No hay futuro con el chavismo K – 28 de enero 2021

Por momentos da la sensación que el gobierno destruye todo lo que toca: la economía, la salud, las instituciones, la convivencia republicana y hasta el concepto de progreso.
El fracaso estrepitoso de Alberto y Cristina no solamente puede medirse por su incapacidad para construir algún éxito de gestión. Su chavismo K, sus caprichos y su resentimiento, lo convierten en un movimiento que dinamita incluso, la noción de futuro. Todas las salvajadas que han hecho se pueden resumir en esta pregunta:
¿Quién habla hoy de futuro y de progreso? Con su populismo cleptocrático han logrado que la mayoría de la gente solo piense en resistir y en aguantar hasta que pase esta tormenta perfecta.
Hay cientos de ejemplos.
En todos los aspectos de la vida en comunidad.
Atacan a Mercado Libre y defienden a Boudou libre. Ese es el mensaje que dan a la sociedad. Palos a los exitosos y abrazos a los que roban. Castigo a los que innovan y dan trabajo genuino a miles y premio a los estafadores condenados por todas las instancias judiciales. Así nos va.
En cualquier país del mundo una empresa como la de Marcos Galperín, sería un espejo en donde mirarse. Se iluminaría su figura como un ejemplo de progreso porque con creatividad y esfuerzo se transformó en un unicornio que hoy supera los 100 mil millones de dólares en su valor bursátil. Un orgullo para los argentinos.
Sin embargo, militantes y referentes del cristinismo le dan con un caño, lo hostigan y le ponen tantos obstáculos que Galperín tuvo que irse a vivir a Uruguay. Y no es el único caso.
Juan Grabois es la contracara. El mejor amigo del Papa Francisco, es el promotor de un pobrismo clientelista con el eje puesto en la multiplicación no de los panes y si de los planes y la pobreza. Con un izquierdismo presuntamente cristiano, berreta y consignista, Grabois promueve huertas impracticables en los terrenos ajenos y una reforma agraria que no cuenta con el principal insumo: la vocación por el trabajo.
Para este gobierno vale más Boudou Libre que Mercado Libre. Y es toda una definición.
De hecho, como faltan dólares porque el peso no vale nada, hay genios del gabinete que proponen impedir que ingresen computadoras y estudian ponerle un impuesto. Un delirio reaccionario que ellos bautizan como progresista. Ese es el nivel de confusión que tienen y transmiten desde el estado.
En pleno crecimiento del trabajo remoto producto de la pandemia, mientras las notebook se han convertido en una tabla de salvación para trabajadores o pequeños empresarios, Alberto y Cristina se empeñan en ponerle un freno de mano a cualquier posibilidad de mejora en la calidad de vida. Se pegan tiros en los pies.
Se auto perciben revolucionarios y son profundamente conservadores y jurásicos.
El ejemplo más claro se puede ver en feudos como Formosa o Santa Cruz. Eso es lo que los Fernández consideran gobiernos y gobernantes ejemplares. Esa es la forma del chavismo en la Argentina. Señores feudales que se eternizan en el cargo. Autoritarismo feroz. Justicia adicta y ataque a los medios de comunicación independientes. Detención de opositores pacíficos. Y un ejército de empleados estatales y casi nulo desarrollo de la actividad privada.
Formosa y Santa Cruz son, apenas dos botones de muestra. El formato se repite en gran parte de la geografía nacional del peronismo de estado. Frente a brutales violaciones a la dignidad que humillan a los más humildes, los organismos de derechos humanos que tienen la camiseta de Cristina, se quedaron mudos. Es vergonzoso que no hayan hecho ni un reclamo. Ni Bonafini, ni Carlotto, ni Victoria Donda. Horacio Pietragalla fue a una especie de tour donde disfrazaron la realidad y encima, soberbio y pendenciero, maltrató a jóvenes militantes de organizaciones de la sociedad civil diciendo “¿Te parece que estoy así disfrazado para el carnaval?” Para ellos, Formosa es el paraíso socialista. El presidente Fernández calla y otorga, y el Partido Justicialista trata a Gildo Insfrán como si fuera un estadista de Dinamarca.
Cristina premia a Pablo González, quien fuera vice de Alicia Kirchner, con la suma del poder en YPF. La historia de YPF desde que los Kirchner aparecieron en la política de Río Gallegos, es el símbolo de los negocios sucios y de la destrucción de la empresa. Sin distinción de ideología. Apoyaron la privatización, la argentinización y la re estatización. Y siempre se beneficiaron ellos y perjudicaron a todos los argentinos. Todos los caminos condujeron al mismo destino de una empresa que supo ser un ejemplo y que ahora está en la lona y con riesgo de caer en default. Pero eso si, el manejo de todas las cajas es de los soldados de La Cámpora.
Ese concepto de destruir todo lo que funciona es clave a la hora de analizar el ataque feroz a la Ciudad de Buenos Aires, un experimento exitoso en varios sentidos que protagonizó Mauricio Macri y ahora Horacio Rodríguez Larreta. Gobiernan La Matanza desde 1983 y en lugar de gobernar con la idea de igualar hacia arriba y seguir el rumbo de la Ciudad de Buenos Aires, la energía la pusieron en igualar para abajo. En destruir un distrito que funciona y que es la vidriera al mundo y en el que viven, trabajan, estudian y se curan seis millones de argentinos. Repito: en vez de construir un Conurbano a imagen y semejanza de la Ciudad, el objetivo es que los que habitan esta ciudad dejen de vivir en la opulencia de los helechos iluminados y pasen a chapalear en el barro. Igualar para abajo. A eso le llaman justicia social. O progresismo. Son falacias y estafas morales y económicas.
Cristina ama a La Matanza, pero vive en Recoleta, Puerto Madero o El Calafate, entre helechos iluminados. Todos queremos que La Matanza, Santa Cruz o Formosa crezcan, se desarrollen, progresen y sus habitantes sean cada vez más felices. Pero para eso se necesitan gobernantes que no roben, que respeten la ley y las instituciones y que combatan la pobreza y que no la multipliquen.
¿Cuáles son los países y las sociedades que Cristina admira? Venezuela, Cuba, Rusia? ¿Eso es lo que ellos aspiran a construir para los argentinos? Si ese es el objetivo quiere decir que van por buen camino. Viajamos hacia Venezuela con escala en Formosa o Santa Cruz.
En todos los planos van a contra mano. Si salieran de sus vidrios polarizados y de sus opulentos domicilios, los Fernández se darían cuenta que junto con el trabajo, tal vez el reclamo más importante de la sociedad es la seguridad democrática. El gobierno nacional no hace nada en este tema. O mejor dicho, con distintos mensajes nefastos, siempre favorece a los delincuentes y castiga a las víctimas de delitos. La ministra de la Inseguridad Sabina Fréderic, no sabe no contesta. No controla ni la relación con Sergio Berni. Este cuarto gobierno kirchnerista fomenta y tolera tomas de tierras privadas, libera asesinos y violadores de las cárceles pese a que casi no hubo contagios de covid en los penales y sus jueces y fiscales militantes, imitan a su jefe espiritual, Eugenio Zaffaroni y en un falso garantismo, tienen la firma fácil para soltar a los pobres delincuentes que según ellos no son victimarios, son “víctimas de la injusticia del sistema capitalista”. Y a eso le llaman ser de izquierda. Le levantan monumentos a los lumpenes del robo y los crímenes y miran para otro lado frente al crecimiento geométrico del sufrimiento que padecen los argentinos laburantes y honrados. Repiten como loros de la inflamación ideológica que la seguridad es una bandera de la derecha y de los ricos. Y no se dan cuenta que es todo lo contrario, que en los barrios más humildes es donde más sufren cuando a sus hijos les roban la mochila, las zapatillas o las pocas pertenencias que tienen. Otra vez: castigan al que trabaja y premian al que delinque. Igual que con Galperin y Boudou. Es una escala diferente, pero el concepto es el mismo.
Y eso se traduce al tema policial. La mayoría de la militancia K asocia todos los uniformes con la dictadura militar o con la represión ilegal. Desprecian a todos los policías, gendarmes y demás. Los maltratan y no reparan en que por edad y por subordinación a la democracia, son muy pocos los golpistas o los corruptos que, por supuesto, deben ser extirpados de la fuerza. Pero en todos los países del mundo se necesita que el estado castigue al delito con legalidad y profesionalismo. A eso apostó Patricia Bullrich y por eso se ganó el respeto de gran cantidad de civiles y uniformados. Porque fomentó la idea de cuidar a los que nos cuidan, lo que no significa mirar para otro lado si algún policía comete un ilícito. Por eso creció la imagen positiva de Patricia Bullrich entre la población civil y en las fuerzas de seguridad. Por eso los policías se le cuadraron con respeto en Villa Gesell. Despues los obligaron a hacer un video donde dijeron que habían sido engañados y utilizados políticamente. Un castigo soviético.
De todos modos lo que no se puede borrar, porque está en el ADN del kirchnerismo es que no terminan de comprender que no hay exigencia más justa ni más vinculada a los derechos humanos de hoy que la seguridad. Todos tenemos derecho a vivir en paz, en libertar, en tranquilidad y es el estado el que tienen que combatir al delito. No pueden desertar de esa obligación porque de esa manera, fomentan la calamidad de la justicia por mano propia, el ojo por ojo y eso a la larga, deja ciega a toda la sociedad.
Y para que le voy a contar el aumento de la pobreza, la desocupación, la inflación, el cierre masivo de empresas y la falta total de inversión. El descalabro económico no hace falta ni describirlo. Lo sufren todos los compatriotas en sus bolsillos y en sus frustraciones.
La única verdad es la realidad, y la realidad es que los Fernández destruyeron todo lo que tocaron. Y recién llevan un año.