Alberto, no es naïf, es cómplice – 9 de marzo 2021

En la seguidilla de mentiras y falsedades con la que pretende gobernar, Alberto Fernández acaba de decir que Cristina lo critica por ser naíf. Alberto es todo lo contrario. Naïf es una corriente artística y la palabra, suele asimilarse a la persona ingenua o inocente. El presidente no es ingenuo ni inocente. Todo lo contrario, es cómplice de la jefa de la asociación ilícita más grande de la historia democrática que se dedicó a saquear al estado. Alberto es partícipe necesario de esa mega corrupción de estado. No porque se haya llenado los bolsillos, porque eso no se puede probar. Pero si, porque miró para otro lado, con la actitud de omertá que tienen los mafiosos, ante la cadena delictiva del cártel de los pingüinos que se convirtieron en mega millonarios antes, durante y después del gobierno que el integró como jefe de gabinete.
Cuando volvió al llano y Cristina comenzó a perseguirlo, Alberto alimentó a muchos periodistas con información que ayudaba a investigar los robos y las estafas. No cumplió con su obligación de funcionario público de denunciar ante la justicia esa cleptocracia. Pero ahora que hay montañas de pruebas, testimonios de arrepentidos y documentos claves del enriquecimiento ilícito de las coimas y del lavado de dinero, Alberto dice que ella “es inocente, que no necesita que el la defienda y que va a demostrar su inocencia.
Pregunto: ¿Si ella es inocente porque no desmiente con sus pruebas las acusaciones que son tan sólidas? Nunca desmiente la información. Ataca a los jueces, a los fiscales, a los periodistas que investigaron y a los arrepentidos que estaban a su lado y confesaron absolutamente todos los detalles.
El presidente no solamente es cómplice y culpable por omisión de denuncia, ahora es partícipe necesario porque en el pacto tácito que firmó con Cristina la ayudó a volver al poder bajo el compromiso de ayudarla a lograr la impunidad y la venganza. ¡¡Qué va a ser naïf, Alberto!! Alberto fuma bajo el agua. Que no se quiera lavar las manos. Ahora es un secuaz de Cristina. No es el jefe de la banda, pero la integra. Cada uno tiene un rol. Si esto fuera una película de bandidos, el rol de Alberto parece ser el del chofer que maneja el auto para salir volando después del robo al banco.
Y como si esto fuera poco, al gobierno le falta gestión y le sobra agresión, igual que a Axel Kicillof. En estos momentos de gran turbulencia, es cuando los presidentes deben demostrar la mayor templanza. Sin embargo, el presidente, en lugar de apagar los incendios, arroja más leña al fuego. Contagia nerviosismo y angustia y demuestra desesperación. Porque insiste con esa idea de buscar culpables en lugar de soluciones. Hay por lo menos diez problemas urgentes que solucionar. En ningún caso el camino es insultar o atacar a los dirigentes opositores, o al periodismo y mucho menos, como hizo Kicillof, amenazar con castigos severos o multas a la gente que es, claramente, la víctima de esta catástrofe sanitaria y económica.
Daniel Gollán levantó el dedito y dijo: “habrá que aplicar un poquito de rigor para los que no cumplan.”
En la pandemia que crece a gran velocidad, todo el drama se puede resumir en una frase: el virus nos va ganando la batalla porque no hay vacunas. No hay vacunas y cada vez hay más muertos y contagiados. Todos los debates restantes son derivaciones de esta verdad producto de la irresponsabilidad y la mala praxis del gobierno: no hay vacunas.
Las señales que el presidente Fernández emite hacia la sociedad son muy peligrosas. Un pelele con micrófono amenaza con agarrar a trompadas a un diputado y Alberto lo premia con una entrevista. Un ex jefe Montonero y doble agente se transformó en un traficante de vacunas y cuando regresó de la clandestinidad, el Presidente lo avaló otorgándole una nota.
Es verdad que el presidente está recibiendo críticas durísimas. Ninguna tan dura e implacable como las que él le disparaba a su actual vice y jefa política, Cristina de Kirchner. Nadie dijo de Alberto lo que Alberto dijo y escribió sobre Cristina: “psicópata, deplorable y cínicamente delirante”.
Y como si esto fuera poco, el presidente desde su aislamiento, en todo el sentido de la palabra aislamiento, ayer estalló con una agresividad que confirma que por momentos se convierte en un “barra brava”, como lo definió el diputado Mario Negri.
Fernández acusó a los que lo cuestionan de ser “imbéciles profundos o muy malas personas y miserables”. Estaba sacado por un documento de Juntos por el Cambio que respetuosamente, tomaba distancia de todos los errores y los horrores del Presidente.
El peronista Miguel Angel Pichetto alerto que “van a liquidar al país con estas restricciones tremendamente nocivas”.
Fernando Iglesias hizo una radiografía demoledora de la administración de los Fernández: “no testearon, no tuvieron plan sanitario, económico ni de vacunación. Prometieron diez millones de vacunas en diciembre y no llegaron ni a la mitad. Se vacunaron entre ellos. Pero la culpa la tiene la oposición y los argentinos”.
El presidente confesó que, cuando se escriba la historia, aspira a quedar del lado de los que cuidaron a la gente. Y si tengo que perder una elección por eso, la pierdo. Pero me voy a dormir en paz”.
Falta mucho para que se escriba la historia. Pero, por ahora, Alberto está quedando como un gerente de Cristina, un cómplice del latrocinio y del lado de los que potenciaron todos los indicadores negativos de la economía y la salud. Las urnas después hablarán del tema electoral. Pero, por ahora, parece que se estaría por cumplir su premonición.