Alberto, el comandante chavista – 30 de junio 2020

Hasta ahora, Alberto Fernández de Kirchner se venía haciendo el otario. Gambeteaba el tema. Sanateaba las respuestas. Pero en los últimos días, el “presidente testigo” salió del placard y confirmó su amor por Hugo Chávez, el socio fundador con Fidel Castro de las dictaduras nacional populistas en América Latina. Un poco de cholulo con Lula, en una video conferencia, Alberto se confesó y dijo que extraña a todos los líderes fascistas de izquierda como Evo Morales, Rafael Correa (ambos prófugos de la justicia de sus países), entre otros a los que mezcló con ex presidentes socialistas democráticos y honrados como Michelle Bachellet, Ricardo Lagos o Tabaré Vázquez. En un impulso de soberbia y altanería, Alberto dijo que solamente hay dos presidentes que quieren cambiar el mundo: el impresentable machirulo Andrés Manuel López Obrador de México y el mismo. Vale la pena escucharlo para conocer al verdadero Alberto, al de las mil caras, capaz de cambiar y dar un giro de 180 grados en dos minutos.
Alberto, en su lamento por no tener a Néstor o a Chávez, comete un par de olvidos imperdonables. No nombra a Cristina. ¿Qué pasó? Esto no termina bien, profesor. Se vienen los retos monárquicos. Alberto nombra como “próceres” a Néstor y a Chávez y no dicen ni una palabra de Cristina. Y el otro problema, tal vez haya sido una amnesia parcial o fue no se animó a tanto. No nombró a Fidel Castro, el padre ideológico y reverenciado de la mayoría de todos esos muchachos. ¿Por qué Alberto no dijo que extrañaba a Fidel? ¿No se animó? ¿Era too much, diría Cristina? Porque ella y su hija Florencia están totalmente agradecidas al marxismo jurásico de la decadencia cubana que tiene presos políticos a granel, vinculaciones graves con los narcos, persecución a los homosexuales y una absoluta falta de libertad. Por eso, al igual que en Venezuela, millones de ciudadanos son capaces de arriesgar su vida para huir de Venezuela o Cuba.
Hasta ahora, Alberto venía disimulando. Es más. Una vez en un tuit se atrevió a criticar a Maduro y a Cristina. Fue el 18 de mayo del 2016, hace apenas 4 años. En términos históricos no es tanto.
Pero este deschave chavizante de Alberto se reflejó no solo partidariamente con Lula. También institucionalmente en dos decisiones del gobierno nacional que dan vergüenza ajena.
Primero, llevaron a nuestro país al peor de los mundos en la Organización de Estados Americanos. Solo seis países se abstuvieron de condenar la tiranía de Maduro: México, cuatro países pequeños sin demasiado peso político específico y Argentina. El mundo libre y civilizado, nos mira con sorpresa e indignación. Los inversores ni nos miran. Se van para otros países.
Pero como si esto fuera poco, desde el punto de vista de la seguridad nacional y de la lucha contra el terrorismo, el gobierno de los Fernández resolvió mediante un decreto y en medio de la cortina de humo de la pandemia, derogar la doctrina de defensa que consideraba al actual régimen de Venezuela como “una amenaza a la paz sudamericana”. Los Fernández resolvieron volver a la normativa cristinista que pone la mira en el “poder descomunal y la supremacía indiscutible” de los Estados Unidos.
Maduro acaba de expulsar a la embajadora de la Unión Europea en represalia porque ese organismo sancionó a 11 funcionarios chavistas por graves violaciones a los derechos humanos y a las libertades fundamentales.
La decisión de los Fernández nos vuelve a alinear con los peores países del mundo, con los menos democráticos y los más beligerantes y que, en muchos casos, impulsan al terrorismo.
La relación de Venezuela como cabecera de playa de Irán en esta parte del mundo también explica el pacto tenebroso que Cristina y Héctor Timerman firmaron para encubrir a los terroristas que volaron la AMIA. En estas horas, Maduro tiembla por la detención de Alex Saab, testaferro de las autoridades chavistas y nexo con Teherán. Está preso en Cabo Verde y a punto de ser extraditado a los Estados Unidos. Nada casualmente, Cristina publicó otro video novelesco de la factoría de Tristán, el ministro de la Propaganda y la Venganza que viene de fracasar en Tecnópolis con su intento de ayudar al combate sanitario contra el coronavirus.
En el flamante capítulo del Netflix ladri progresista, Cristina nuevamente responsabiliza al macrismo, a los medios hegemónicos y el poder judicial, de sus propias culpas en el encubrimiento a los terroristas que volaron la AMIA. Según su expresión de deseo, dice que un informe de Interpol hace caer todas las mentiras que armaron para “perseguir, destruir y encarcelar a opositores políticos” porque las “alertas rojas siempre estuvieron vigentes” Con su tono de actriz melodramática dice: “Lawfare al palo”.
Tomás Farini Duggan, abogado de familiares de víctimas de la AMIA, destrozó en un minuto los argumentos de la ex presidenta que está procesada en esta causa que inició el fiscal Alberto Nisman unos días antes de ser asesinado. Farini Duggan dijo que el informe de Interpol, demuestra “todo lo contrario de lo que dice Cristina porque las alertas rojas si estuvieron en peligro y sufrieron una mácula”.
Como si esta escandalosa búsqueda de impunidad fuera poca, el jefe de todos los abogados del estado, Carlos Zannini, que también está procesado en esa causa, le pidió al tribunal que anulara el juicio que está en marcha. Juez y Parte, que le dicen. O Lawfare al palo.
Pero lo más trágico del episodio de Netflix de “Cristina eterna” es que uno de los que con más contundencia y rigurosidad fustigó a Cristina por esto fue Alberto Fernández. No sé si lo ubica, doctora. No es macrista, ni periodista ni juez. Es el presidente que usted bendijo. En la ya legendaria columna del diario La Nación, del 16 de febrero de 2015, titulada “Hasta que el silencio aturda a la presidenta”, Alberto dice textualmente: “En el centro del poder, allí donde la denuncia tocaba fibras, hablaron de suicidio y de asesinato, acusaron al muerto de ser un padre desatento y un títere de factores que operan en la sombra y hasta afirmaron que una suerte de lucha fraticida entre servicios de inteligencia, acabó detonando su muerte. Todo lo dicho sería poco importante de no ser que ha salido de la boca de la Presidenta imputada por el fiscal muerto. Ignorando la tragedia, se indultó a si misma, apropiándose de la verdad, de la Patria y hasta de la alegría y condenó cínicamente a los que quedamos agobiados por lo patético de lo ocurrido.”.
Aquí Alberto acusa a Cristina de muchas cuestiones graves. De haberse indultado a sí misma, de apropiarse de la verdad y la Patria y de que los servicios de inteligencia que ella conducía, fueron parte de ese magnicidio.
Pero eso no es lo peor. En el párrafo siguiente, Alberto (que, repito, no es macrista, periodista ni juez) dice: “Cristina sabe que ha mentido y que el memorando firmado con Irán, solo buscó encubrir a los acusados. No hay nada que probar. (…) ¿Para que pactaron ambos gobiernos notificar a Interpol lo acordado, si no era para levantar los pedidos de captura librados?
Después acusa a Cristina porque “perversamente, hizo avalar su nefasta decisión con una ley nacional. (…) Solo un necio diría que el encubrimiento presidencial a los iraníes no está probado.” Es demoledor. Lo dijo el Presidente de la Nación actual. Y quien fue jefe de gabinete de los Kirchner entre 2003 y 2008 y socio fundador del movimiento.
Este texto termina con cualquier discusión y mentira. No hay videíto tristón de Tristán que pueda ocultar la verdad. De todos modos, si prefieren los videos, también hay. El 26 de febrero de 2015, en el Juego Limpio, el colega Nelson Castro en TN, logró declaraciones trascendentes de Alberto Fernández. La primera es cuando asegura que Cristina terminará su gobierno con dos máculas que fueron las leyes de encubrimiento a Boudou en Ciccone y de casi autoamnistía en el pacto con Irán.
Después el actual presidente asegura que el acto de encubrimiento es la propia firma del acuerdo y que ese delito tiene a Cristina como instigadora y a Héctor Timerman como el autor directo.
Para levantar estos testimonios calificados, Tristán y Cristina van a necesitar cientos de largometrajes. Con un video donde la fuente es Página 12 y se acusa al periodismo una vez más, no se lo cree nadie. Salvo los fanáticos como el ministro Bauer que creen todo lo que Cristina diga. Le pertenezco, doctora, parece decir siempre.
Pero los periodistas tenemos otra obligación y otra misión. Que es la de ser la piedra en el zapato. La de dudar y tener una mirada crítica. Y eso choca todo el tiempo con las ideas de Cristina que odia al periodismo porque quiere controlar todo y que nadie la controle a ella.
Jorge Lanata definió bien este domingo lo que está pasando con esta avanzada del cuarto gobierno kirchnerista contra el periodismo libre y los medios independientes. Dijo que el inquisidor programa del “pauta traficante” Diego Gvirtz, rebautizado por Lanata como “Seis, siete, chorro” ahora está en el poder ejecutivo y no en la televisión mal llamada pública. Nuestra obligación es no callar nada. El silencio siempre favorece al poder y a los que abusan de ese poder. Para el final me queda solamente una reflexión. La mentira tiene patas cortas. De nada vale que corran. El incendio va con ellos.