La pobreza de Cristina – 9 de junio 2017

Cristina no tiene vergüenza ni estómago. Con la cara de piedra y como si ella recién hubiera aterrizado de la luna, culpó al gobierno de Macri de la pobreza en la Argentina. Ella y su esposo gobernaron este país durante más de 12 años, casi con la suma del poder, y para ella, los datos más terribles de la injusticia social aparecieron de golpe, como un terremoto hace poco más de un año y medio cuando asumió el nuevo gobierno.
Todo porque ayer recibimos uno de los cachetazos más brutales que podemos recibir como ciudadanos: según Unicef, la mitad de los chicos argentinos son pobres. ¿Escuchó ese terrible dato? Hay 5 millones 600 mil pibes pobres. Y 1 millón 300 mil chicos de esos directamente sufren hambre. ¿Qué hicimos los argentinos para merecer esto? ¿Cómo es posible que con la fábrica de alimentos extraordinaria que es y que puede ser este país, tengamos una herida tan profunda? A esta altura está claro que el hambre cero y la pobreza cero debe ser nuestra prioridad como estado y como sociedad. No hay nada más importante que atacar el flagelo de la malnutrición en nuestros chicos.
Es un drama que debe analizarse con la mayor seriedad y sin la repudiable intencionalidad de lavarse las manos y culpar a otro como hace la ex presidenta.
Esa pobreza y ese hambre de chicos argentinos no cayó del cielo como una tormenta. Fue una construcción de la dirigencia política argentina y una destrucción de los mínimos lazos solidarios.
Frente a semejante horror, Cristina, chicaneó al gobierno actual preguntando “¿Qué más quiere que ajusten los argentinos? ¿Perdón?.. Y Boston, diría su amigo Aníbal. Mauricio Macri y el gobierno de Cambiemos tiene su cuota parte de responsabilidad, por supuesto. Pero usted, doctora, exitosa abogada, y su proyecto político gobernó más de 12 años con viento económico a favor por los precios internacionales. Disculpe la pregunta molesta y reiterativa: ¿Usted, Cristina, no tiene nada que ver con que haya 5 millones 600 mil chicos pobres en nuestra querida Argentina?
¿O la arquitecta egipcia también se creyó esa mentira colosal que dijo Aníbal sobre que en Alemania había más pobres que en la Argentina? ¿Se acuerda de aquella humillación? De esa mojada de oreja a los más pobres de los pobres.
Ayer, en coincidencia con estas declaraciones de Cristina, el excelente periodista Leonardo Míndez recordó algo terrible que pasó el 8 de junio de 2015.
Cristina venía de entrevistar por última vez al Papa Francisco y “se presentó en la sede de la FAO para recibir una distinción algo tramposa. El organismo de las Naciones Unidas que se dedica a la lucha contra el hambre premiaba a 12 países en desarrollo que habían logrado mantener durante 25 años su tasa de malnutrición por debajo del 5 por ciento.
Era tramposa porque no parece gran cosa, para un país que produce alimentos para diez veces el tamaño de su población, mantener un nivel relativamente bajo de hambruna, incluso durante sus crisis recurrentes. Tramposa, también, porque la FAO tomaba como válidas las cifras oficiales de cada país durante ese cuarto de siglo, es decir, en el caso argentino, las del vapuleado INDEC.
Pero a la entonces Presidente argentina poco le importó que el período premiado incluyese los oprobiosos años 90 y la crisis de 2001 o que compartiésemos la distinción con naciones como Arabia Saudita, Barbados, Egipto o Kazajistán. Hábil para la perífrasis y la distorsión, (escribió Míndez) Cristina transformó la distinción de la FAO en un reconocimiento personal-familiar para ella y su difunto esposo y, como tantas veces, pronunció un largo discurso argumentando que las trasformaciones impulsadas por los Kirchner desde mayo de 2003 habían hecho posible no sólo alcanzar aquel logro sino también convertir a la Argentina en «uno de los países más igualitarios del mundo».
A Cristina no se le movió un músculo.
Míndez explicó que “para sostener aquella mentira, se apoyó en una falsedad mayor.” La presidenta que ordenó que no se informaran las cifras de la pobreza para no estigmatizar a los que sufren y la esposa del que dinamitó las estadísticas del INDEC para ocultar la inflación dijo que nuestro país tenía un índice de pobreza por debajo del 5% y una indigencia de apenas el 1,27%. ¿No me cree? Puede ir a los archivos. Fue hace dos años. Busque en Google. A veces son tantas las falsedades y las desmesuras que nos olvidamos. La Cristina que ahora culpa a Macri de la pobreza y no se hace cargo de nada fue capaz de engañar o pretender engañar a los expertos del mundo que no salían de su asombro. Se miraban entre sí. Murmuraban por lo bajo. ¿Cuándo ocurrió este milagro de que Argentina tenga menos pobreza que Dinamarca, Noruega, Islandia o Finlandia? ¿Somos tan tontos los argentinos que no nos dimos cuenta?
La triste realidad es que la pobreza por ese entonces y ahora, gira alrededor del 30%. Y que durante el segundo mandato de Cristina aumentó pese a que en el resto de los países de la región lograban bajar esos índices obscenos.
Nadie mintió tanto y durante tanto tiempo como Cristina. Todo su relato está cargado de falsedades. Pero haber ocultado a millones de pobres de las estadísticas públicas debe ser uno de sus peores pecados. Los invisibilizó, los convirtió en los nuevos desaparecidos. Cristina ocultó los pobres en lugar de combatir la pobreza. El cinismo y la hipocresía son despreciables aunque le pongan el rotulo de nacional y popular y la imagen de Evita. Estos muchachos ladri progresistas durante más de 12 años se dedicaron a hablar de los pobres y a fabricar pobres con celular. Clientelismo despreciable de última generación. Jamás movilidad social ascendente. Por eso ahora no tienen autoridad moral para criticar al gobierno. Pero hay que poner las cosas en su lugar. ¿Quiénes son los responsables de que hoy haya 13 millones de pobres? Es muy fácil marcar eso. Los Kirchner dejaron 11 millones y medio. Y Macri le sumó un millón y medio de pobres más. Cada uno tiene su cuota parte de culpa. La dimensión del desgarro es monumental. Hay 6.300 villas miserias en el país donde viven 12 millones de compatriotas. Tres o cuatro generaciones que no trabajaron y no vieron trabajar a sus mayores. Hay otras formas de combatir el ADN de la pobreza que es la construcción de viviendas dignas, de barrios con cloacas y agua. Y sobre todo la educación que capacite a los más chicos para insertarlos en el mundo del trabajo. Para que recuperen la cultura del esfuerzo y el sacrificio y para ir desterrando de a poco la dádiva de un plan que sirve para la emergencia pero que corre el riesgo de eternizar la pobreza si no se genera trabajo genuino en blanco y privado. A esta altura no hay excusas. Es hora de dejar de hacer diagnósticos y de extirpar para siempre el hambre y la pobreza de nuestro bendito país. Utilizo el verbo extirpar con toda intención quirúrgica. Como se extirpa un cáncer social que nos carcome nuestra dignidad. Es un escándalo moral y debería avergonzar nuestra condición humana. Hay muchos países del mundo que no tienen recursos para combatir el hambre. Pero Argentina tiene de sobra. Que haya tantos chicos con hambre es un crimen de lesa dignidad.