Golpistas y corruptos – 14 de diciembre 2017

Una vez más la doctora Elisa Carrió tuvo razón cuando dijo que hay sectores que quieren derrocar al gobierno. Y hoy aparecieron con toda su carga de violencia autoritaria y antidemocrática. Se los podría agrupar bajo el rótulo de “Frente para la Derrota”. Son los que menos votos sacaron en las últimas elecciones y son incapaces de respetar la representatividad que otorga la soberanía popular. No les importa el pueblo. Se llenan la boca hablando en su nombre pero cuando la gente no los elige se ponen como locos y tratan de voltear o dividir todo lo que no pueden controlar.
Los cristinistas más fanáticos son la vanguardia de este club de helicóptero que sueña con que Mauricio Macri se vaya por los techos de la Casa Rosada con la plaza de Mayo llena de muertos.
Los irresponsables que fueron a pelearse con la Gendarmería y a echar más nafta al fuego de la protesta tienen nombre y apellido y se los pudo ver en vivo y en directo. El príncipe heredero, Máximo Kirchner y Andrés Larroque no defienden a los más humildes ante una ley discutible que perjudica a los jubilados. Defienden su propia libertad. Sienten que la justicia les está rodeando el rancho y que, en cualquier momento, pueden ir presos como gran parte de los funcionarios y testaferros del kirchnerismo. Eso es lo que los mueve. La posibilidad de ir a la cárcel es el incentivo más fuerte que se conoce. Tienen pánico de terminar como Julio de Vido, Carlos Zannini, Ricardo Jaime, César Milani, Lázaro Báez y otros “presos políticos” dicho esto con ironía y entre comillas. Unos están presos por ladrones, por ser miembros de una asociación ilícita dedicada a saquear al estado como dijo el fiscal Gerardo Pollicita. En ese grupo está el hijo de Cristina que es sindicada como la jefa de esa mafia que robó como nunca se había robado en democracia desde el estado. Máximo no puede explicar su fortuna, ni la de su familia y dejó sus huellas pegadas en balances falsificados y en cheques comprometedores.
Otro grupo es el de los acusados por traición a la patria y encubrimiento agravado por haber favorecido a los terroristas de estado que volaron la AMIA por los aires y asesinaron 85 personas en un abrir y cerrar de ojos. Andrés Larroque está en esa causa. Su nombre figura en una resolución de más de 500 páginas cargada de pruebas e indicios firmes.
Estos muchachos no están preocupados por el bolsillo de los jubilados a los que maltrataron durante 12 años de gobierno. No les dieron ni el 82% móvil ni su reparación histórica. Murieron 300 mil jubilados esperando cobrar juicios que ahora están cobrando. Estos muchachos quieren pudrir la democracia porque saben que es la única forma de no ir en cana. Por eso digo que la democracia republicana tiene que extirpar a los corruptos y a los golpistas. Todos los demás tienen lugar en el sistema, menos los corruptos y los golpistas. Máximo y Larroque, los comandantes de ese grupo de tareas de demolición de Cambiemos encabezaron un operativo para irritar más a los manifestantes. Fueron irresponsables. Como no les importa la gente, no tuvieron la prudencia de calmar los ánimos ni de apaciguar. En un momento una valla se cayó y casi se cuela por ahí parte de la manifestación. Manos mal que no pasó. Hubiera sido una tragedia monumental que nos hubiera enlutado a todos.
Era patético ver como Leopoldo Moreau, Wado de Pedro, Juan Cabandié, Daniel Filmus, y otros diputados de la izquierda más pequeña empujaban, gritaban, provocaban, casi rogando ser reprimidos.
Todos ellos fueron fuertemente rechazados en las elecciones. El trotskismo hizo una elección muy por debajo de sus posibilidades. El Movimiento Evita acompañó a Florencio Randazzo y tuvo una respuesta electoral de una pobreza franciscana. Sin embargo ahí estaba Leonardo Grosso, su diputado, exigiendo en nombre del pueblo que se levantara la sesión.
Mire, a usted le podrá gustar o no la ley. Pero es una norma impulsada por un gobierno legal que acaba de ser legitimado con 10 millones de votos y que no tiene mayorías parlamentarias. La norma fue producto de un trabajado entramado de acuerdos con los gobernadores que también tienen responsabilidades de administrar sus distritos con racionalidad y eficiencia. Son tan caraduras los Hugo Yasky y los Baradel que no dicen una palabra de la implosión antipopular que es el gobierno de Alicia Kirchner en Santa Cruz. No dicen una palabra porque son del palo.
Axel Kicillof, responsable de tanta pobreza, exclusión y aislamiento del mundo productivo quiere dictar cátedra económica cuando después de 12 años de viento de cola y precios internacionales extraordinarios e inéditos dejaron más del 30% de pobres y un país quebrado en su infraestructura.
Ojo con estos miembros del club del helicóptero. Están desesperados y ya se vió que son capaces de hacer cualquier cosa y de llevar a su militancia a una encerrona. Hoy provocaron una batalla campal para evitar que la democracia funcionara. Porque querían impedir que los diputados entraran al Congreso. No querían perder la votación. Es indignante que quieran cercenar uno de los momentos donde la democracia se expresa con mayor pluralismo. Porque los diputados son representantes del pueblo y es su deber y su responsabilidad buscar consensos y eludir disensos y defender sus principios con su voz y con su voto. La presunta y ridícula vanguardia esclarecida de setentistas tardíos y millonarios no quiso que funcionara uno de los pilares de la democracia: el Parlamento.
La comunidad democrática debe saber que hay un grupo que, como bien dice la doctora Carrió, quieren derrocar a Macri y desconocer y defecar sobre el voto de los argentinos. Protestar está bien y es absolutamente constitucional. Quejarse, también. Están en todo su derecho. Pero no se puede permitir que conspiren contra las instituciones republicanas y fomenten la violencia suicida de molotov, fogatas y pedradas.
Hemos vivido hasta ahora una jornada triste y vergonzosa pero que tiene sus responsables. Los millones de ciudadanos que valoran las instituciones y la República tienen que expresarse pacíficamente de todas las formas posibles. La sociedad en su mayoría se manifestó en las urnas y voto en contra de los corruptos de estado y los golpistas fanáticos. El estado está obligado de defenderse de semejantes agresiones. Dentro de la ley todo, fuera de la ley, nada. Los que estuvieron en la calle no gobiernan el país y casi ninguna provincia. Por mandato popular fueron expulsados al llano. Deben entenderlo porque si dinamitan las reglas del juego nos acercamos peligrosamente a un precipicio, a un agujero negro de la convivencia. Estamos hartos del salvajismo de los que cuando estuvieron en el gobierno se cansaron de sacar leyes a paso redoblado y tambor batiente. Convirtieron al Congreso en una escribanía y redujeron a la servidumbre a los legisladores. Nunca quisieron ni permitieron debatir nada.
Con soberbia, y antes las quejas, Cristina les dijo: “Formen un partido y ganen las elecciones”. Y le hicieron caso. Pero ahora, los que perdieron creen que ganaron. Son autoritarios de alma. Odian la paz y el diálogo. Por eso odian al periodismo.
Elisa Carrió los acusó de golpistas y a las tres y diez de la tarde en un discurso breve, pidió que se levantara la sesión. Dijo que a la violencia no le van a responder con violencia. El presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó que había sido insultado y escupido por los energumenos, accedió y levantó la sesión. El club del helicóptero celebró la victoria con aplausos y los dedos en “ve”. Ayer la democracia perdió una batalla. Los irresponsables e irracionales que apuestan al caos y al descontrol lograron su objetivo. La pacífica y moderada racionalidad del arco más representativo de la Argentina dio un paso atrás. Ojalá sea para tomar impulso.