Nervios por los papeles de la vacuna – 29 de diciembre 2020

Fue un “sincericidio” de Ginés, como acabamos de escuchar. Esta mañana confesó que el Presidente Alberto Fernández “está nervioso porque no llegan los papeles de la vacuna” y agregó que el jefe de estado, por ahora, no se va a vacunar. A confesión de partes, relevo de pruebas.
El gobierno de los Fernández es tan oscurantista como el de Vladimir Putin. No solamente se enojan si se los critica. También pretenden que se los aplauda. Y la verdad es que la catástrofe sanitaria que estamos padeciendo, tiene un componente inevitable que es el virus, pero otro absolutamente evitable que es la pandemia de autoritarismo informativo, de malvinización de la aplicación de la vacuna y de ausencia total de rigurosidad científica.
Es cierto que hoy comenzó la vacunación, pero ni la mala praxis y la chapucería del ministro Ginés González García ni la irresponsabilidad del presidente Fernández, lograron llevar tranquilidad a una mayoría de la población.
El ministro de Salud hizo una autorización de emergencia y han logrado colocar al ANMAT en una situación muy similar a la que sometieron al INDEC en aquel momento con la patota de Guillermo Moreno. La ANMAT (Administración Nacional de Medicamento, Alimentos y Tecnología Médica) siempre tuvo un gran prestigio profesional más allá de cualquier gobierno. Nunca se politizó. Esperemos que no termine intervenido con ametralladoras en la mano como hizo el gobierno kirchnerista con el INDEC en su momento.
Lo cierto es que la vacuna Sputnik no fue autorizada explícitamente ni por el ANMAT ni por sus organismos similares en Estados Unidos y en la Unión Europea. Eso no lo puede desmentir nadie. No hay una sola publicación científica, no hay papeles que certifiquen lo que los funcionarios dicen. Son muy pocos los países que están aplicando la Sputnik. Y encima se trata de países sin democracia plena y con alto nivel de dependencia de Moscú como Bielorusia o Venezuela.
Es tan poco transparente todo que Putin dijo que no se la iba aplicar porque no era recomendable para los mayores de 60 años y con eso sorprendió a los argentinos que no sabían o no quisieron saber.
Ahora Putin, aseguró que si se la va a aplicar. Pero el histórico genio y campeón mundial de ajedrez, Gari Kasparov, ídolo en aquella región dijo que “no hay ninguna posibilidad de que Putin se aplique la vacuna Sputnik. No importa lo que diga la ampolla, no será la vacuna rusa la que se aplique. Definió a ese gobierno como “una dictadura que, con un enorme programa de dopaje deportivo y un laboratorio de asesinatos con armas químicas, jamás podría producir y aprobar una vacuna confiable. Las dictaduras roban, engañan y matan mejor de lo que innovan”. Como si esto fuera poco, con una liviandad aterradora, Rusia acaba de reconocer el triple de muertos por coronavirus de las que había informado hasta ahora.
Son papelones macabros. Estamos hablando de vidas humanas, no de una mercadería que tiene repuesto. Hasta ayer, Rusia le informó al mundo que habían muerto por el virus 55.265 personas. Ahora, reconocieron que en realidad, los fallecidos son 186 mil. Más ocultamiento, imposible.
Acá pasa algo parecido.
Ayer, gracias a la investigación del periodista Ricardo Benedetti, conocimos un documento interno de la ANMAT que se refiere a los efectos adversos que se registraron de la vacuna rusa. Fueron 12 casos que produjeron cólico renal, trombosis venosa profunda y un absceso en miembro. El evento adverso más frecuente fue un síndrome similar a la gripe.
Sin que se le cayera la cara de vergüenza, GGG dijo que no entendía las exigencias de Pfizer, “pareciera que no le tienen fe a la vacuna”. No ministro. Bad Information. No le tienen fe al gobierno argentino. De hecho en casi todo el mundo están aplicando esa vacuna. Pero según el impresentable ministro, los del laboratorio “pidieron condiciones inaceptables”. ¿Solo a Argentina se las pidieron? El ministro también sacó de la galera otra serie de imprecisiones. Aseguró que “compramos 51 millones de vacunas y buscamos 20 millones más. Es mentira que no tengamos para todos”. ¿A cuál país o laboratorio se las compramos? ¿A que precio? ¿Cuándo van a llegar? Muchas preguntas, ninguna respuesta.
Sandra Pitta, farmacéutica biotecnóloga e investigadora del Conicet denunció que “el presidente no tiene noción de lo que hace”. Y agregó que ella no se vacunaría jamás porque no hay información confiable. No le preocupa la bandera ni la ideología del país que la produjo. Pero si la inquieta (como a todos) la ausencia de datos y transparencia.
La ciencia no es una cuestión de fe. De creer o no. No es un voluntarismo de la militancia. La ciencia se basa en datos duros, en evidencias. Y eso, por ahora no existe.
Adolfo Rubinstein, el ex ministro de Salud de Macri, fue igualmente contundente: “El informe de ANMAT no es científico, es un memo que carece de datos”.
Siempre hay espacio en el cristinismo para las versiones delirantes. El doctor Jorge Rachid, integrante del comité de expertos que asesora a Axel Kicillof provocó vergüenza ajena cuando dijo que Pfizer había pedido “los glaciares y permisos para pescar”. Por supuesto que hubo memes en twitter. Uno decía que los glaciares los necesitaban para enfriar las vacunas. Pero le doy dos datos para juzgar la credibilidad de Rachid que insólitamente (hasta ahora) es asesor de Kicillof. Fue funcionario de Menem y después escribió un libro contra el “tsunami neoliberal” y a principios de febrero del año pasado se autoproclamó presidente de la Nación Argentina designado. Aseguró que contaba con el apoyo de 112 países, se enorgulleció de su impronta chavista y convocó a elecciones anticipadas, mientras le pedía al pueblo que siguiera movilizado en las calles. Se ve que el pueblo no lo escuchó demasiado. Perdió siempre las elecciones en Neuquén. Pero esto nos da una idea clara del nivel de fanatismo y ceguera en el que caen algunos cristinistas. El problema es que hablan de la salud pública. Y que un gobernador como Kicillof los convoca como expertos.
Un para periodista K, se sumó a la paranoia que busca culpables en lugar de soluciones y recordó que los fondos buitres de Paul Singer nos quisieron embargar la “Fragata Libertad”.
La inteligencia humana tiene límites. Pero la estupidez, es ilimitada.
Está claro que Ginés nos vacunó a todas y todos los argentinos. Es humor negro. Porque estamos hablando de la muerte de más de 43 mil argentinos y vamos derechito rumbo a los 45 mil fallecidos producto del coronavirus. Estamos entre los países con más muertos por millón de habitantes y con más contagiados. No podía ser peor. Y con un año sin clases producto de la decisión de los sindicalistas docentes más autoritarios.
Y eso que el gobierno dijo que si estuviera Macri, “ya hubiéramos superado los diez mil muertos”. ¿Se acuerda?
El comandante de esta Armada Brancaleone es Ginés, bajo la supervisión de otro funcionario repleto de improvisaciones, contradicciones y otros mamarrachos. Es el presidente de la Nación, Alberto Fernández. Porque en esta, Cristina no se metió. Ni abrió la boca. Ni para darle el pésame a los familiares de la víctimas o expresar su dolor por tanta muerte de compatriotas.
Cristina se lavó las manos con alcohol en gel y mantuvo distancia social de todos estos dramas.
¿Pueden mentir tanto? ¿La desesperación por sacar algún rédito político los lleva a mandar fruta y a decir cualquier cosa? Son imprudentes y peligrosos. Insisto: estamos hablando de salud.
¿Saben lo que significa la prudencia en un tema de salud pública?
De los creadores de las filminas truchas a la basura o de la pelea con medio mundo, ahora viene “Tenemos problemas con los aviones” y “Pfizer puso condiciones inaceptables”.
No va a faltar el diputado cristinista que proponga una ley para repudiar a un laboratorio imperialista que es parte de un plan para destituir al gobierno popular.
En agosto, en TN, Ginés dijo que “vamos a tener la vacuna antes de tiempo, como en el primer mundo, a un precio infinitamente menor”.
La dignidad es como el embarazo. No se puede estar medio embarazada. Se está o no. No hay término medio. Con la dignidad, pasa lo mismo. No se puede ser medio digno. Conveniencia y especulación, siempre mata ideas.
Gé Ge Gé, como se conoce a Ginés por sus iniciales, batió todos los records de metidas de pata y bloopers durante esta cuarentena extra large. Habló hasta por los codos y dijo barbaridades.
Para empezar, Ginés no pegó una en diez definiciones que tuvo ante los medios. Desde aquel histórico día 23 de enero, cuando dijo que no había ninguna posibilidad de que el coronavirus llegara a la Argentina. El médico de este gobierno de científicos hizo diagnósticos absolutamente equivocados. Insisto: no pegó una. “Me preocupa más el dengue que el coronavirus”, planteó sin que se le moviera un músculo, ni pidiera disculpas por semejante pifia. El 3 de marzo dijo, “uy, me sorprendió el virus, yo no creía que iba a llegar tan rápido”. Hay que recordar que vaticinó que en julio iba a bajar la curva y que la gripe era mucho peor que el covid 19. Están todos los audios y los videos.
Estos mamarrachos puestos en la boca del ministro Ginés son la síntesis de la catástrofe sanitaria que produjo este gobierno. No se desesperen por conseguir un votito más o por inventar otro nuevo relato épico. Dejen de vender humo. Con la salud, no. Con la vida de los argentinos, no. Gobierno de científicos, las pelucas. Mediocres y chantas.