El periodismo, enemigo de las dictaduras – 7 de junio 2021

Es una verdad revelada. Algo que se cumple en forma matemática. El nivel de libertad de prensa es un termómetro del grado de autoritarismo de un país. Con libertad se puede hacer un periodismo bueno, malo o regular. Eso lo juzgará la gente. Pero sin libertad, lo único que se puede hacer es propaganda. Muchos creen que el principal insumo del periodismo son las noticias. Y no es cierto. Nuestro principal insumo es la libertad.
Lo primero que hacen las dictaduras como Venezuela y Cuba es amordazar, censurar y perseguir al periodismo. Lo primero que hacen las autocracias feudales como Santa Cruz y Formosa es intentar domesticar y hacer arrodillar a los periodistas independientes que no se alquilan ni se venden. Desde el regreso de la democracia en 1983 nadie agredió tanto a los medios de comunicación y a sus trabajadores como el cristinismo. Odian profundamente a la prensa porque quieren controlarlo todo y que nadie los controle a ellos.
Utilizaron todos los mecanismos conocidos de hostigamiento a la prensa libre e inventaron algunos porque son muy creativos para el mal. Hasta la llegada de Néstor y Cristina nadie había extorsionado a los anunciantes privados. Los obligaron a dejar de poner publicidad en los grandes medios para que apoyaran a los que tenían puesta la camiseta de Cristina. Pasó mucho esto. El caso más recordado fue el de los supermercados y sus grandes ofertas de fin de semana.
Utilizaron la pauta publicitaria con una ferocidad nunca vista. Castigaron con el látigo a los que no se disciplinaron y premiaron con su generosa billetera a los chupamedias del poder. Les dieron fortunas en pauta y miraron para otro lado ante las evasiones y elusiones impositivas para que sus cómplices compraran medios y los pusieran al servicio de Cristina eterna. Expulsaron de los medios del estado todo vestigio de pluralismo y los convirtieron en unidades básicas que adoctrinan todo el tiempo. Ejemplos sobran en los cuatro gobiernos kirchneristas. El último fue el castigo de La Cámpora a un profesional como Leonardo Flores porque mientras trabajaba en televisión en Miami hizo un documental crítico sobre el chavismo. Mientras tanto, bolsos con millones de pesos fueron encontrados en el canal mal llamado público. Lo que Rosario Lufrano todavía no encontró, fue a los culpables de semejante corrupción.
Juzgaron en una plaza pública al estilo mussoliniano a distintos periodistas, colgaron afiches con sus caras e incitaron a los chicos a que los escupieran, dispararon misiles de mentiras todos los días sobre cronistas que se negaron a sumarse a la comparsa K. Ejemplos sobran en los cuatro gobiernos k y en la cuna del proyecto en Santa Cruz. Pero el último ejemplo fue el armado de una causa judicial con complicidad de un juez militante contra un periodista de investigación honrado y prestigioso como Daniel Santoro. Estuvieron a punto de meterlo preso.
Apelaron a su grupo de tareas en las redes sociales para tirar la honra de cientos de periodistas a los perros. Ese fue y es un plan sistemático de demolición de la reputación de colegas que no se dejan sodomizar por la tiranía de la híper corrupción que fomenta dirigentes sindicales mafiosos como Hugo Moyano y sus salieris.
Recurrieron a la acción directa y a los escraches de patotas que fueron a la puerta de los canales y las radios a intimidar periodistas. A muchos les pegaron palizas inolvidables y fabricaron tanto odio como nunca antes desde 1983. Delirantes e ineficientes como Axel Kicillof han llegado a decir que los periodistas somos hinchas del Covid y queremos que la gente se muera. ¿Se puede apelar a semejante bajeza?
El líder judicial de este proyecto autoritario, Eugenio Zaffaroni, funcionario de dos dictaduras y dueño de departamentos donde se ejercía la prostitución, llegó al extremo de calificar a los periodistas que no eran de su gusto como “terrorismo mediático”. Otro sujeto de ese palo, llegó a proponer un tribunal para juzgar a los periodistas como si fuéramos genocidas: “La Conadep del periodismo”, vomitó para bautizar su idea. También utilizaron la AFIP y los espías estatales para amenazar y tirar carpetazos contra los que no se subordinaron. Están convencidos de que el estado les pertenece. No se sienten inquilinos de la Casa Rosada. Se siente propietarios.
Hace una semanas, en vivo y en directo, vimos como un para periodista organizó desde su programa una operación de escrache contra la presidenta de un partido opositor. A los dueños del canal, les dio tanta vergüenza ajena, que lo despidieron. Pero ya aparecieron otros tres talibanes dispuestos a contratarlo y a celebrar su metodología típica de servicio de inteligencia.
En lo político, llegaron hasta la puerta de las expropiaciones de medios al estilo Venezuela con una ley que fue frenada en el borde del abismo por la Corte Suprema de Justicia. Pero lo van a volver a intentar. En sus documentos internos, la guardia de hierro de Cristina, se autocritica por el orden de los factores que según ellos, esta vez alteró el producto. Ahora, decidieron ir primero por la colonización de la justicia, mediante la instalación de un jefe de los fiscales adicto hasta la esclavitud, por la reforma constitucional y la reducción del poder de la Corte. Una vez puesta la justicia bajo la suela de Cristina y Máximo, volverán a atropellar a los medios que ellos llaman hegemónicos y a los que acusan de ser parte de Lawfare, una mentira tan grande como la Patagonia o como la fortuna que se robaron los Kirchner, sus familia y casi todos sus funcionarios que se hicieron millonarios en el poder.
Este tercer gobierno de Cristina tiene como modelo a Cuba, Venezuela, Rusia, Irán, China y Nicaragua. En alguno de esos países, hay capitalismo de estado o de amigos y en otros, socialismo jurásico y fracasado. Pero en ninguno de esos países hay libertad para informar y para opinar. La censura y la persecución es parte del ADN de estos militantes del oscurantismo.
Por eso es tan importante defender la libertad de prensa. No es un privilegio ni un derecho de los periodistas. Es un derecho de los ciudadanos a ser informados con el máximo de verdad posible y con el mayor arco iris de matices ideológicos.
Los periodistas que amamos y tratamos de honrar este oficio, no defendemos camisetas partidarias ni dirigentes. No somos ni debemos ser el soporte de ningún político. Ni de Cristina ni de Macri ni de nadie. El motor que nos mueve es la búsqueda de la verdad. Nosotros defendemos valores: la democracia, la paz social, los derechos humanos, la independencia de los poderes, la honestidad, el mérito, la igualdad de oportunidades, la seguridad para trabajar y vivir con tranquilidad.
Los militantes por ideas son militantes y no periodistas. Los obsecuentes por dinero y conveniencia, son delincuentes.
A esos, los repudio por manchar este oficio maravilloso.
Los colegas dignos, valientes y con las manos limpias son los que quiero que jueguen en mi equipo. Los que quieren iluminar lo que todos los poderes quieren ocultar. A ellos los celebro. Porque el periodismo es un poderoso enemigo de todo tipo de dictaduras. Y eso no tiene precio.