Un héroe, de Darín a Strassera – 30 de septiembre 2022

El cine de calidad está haciendo un gran aporte. Multiplica la figura de un héroe cívico llamado Julio César Strassera en la piel y el talento de Ricardo Darín. En mi caso, hizo que a siete años de su muerte, entienda porque cada día extrañamos más a Strassera.
La Argentina, hoy más que nunca, necesita, a todo nivel, hombres de la estatura moral de Strassera. Ya pasaron siete años de su muerte y nunca son suficientes los homenajes que recuerden su coraje y su siembra republicana.
Julio César Strassera fue como una especie de Raúl Alfonsín de la justicia.
Tenía hasta un parecido físico, la misma dignidad y austeridad ciudadana que el ex presidente. Ambos pasaron a la mejor historia argentina por el juicio a las juntas militares. Alfonsín porque tomó la decisión corajuda de combatir la impunidad de los terroristas de estado para refundar la democracia sobre la base de verdad, justicia y castigo a los culpables. Y don Julio, porque fue el fiscal de aquella instancia inédita en todo el mundo. Grabó a fuego en la memoria colectiva ese grito de batalla por la paz que fue el Nunca Más.
Don Julio y don Raúl, le pusieron el pecho a los dictadores de la banda de Videla cuando las balas picaban cerca y había que ser muy valiente para aguantar las presiones y amenazas.
Nunca más a los golpes militares.
Nunca más la tortura y la desaparición forzada de personas.
Nunca más un genocidio.
Nunca más a la utilización de la violencia y las armas en la política.
¿Todos los argentinos habremos aprendido esa horrorosa lección de la historia?
¿Se acuerdan cuando Aníbal Fernández lo quiso descalificar? Y digo lo quiso, porque no descalifica el que quiere, sino el que puede. Y nosotros recurrimos al testimonio de Marcelo, el hijo del ex gobernador Jorge Cepernic que tuvo palabras de desagravio para Strassera.
Hace siete años que murió don Julio Strassera. Se fue sin doblarse ni quebrarse. Fiel a sus convicciones de enfrentar siempre a los autoritarios. Hizo un viaje rumbo a la estatura de prócer cívico. Seguramente se encontró en el cielo con don Raúl y Ernesto Sábato.
Estoy seguro que juntos, nos ayudarán a construir un país mejor. Para que Nunca Más los fusiles y la muerte puedan más que la Constitución y la vida.
Hoy, los fiscales están muy amenazados por quienes no quieren reconocer su infinita cleptocracia. Strassera dignificó para todos los tiempos la categoría de Fiscal.
Aquel alegato de Strassera marcó un día histórico y refundacional de la democracia argentina. En la Sala de Audiencias del Palacio de Justicia declararon 833 personas cuyos testimonios durante las 530 horas que duró el proceso fueron filmados y grabados y permanecen preservados para la posteridad en Noruega, en una habitación especial a prueba hasta de bombas atómicas.
Hay que decir, en la dimensión humana de la historia, que una maldita infección intestinal y un cuadro de hiperglucemia terminó con la vida de Don Julio pero parió su leyenda.
Lo hace una película llamada Argentina 1985, pero vale la pena que todos aprovechemos para rendirle un humilde homenaje patriótico a un hombre que según Luis Moreno Ocampo, quien fuera su adjunto, «es un prócer cuya estatua no tendrá sable ni caballo porque su escultor deberá representar sus armas: la verdad y la ley».
Hasta el 27 de febrero del año 2015, Don Julio era un ciudadano común que fumaba mucho y caminaba lento por las calles y que muy pocos conocían y reconocían. Despreciaba los homenajes pero, aunque él no lo quisiera, tal como dijo Moreno Ocampo, ya es un Santo del Nunca Más que deberíamos bendecir de una vez por todas. Los bigotazos blancos y las ojeras profundas lo hacían insólitamente parecido a Alfonsín que fue el político que lo convenció para que se jugara la vida por todos nosotros.
Y no estoy exagerando. Ser el fiscal acusador de aquellos genocidas era jugarse la vida. Exponerse a los atentados, a tantas amenazas de muerte para él y su familia. En aquellos tiempos los ex dictadores y sus patotas tenían poder y capacidad de daño. No era fácil como ahora hablar de los derechos humanos y condenar a los asesinos de uniforme. Hay que decirlo para que haya memoria histórica. Para que ningún recién llegado al tema, como lo fue Néstor Kirchner en su momento, se haga el guapo descolgando cuadros 25 años después cuando en aquellos años terribles no se le recuerda un solo gesto de defensa de los presos políticos o de lucha por los derechos humanos. Ahora es fácil, repito.
Se hicieron los valientes porque cazaron dinosaurios en el zoológico y se creyeron revolucionarios. Y don Julio, que lo fue de verdad, anduvo calladito y humilde por la vida soportando maltratos de los Kirchner en general y de Aníbal Fernández en particular. Don Julio inmortalizó aquellas dos palabras, aquellos dos rezos laicos que lo decían todo: Nunca más. Todavía hoy tiemblo todo cuando me parece escuchar su voz cavernosa diciendo con firmeza: “Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: Nunca más”.
Don Julio era de esos argentinos que condenaron todas las formas de la muerte y las combatieron con todas las formas de la vida. Aquel juicio fue una bisagra en la historia de este país. Nadie en el mundo se atrevió a hacerlo.
Aquel proceso legal, fue inédito aunque algunos lo comparen con el juicio de Nuremberg a los nazis.
Pero el nuestro fue el único hecho por tribunales civiles. Videla y Massera fueron condenados a reclusión perpetua por señores de saco y de corbata que esgrimían solamente un instrumento: la constitución nacional.
Don Julio consideró inmoral el indulto otorgado por el ex presidente Carlos Menem a los militares y a los montoneros y se retiró de la función pública. Bajó su perfil con sus ojos cargados de tristeza. El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos. Pero Julio César Strassera se transformó en un mito. Lejos del bronce y del cine, don Julio hoy es un monumento a la ley pero hecho de carne y hueso. De vida y libertad.