¿Cristina, quiere que Alberto se vaya o se quiere ir ella? – 20 de septiembre 2021

Último momento, dice Sendra. Posible
acuerdo entre Alberto y Cristina. Uno se quedaría con la nafta y el otro con el fósforo. Nosotros, con las cenizas.
Es una buena síntesis del gobierno de los Fernández que nos dejó al borde del precipicio institucional. Todo se derrumbó hace una semana cuando Cristina pasó de su bailecito frívolo con el sobre del voto hasta su mirada hacia el suelo y su cara de asco.
Por algo, Joaquín Morales Solá escribió que “el desprecio de Cristina por la institucionalidad, tiene una dimensión cósmica”. Por eso Eduardo van der Kooy describió el “Plan serrucho contra el Presidente”.
La gran pregunta es inquietante y estremecedora. ¿Cristina, quiere que Alberto se vaya o se quiere ir ella? Lo vació de poder y lo dejó flameando, con tanta debilidad, que con un soplido lo voltea. Estos son los hechos que habilitan esta conjetura política. Repito, porque no hay pregunta más importante para entender lo que pasó y lo que puede pasar: ¿Cristina, quiere que Alberto se vaya o se quiere ir ella?
Ya voló por los aires el matrimonio por conveniencia y el pacto espurio entre ambos.
El próximo remezón del terremoto de las urnas puede ocurrir antes o después del 14 de noviembre. Nada es seguro después de la implosión del Frente de Todos y la fractura expuesta del gobierno.
Yo pienso que ella quiere volver a sentarse en el Sillón de Rivadavia y tirar a Alberto por la ventana. Pero reconozco que hay quienes dicen que Cristina no quiere quedar pegada a la derrota más grave de la historia del peronismo y por lo tanto, está levantando campamento para huir despavorida. Se apoyan en los dichos de la diputada Fernanda Vallejos que en su sincericidio programado, dijo claramente “nosotros no tenemos nada que ver con esta bazofia”. Según la Real Academia, “bazofia” significa: “mezcla de heces, sobras o desechos de comida, cosas soez, sucia y despreciable”. La idea sería abandonar el Titanic y aferrarse a los pocos salvavidas que quedan antes del hundimiento. Ese es el valor del monólogo de la diputada Vallejos. Expone el verdadero pensamiento de Cristina que, según ella, es hablada por el pueblo. Dijo Fernanda Vallejos de Kirchner que “le hicieron votar una fórmula de mierda para los jubilados, que Alberto es un ocupa de la casa de gobierno que no tuvo ningún mérito porque los votos son de Cristina. Y riega su proclama golpista acusando al Presidente que ellos hicieron votar a mucha gente, de “mequetrefe, enfermo, inútil, hipócrita, ciego y sordo”. Algunos analistas sacan como conclusión que después de la carta que consolidó la grieta en el gobierno, Cristina prepara el terreno para escapar. Se llevara sus ministros, sus secretarios de estado, su hijo y sus carteras Luis Vuitton, repleta de dólares sucios de la corrupción más grande de la historia democrática.
Insisto. Esto es especulación política. Es poner toda la información y los antecedentes en el tubo de ensayo y tratar de vislumbrar lo que se viene. Yo le doy mucha importancia al camino que ya transitó. Creo que lo que Cristina ya hizo, lo puede volver a hacer. Ya lo hizo varias veces en Santa Cruz. Y por lo tanto, me inclino en sospechar que más temprano que tarde, ella va optar por quedarse con el poder formal para que coincida con el poder real. Primero porque ese desprecio por los demás y su soberbia inconmensurable, la hacer creerse la salvadora de la patria. Su mesianismo altanero la lleva a respetar solamente al espejo. En su ADN está el redoblar la apuesta y huir hacia adelante. Pero lo más importante que me lleva a pensar que Cristina va a intentar pasar a retiro a Alberto es que ella necesita el poder para huir de la cárcel y de las causas judiciales más probadas que la llevan a ese destino.
Cristina no come vidrio. Sabe que si renuncia para no contaminarse con la bazofia de Alberto, muchos jueces y fiscales irán a buscar su yugular. Su única trinchera es el poder. La única forma que tiene de domesticar a la justicia y de someterla es con las armas que manejan Carlos Zannini, Juan Martín Mena, Juan Ustarroz y Cristina Camaño. Por eso ellos no renunciaron y tampoco renunciarán. Oscuros operadores de tribunales y carpetazos de los servicios de inteligencia es lo que Cristina necesita para sus extorsiones que buscan la impunidad.
Cristina no se irá. Si las cosas se complican como parecen complicarse, a lo sumó empujará a Alberto para que se vaya él. Para que renuncie y se ponga en marcha la ley de acefalía. O para que se haga el enfermo. Obviamente que no estoy seguro que esto vaya a ocurrir. Pero es mi opinión de acuerdo a la personalidad y a la ponzoña incontrolable que inoculó durante toda su carrera política. Por eso Cristina va limpiando el terreno. Ya expulsó al “payaso” de Santiago Cafiero de la jefatura de gabinete y a Juan Pablo Biondi, el vocero mudo que, según ella, hacía operaciones en su contra. Después de las elecciones parlamentarias o del acuerdo con el Fondo, se encargará de cortarle las cabezas a Martín Guzmán, Matías Kulfas, Claudio Moroni y siguen las firmas.
Cristina siempre va por todo. Y para siempre. Ya lo anunció varias veces y todavía hay gente que duda de su chavismo nacional populista y destituyente que tiene como norte a Venezuela y como sur a Santa Cruz.
Por eso vivimos en zozobra y angustia permanente. Gabriel Solano, integrante del Partido Obrero, lo puso en palabras: “si perdieron las PASO y trajeron a Aníbal Fernández, si pierden el 14 de noviembre, van a traer a López Rega”.
Parece que la voz del pueblo está afónica. Pese a que según la alucinación enajenada del gobernador Ricardo Quintela: “Cristina y Alberto están a la altura de los estadistas más importantes del mundo”. Parece que no registró los desastres que ambos hicieron con el peor manejo de la pandemia y la economía más golpeada. Como escribió Jorge Fernández Díaz. “Populismo sin plata, sin votos y ahora, sin pueblo”. Cristina asaltó gran parte del poder ejecutivo que es unipersonal. Eso es una asonada conspirativa, golpismo de palacio. Hizo arrodillar a Alberto delante de todo el país. Lo tiene agarrado de los huesos. La autoridad presidencial quedó hecha trizas. En broma y en serio, en las redes dicen que Alberto se quedó con la última palabra: “Si, Cristina”.