejó a la intemperie a los valientes denunciantes de la corrupción. Los convirtió en un blanco móvil. Si algo malo le llegara a pasar, por ejemplo, a Víctor Manzanares, el ex contador de los Kirchner, la responsabilidad caerá en la espalda de Alberto y Cristina. Los tiraron debajo de un camión. Los arrojaron a la jaula de los leones. No tuvieron escrúpulos ni estómago.
Pero este es solamente un eslabón en la cadena que busca la impunidad de Cristina, asfixiando a la justicia independiente y a los medios de comunicación que no se rinden ni se arrodillan. Pero el plan “Impunidad para todos y todas”, tiene infinidad de alternativas. El eje central es colonizar definitivamente a la justicia. Ponerle camiseta partidaria. Transformar a los tribunales en Unidades Básicas K.
La frutilla del postre será el intento de poner como jefe de todos los fiscales a Daniel Rafecas. Sería un verdadero escándalo de complicidad que algún senador del radicalismo o del PRO, vote por este hombre que se movió con tanta parcialidad y que tantos favores importantes le hizo a los actuales gobernantes.
Ese pacto de impunidad, ese pacto negro, es el núcleo duro de coincidencias de Alberto y Cristina. Pero Alberto se demora. No quiere o no puede llevarse por delante la independencia de los poderes. Pero Cristina está sumamente apurada y no se fija en formalidades republicanas. Nunca respetó la Constitución. Mucho menos lo va a hacer ahora.