Korrupción y violencia de CFK – 19 de junio 2017

Según el diccionario de la Real Academia Española, un sicario es una persona que mata a alguien por encargo de otro, por lo que recibe un pago, generalmente en dinero u otros bienes. Algunos términos sinónimos son, por ejemplo, asesino a sueldo o pistolero.
Según Cristina el gobierno de Macri tiene jueces sicarios para eliminar opositores. Justo lo dice Cristina. Ella es la que parió “Justicia Legítima”, que es la primera experiencia de un partido político transformando en militantes fanáticos a jueces y fiscales.
La radiografía que hace Cristina del tiempo que estamos viviendo es incendiaria. Habla de que este gobierno de Cambiemos hace un espionaje propio de los gobiernos dictatoriales. Justo lo dice Cristina. Ella y su marido muerto instalaron la persecución más feroz en democracia a jueces, fiscales, periodistas independientes y políticos disidentes utilizando toda la maquinaria del estado: desde la vieja SIDE hasta la AFIP y los medios públicos. Instalaron el pánico.
Para volver al poder en el 2019, Cristina propone mucho más de los mismo. Redobla su apuesta. Quiere concretar su tarea inconclusa del “vamos por todo” con metodología chavista y apoyarse en los mismos pilares con los que ella y su marido muerto gobernaron durante más de 12 años nefastos. Hablo de la mega corrupción de estado, del autoritarismo que fomenta el odio y la violencia y, finalmente, de la profundización de esa grieta que hoy nos divide a los argentinos. En el documento que presentó la semana pasada y que mañana va a convertir en discurso de lanzamiento en el estadio de Arsenal, Cristina insiste con su mirada sectaria carente de autocrítica alguna.
Con la cara de piedra y confirmando que considera tonto al pueblo argentino, propone “combatir” la corrupción. Es tragicómico. Bizarro. La jefa de la asociación ilícita que se dedicó a saquear al estado para multiplicar su fortuna y hacer millonarios a todo su entorno, de pronto nos propone transparencia y honestidad. Pasa del liderar el infierno de robo y la estafa a ofrecerse como una estampita de la ética y la honradez. Parece una provocación pero es producto de su altanería y su infinita capacidad de negar la realidad. Es como si Al Capone se propusiera para reemplazar a la Madre Teresa. Cristina es y será el símbolo de los gobiernos que más delitos cometieron desde el regreso de la democracia y el enriquecimiento de su familia y su entorno.
Cristina tienes tres procesamientos y el cuarto es inminente. No hay antecedentes de una banda semejante. Una cleptocracia hecha y derecha. Cristina ahora va a ser indagada por la ruta del dinero K conde se cruza en la esquina de coimas y lavado con su cómplice, socio, empleado y testaferro Lázaro Báez.
Julio de Vido, su cajero automático de toda la vida, sumó en estos días una mancha más al tigre de la apropiación de los dineros públicos. El licenciado en sobreprecios y retorno está sindicado por la investigación del Lava Jato en Brasil como el que concentró 25 millones de dólares de sobornos por parte de Odebrecht la empresa más corrupta del mundo según su confesión.
Pero como si esto fuera poco, la ex presidenta convirtió a su plataforma teórica en un salvoconducto para que su tropa más agresiva y dogmática acelere todo tipo de hechos violentos. La burocracia sindical que vive del estado es la mano de obra que ejecutó casi todo los escraches, insultos y pedradas o agresiones al presidente Mauricio Macri y a varios de sus funcionarios. Hoy escracharon e interrumpieron el discurso de María Eugenia Vidal en Mar del Plata. Y lo hicieron por segunda vez en un par de días.
Un lobo solitario pero igualmente desaforado, peligroso y fanático amenazó de muerte en la puerta de su propia casa y a los gritos de Viva Cristina a nuestro compañero de trabajo el escritor y psicoanalista Federico Andahasi. También un taxista resolvió su debate político con el abogado de Cristina a las trompadas. Hay que decir una vez más que repudiamos todo tipo de violencia. Que no importa quién sea el agresor y el agredido. Ni que camiseta partidaria tenga puesta. Que la cobardía, la pólvora de los insultos y la acción directa, solo favorece a los energúmenos sectarios que no saben ni quieren vivir en democracia. Esa potencial pelea nos perjudica a todos los argentinos. Hay que debatir con pasión y argumentos pero solo con palabras. Las piedras, las trompadas, los palos y las caras tapadas son profundamente reaccionarias y dinamitan la convivencia pacífica.
Cristina autoriza a los más salvajes cuando desconoce la legitimidad y legalidad de este gobierno al que caracteriza como una estafa gigantesca perpetrada por los medios de comunicación, la justicia y el gobierno de Cambiemos. No explica, porque no puede explicar, cómo lograron involucrar en esa maniobra a 13 millones de ciudadanos argentinos que votaron por Macri en repudio y hastiados precisamente de Cristina. Y de tanto autoritarismo patotero, de semejante nivel de ineficiencia para resolver problemas y meterle la mano en el bolsillo al pueblo más pobre y que más necesidades tiene.
El resentimiento y la fractura social expuesta que instalaron en la sociedad desde el formidable aparato del estado ahora lo siguen fomentando con piquetes, cortes de ruta, palos en la rueda y declaraciones cargadas de explosivo golpista que definen al presidente democrático como un dictador o directamente lo comparan con Mussollini.
Los soldados de Máximo que tienen mucho dinero y pocos votos, su tropa más fanática y dogmática se siente habilitada para cualquier cosa. Para tirar piedras y poner palos en el camino. Son minorías intensas que con la camiseta de Cristina definen como traidor a cada gobernador peronista o dirigente que toma distancia de tanta arbitrariedad sectaria y obsesiva por el dinero, el poder.
Su propuesta es antidemocrática y destituyente. Pero Cristina no está muerta políticamente ni mucho menos como cree alegre y frívolamente una parte del gobierno. Eso también es una mezcla de estupidez e ingenuidad política. Jamás se puede subestimar a alguien que gobernó con látigo y chequera más de una docena de años y que con la montaña de acusaciones de corrupción que tiene, aún conserva una fuerza homogénea, con alta capacidad de daño y movilización y una intención de voto en lo más profundo de la provincia de Buenos Aires, superior a la de cualquier dirigente peronista.
A partir de esa actitud, todo vale. Porque Cristina no reconoce que perdió por sus propias torpezas y que Macri ganó en buena ley. No tuvo ni siquiera el gesto republicano de entregarle los atributos de mando y participar de la ceremonia de transición. Para Cristina todo vale. Y va por todo. Una vez más.