Alberto, testaferro de Cristina – 18 de mayo 2022

Hoy se cumplen tres años desde que Cristina eligió a Alberto como candidato a presidente y 70 días de la última vez que hablaron entre sí. Aquel video que la jefa del jefe del estado subió a You Tube hoy se resignifica. Cada palabra, cada concepto, tiene un valor distinto porque hoy ya conocemos el final de esta película de terror y el fracaso del peor gobierno desde el retorno de la democracia.
En una anomalía institucional inédita, ella informa que le pidió a Alberto que encabece la fórmula. Confiesa que tuvieron diferencias pero que hace más de 20 años que lo conoce y que fue el jefe de gabinete de Néstor durante toda su presidencia. Y agrega que lo vio “junto a él decidir, organizar, acordar y buscar siempre la mayor amplitud posible del gobierno”.
Hoy Cristina y su guardia de hierro, La Cámpora, no hacen otra cosa que confesar que se equivocaron porque Alberto es un mequetrefe, okupa y enfermo que tiene funcionarios que no funcionan, que carece de poder por más que tenga la banda y el bastón y que defiende a un ministro de Economía que lo apoya el Fondo Monetario y el grupo Clarín.
Por eso ambos son los irresponsables que han generado esta hecatombe económica y social cuyas principales víctimas son los argentinos más humildes a los que dicen defender. Entre la tropa de su confianza, Cristina, humilla a Alberto con un apodo grosero que prefiero no repetir, pero que está vinculado a su presunta ansiedad sexual.
No hay antecedentes de una pelea en la cima del poder de semejante profundidad. El daño que han hecho es inconmensurable. Y ambos son los victimarios de esta tragedia nacional. ¿A veces me pregunto que hicimos los argentinos para merecer esto? Seguramente una parte importante de la sociedad tiene su cuota parte de culpa. Pero esa complicidad del que vota a sus victimarios es para analizar más en profundidad otro día.
Le juro que no es mi intención hacer auto bombo pero hubo y todavía hay muchos políticos y periodistas que compraron esta falacia del Alberto bueno y moderado. Yo cometí muchos errores, como todos. Pero no caí en esa trampa. Y a las pruebas me remito.
En junio del 2019 salió la primera edición, ampliada y actualizada de mi libro titulado “Juicio y Castigo” que tiene en su tapa la cara de Cristina en primer plano. Como puede verse, la bajada dice lo siguiente: “Alberto presidente es menos de lo mismo. El autoritarismo K. La fractura social expuesta que resucitó el odio. Megacorrupción de estado y profanación de los derechos humanos”.
Hay una frase del talentoso Jorge Fernández Díaz que fue premonitoria: “Este libro es un combate contra la amnesia social que puede destruir a la Argentina”.
A esa amnesia social le atribuyo ser la madre de todos los problemas. Y por eso estamos muy cerca de la destrucción de la Argentina, de muchos de sus valores y sus instituciones.
Hoy se cumplen tres años de semejante catástrofe. Cristina lo hizo. No fue magia, fue mafia. Y nada asegura que no se vaya a repetir en el 2023.
Cristina tiene experiencia en manejarse con testaferros. Alberto fue bendecido por Cristina para que fuera su testaferro político. Para que le garantizara su impunidad y avanzara hacia un nacional populismo chavista, más parecido a los países que ella admira como Rusia, Venezuela y Cuba.
Fue un pacto espurio de cumplimiento imposible. Porque la justicia tiene una montaña de pruebas en varias causas de la cleptocracia más grave de nuestra historia cuyos jefes fueron Néstor y Cristina. Hubo un colosal plan sistemático de corrupción que enriqueció ilegalmente a la familia, los amigos y los funcionarios del kirchnerismo. Solo los fanáticos niegan estas verdades.
Se veía venir a este Alberto que va y que vuelve todo el tiempo. Siempre tuvo una
volatilidad de pensamiento que algunos definen como oportunista, otros como impostor y algunos como “camaleón”. Alberto acusa a Macri de enemigo y neoliberal, pero Alberto fue funcionario de Menem y socio político de Cavallo.
También parte del dispositivo de Duhalde, luego de Néstor y de Cristina y después fue jefe de campaña de Sergio Massa y de Florencio Randazzo al que llevó al fracaso de 5% de los votos. La perinola partidaria de Alberto después cayó nuevamente en el equipo de Cristina.
Es que siempre fue un monje gris que se manejó en las sombras, como titiritero del poder, fingiendo ser un hombre de diálogo cuando en realidad fue el ejecutor de varias de las acciones de mayor nivel de agresividad y ataque a los medios y a los políticos que no se subordinaron a los K. Hacían ese jueguito del policía bueno y el policía malo con Néstor. El ex presidente te tiraba con misiles y después aparecía Alberto para llevarte curitas y algodón. Un juego de pinzas que intentaron repetir con Cristina pero que tampoco funcionó.
Hoy se cumplen tres años del comienzo de esta pesadilla. Tal vez uno de sus puntos culminantes haya sido aquella entrevista con María Julia Oliván donde Alberto dijo todo lo contrario de lo que defiende ahora. Manifestó su rechazo a que ella elija a alguien. Su argumento fue claro: “Si no es candidata a presidenta que se vaya a su casa. No es bueno que el presidente esté en la casa Rosada y el poder en Uruguay y Juncal”. Increíble pero cierto.
Cristina lo puso como testaferro y como garante de su impunidad. Hoy no lo quiere ver ni en figuritas. No quiere ni escuchar su voz. Lo desprecia. Quiere convertir al títere en espantapájaros. En eso estamos. Y, así nos va.