El virus populista – 13 de mayo 2020

El ex presidente Mauricio Macri lo dijo a principios de marzo: “El populismo es mucho más peligroso que el coronavirus”. El titular de la Unión Cívica Radical, el ex gobernador mendocino, Alfredo Cornejo ahora planteó algo muy similar: “Usan la pandemia como excusa para cometer los peores abusos de poder del kirchnerismo”. Y explicó las causas: “De un plumazo, quieren eliminar las instituciones. Tenemos que decirle: no al partido único del autoritarismo”.
Patricia Bullrich, jefa del Pro no se quedó atrás: “Esta es una democracia de imposición. Tenemos que seguir con nuestra movilización digital aunque al presidente no le guste. Chau Parlamento. La plata de toda la sociedad en las manos de un solo funcionario”.
Y Maximiliano Ferraro, líder de la Coalición Cívica tras el paso al costado de Elisa Carrió, puso el dedo en la llaga: “Alberto Fernández quiere dividir a la oposición y por eso debemos estar en contra de cualquier intento totalitario”.
Las palabras claves que hacen sonar las alarmas son: populismo, autoritarismo y totalitarismo. A mí me gusta sintetizarlo diciendo Chavismo K. Es que todos los populismos, de derecha o izquierda, tienen varios denominadores comunes. Uno es el de inventar un enemigo para fracturar la sociedad. Divide y reinarás. Instalar el odio al que piensa distinto y estigmatizarlo como garca, gorila, extranjerizante, pro dictadura y cualquier otro insulto. Ernesto Laclau, lo planteó con toda claridad. Anoche en la tele pasé un fragmento histórico de Juan Domingo Perón cuando dice que “A los amigos, todos y a los enemigos, ni justicia”. Por eso, Alberto más allá que proclama la necesidad de deponer las peleas políticas para atender en forma mancomunada el ataque del virus, no puede con su genio y le pega con un caño a María Eugenia Vidal con una mentira monumental. O dice no me van a torcer el brazo los que quieren que salgamos de la cuarentena, mientras anuncia una salida parcial de la cuarentena y se queja de las presiones a los que lo somete no se sabe quién con el tema de la deuda. Parece absolutamente planificado. Fríamente calculado, diría yo, porque Axel Kicillof hace exactamente lo mismo. Fustiga con falsedades groseras a Vidal y se hace el guapo frente a un enemigo que nadie conoce y nadie ve. Alberto y Axel parecen dos títeres que hablan por boca de Cristina. Pero darle una épica de lucha contra un enemigo de la patria es uno de las apuestas de todos los populismos y sobre todo del cristinismo.
El otro pilar, es buscar siempre la suma del poder público, cooptar todas las instituciones, limitar o colonizar la justicia y el Congreso y poder utilizar cajas millonarias sin el control de nadie. Arbitrariedad total para el clientelismo desencajado. Eso es lo que pasó con ese Decreto de Necesidad y Urgencia que Alberto firmó entre gallos y medianoche. Lleva el número 457 y es la síntesis del sueño totalitario del kirchnerismo. Le da a Santiago Cafiero el manejo absoluto y discrecional de 498 mil millones de pesos. ¿Escuchó bien? Cristina lo hizo durante diez años. Después, el gobierno de Macri, puso un límite del 5% para disponer del presupuesto, sin rendir cuentas. Pero ahora, con los artículos 4 y 6, el gobierno dispuso que el 100 por ciento del dinero puede ser reasignado a cualquier lugar sin la más mínima supervisión parlamentaria. Una verdadera locura antidemocrática, ilegal y también inconstitucional.
Por eso los opositores, esta mañana, pusieron el grito en el cielo y están exigiendo la derogación de semejante atropello institucional. Incluso los bloques del lavagnismo y otros que habitualmente votan junto al oficialismo, ahora tuvieron que manifestar su rechazo. Veremos si los Fernández acceden a cambiar eso o insisten con lo peor del kirchnerismo como dice Cornejo o con el intento totalitario, como dice Ferraro.
El tercer pilar de esta violación a las reglas republicanas es mostrarse como víctimas de una persecución y conseguir la impunidad para todos y todas empezando por Cristina, sus hijos y sus cómplices del estado mayor pingüino. El objetivo era volver para ser impunes, no mejores. Ya le comenté que este ataque a la justicia tiene varios frentes y que el ejecutor es el vice ministro, Juan Martín Mena, el encargado de apretar jueces y el segundo jefe de los espías durante el Cristinato. La reforma judicial va en ese sentido. La modificación de la cantidad de integrantes de la Corte para poner jueces militantes, también. Y la consolidación, la frutilla de la torta, viene por el lado de designar al juez Daniel Rafecas como jefe de todos los fiscales. Eso les permitiría ponerle camiseta de Cristina a toda la justicia más allá de algunos jueces valientes y honrados que seguramente darán batalla pero que van a ser destituidos, si triunfa este proyecto anti sistema.
Hay una gran parte de la sociedad que está dispuesta a luchar en forma pacífica y democrática contra el virus del populismo que puede liquidar la República. Hay una parte de los dirigentes de la oposición que también tienen claridad respecto de que esta, es la tarea de las tareas. Pero hay otro sector de la oposición que está demasiado callado. En los que tienen que gobernar provincias o municipios, se puede comprender más esa actitud porque están atajando los penales de la pandemia y tratando de evitar que haya muchos muertos en sus distritos. No tienen tiempo ni cabeza para ocuparse demasiado de las cuestiones políticas. Pero también es verdad que una cosa es la prudencia, la moderación y otra cosa es un silencio demasiado parecido a la complicidad. La sociedad o gran parte de ella está en un momento tremendo, tal vez como nunca en su historia, llenos de pánico, ansiedades, angustias, inseguridades y necesita de sus líderes para sentirse contenidos, acompañados y para que si pueden, les marquen la mejor ruta posible. Hay momentos de la historia donde los referentes agigantan su figura por coraje o inteligencia o al revés, caen por falta de protagonismo y brillan por su ausencia cuando más se los necesita.
El peronismo kirchnerista no tiene culpas ni estómago, ni escrúpulos. Alberto utiliza a Horacio Rodríguez Larreta para sugerir que hay unidad nacional contra el virus. Pero no le tiembla el pulso, ni a él ni a Kicillof, a la hora de ensuciar al gobierno anterior de Macri o a María Eugenia Vidal, por ejemplo. Horacio Rodríguez Larreta, por su función y por su estilo, jamás sería muy duro con Cristina en estos momentos. Sentiría que está dinamitando esa relación institucional que ayuda a achatar la curva de contagios y muertos. Pero Alberto y Axel, no tienen problemas. Dicen que estamos todos en el mismo barco pero cachetean con fuerza a los tripulantes que no piensan como ellos o que tienen otra camiseta partidaria. Esto es para reflexionar y debatir. María Eugenia Vidal se quedó callada y puso la otra mejilla. Eso conspira contra sus posibilidades futuras y deteriora la relación de ella con la gente. Por la tarde salieron a defenderla Alex Campbell y María Lujan Rey, entre otros. Pero todavía son dirigentes pichones al lado de grandes buitres como Alberto y Kicillof. No hay equivalencias. Son jugadores de distintas ligas. Campbell fue subsecretario de asuntos municipales de Vidal y le contestó al presidente: “No abrimos nuevos hospitales, porque los que estaban se caían a pedazos. Hicimos obras para mejorar 55 guardias de hospitales. Primero tuvimos que arreglar los que había, no cortar cintas para las fotos o inaugurar varias veces lo mismo.” También otras voces recordaron que se creó el SAME en la provincia y que la actual vice gobernadora se negó a implementarlo en La Matanza cuando era intendente. La diputada María Luján Rey en su tuit fue demoledora: “Para ayudar a la memoria selectiva y distorsionada, que tiene el presidente, le recuerdo que durante “la década ganada” se inauguraban hospitales vacíos que nunca funcionaron. Además es justo recordar que la gobernadora recibió 80 hospitales de los cuales 53 tenían riesgo edilicio”.
Las banderas de la República no se deben bajar jamás. Libertad, Igualdad y Fraternidad para todos, frente a los virus populistas autoritarios y corruptos. No se puede aflojar, por más pandemia que haya. Todas las esperanzas siempre se fortalecen con más democracia y nunca con menos.