La Campora, los pibes para la corrupción – 25 de septiembre 2018

La Cámpora, o gran parte de su estado mayor, va rumbo al banquillo de los acusados. Es el turno de la agrupación que funciona como guardia pretoriana de Cristina y que tiene como comandante en jefe a Máximo Kirchner quien, según declaró Leonardo Fariña por televisión, también era de los que recaudaban dinero entre los empresarios. Máximo bajó mucho de peso, pero todavía se le podría decir la histórica frase de Raúl Alfonsín: “A vos no te va tan mal, gordito”. Es que acaba de declarar un patrimonio de 94 millones de pesos. No trabajó nunca y es un millonario que dice combatir a los millonarios. Escuche bien por favor: Máximo tiene 43 millones de dólares en efectivo y 28 inmuebles, entre otras cosas. Cristina adelantó su herencia a sus hijos pero Máximo está procesado por asociación ilícita y lavado en la causa Los Sauces y por blanqueo de activos en Hotesur.
Más allá del tragicómico pedido de Mayra Mendoza a Vladimir Putin para que auxilie a Cristina, lo cierto es que Andrés Larroque (a) El Cuervo, Wado de Pedro y Jose Ottavis van a tener que prestar declaración indagatoria ante el juez Claudio Bonadio. Arrancan mañana a las 10 en Comodoro Py. Son muchachos que en distintos testimonios de arrepentidos y pasajes de los cuadernos de Centeno aparecen recibiendo dinero ilegal.
No se descarta que otros camporistas se sumen a la declaración en Tribunales. Me refiero a Hernán Reibel Maier, ex director de Comunicación Institucional de Presidencia, al ex ministro Axel Kicillof y el diputado Rodrigo “Rodra” Rodríguez.
El pen drive donde Hugo Martín Larraburu tiene toda la información archivada complica mucho a los que decían ser los pibes para la liberación y terminaron siendo los muchachones para la corrupción. Nadie sabía muy bien de donde sacaba el dinero La Campora para movilizarse con tanta estructura y aparato. Colectivos, carteles, pecheras. Larraburu era el secretario privado de Juan Manuel Abal Medina, uno de los jefes de gabinete de Cristina. Abal Medina liberó de culpa a su colaborador y se hizo cargo. Reconoció por escrito que Roberto Baratta le daba fondos para la campaña del 2013 pero se hizo el tonto y dijo que “no sabía que esos fondos tenían origen ilegal”. ¿No preguntó porque se lo daban en bolsos y no a través de una transferencia bancaria como corresponde?
Ese dinero sucio y sin recibo alguno se distribuía en la Casa Rosada a Larroque para la campaña en la provincia y a Ottavis bajo el rubro: campaña sucia. Es decir extorsiones, apretadas. Publicación de mentiras. Una pinturita los chicos.
José López lo involucró al Cuervo Larroque. Dijo que le pidió “5 millones para un acto” en mayo del 2015. Josesito se negó y recibió la aprobación de Julio de Vido que le planteó que la plata había que canalizarla con Wado de Pedro porque es el que controla a Justicia Legítima. Esto también hay que investigarlo. ¿Qué jueces y que fiscales kirchneristas recibieron dinero ilegal? De hecho el doctor Alejandro Fargosi denunció al actual camarista Alejandro Slokar.
Los soldados de Cristina no representan a nadie y se ganaron todos los lugares gracias su dedazo y a la genuflexión verticalista de sus actitudes. Ellos, solo quieren que vuelva Cristina y que Macri huya en el helicóptero. Ese es su sueño destituyente. Dicen que lo hacen por el bien de la patria pero en realidad es para conservar sus cajas de dinero, sus quintitas y sus módicos puestos porque si no es con Cristina no tienen otra forma de conseguirlos. Y para que ningún kirchnerista quede preso, como corresponde.
Si Cristina no juega ellos quedan afuera de todo. Son muy pocos los que supieron aprovechar las montañas de dólares que recibieron para construir legitimidad en alguna intendencia. La mayoría a imagen y semejanza de su jefe, el comandante Máximo, no ganaron una elección de centro de estudiante ni la conducción de gremio, se dedicaron al poroteo palaciego y se olvidaron de la gente y de la política más sana que es transformar la realidad de los más pobres y acompañarlos todo el tiempo en esa experiencia.
Ellos malgastaron su tiempo en grandes concentraciones para aplaudir “a la adalid de la igualdad” y para votar en forma obsecuente todo lo que les mandaba Cristina.
Están en franco repliegue en todos lados. José Ottavis, presidente del bloque de diputados de Buenos Aires estuvo haciendo fuerza hace un tiempo pero en el Frente para la Victoria Xipolitakis y en un burlesque teatral con Moria Casan. Por eso tuvo que soportar en silencio los ataques feroces y discriminadores de Luis D’Elia que lo acusó de ser un “pelotudo comegato y mariscal de la derrota”. El valiente piquetero vocero de Irán no se atreve a decir que Cristina, Scioli o Aníbal Fernández fueron los que los condujeron a la peor derrota de la historia. Por eso se la agarra con el más chiquitito.
La banda del Cuervo Larroque, trató de traidor y cagón a Diego Bossio quien hasta hace 5 minutos era una de las mejores esperanzas de Crispasión, como le decían antes.
En el llano se ve las diferencias entre la militancia. La que es sana y es capaz de jugarse por una idea y los que solo buscan dinero fácil y la figuración.
En su momento, Graciela Ocaña hizo una denuncia que no generó el suficiente escándalo e indignación. Dijo que el PAMI generó una estructura paralela para que todos los jubilados les paguen el sueldo a 6.000 militantes de La Cámpora. ¿Escuchó bien, semejante salvajada? A nuestros queridos abuelos no les dieron un haber digno ni los remedios, o las muletas o las prótesis que necesitan para poder vivir con cierta dignidad y los soldados de Cristina entraron en masa a hacer que trabajan. Es vergonzoso. No son más médicos o enfermeros para atender mejor las necesidades de los verdaderos dueños del PAMI que son los jubilados. Son muchachos bancados para mantener a La Cámpora activa.
Fueron puestos ahí, y en todo el estado, para cumplir un par de misiones. Primero cobrar el sueldo que les pagamos todos para que vayan a las marchas y aplaudan a Cristina. Todos los argentinos pero sobre todo los más humildes, subsidiamos la tarea de los integrantes de La Cámpora. Grandes sueldos que los convierten militantes profesionales VIP.
Intentaron colonizar el estado. Lo han escriturado a su nombre como si les perteneciera para siempre. Es que nacieron en el Estado y no en el llano. Al revés de otras agrupaciones de jóvenes militantes, no se hicieron desde abajo, desde la lucha en los barrios junto a los vecinos. Son un producto de los privilegios, los sueldos, los viáticos, el chofer y los celulares que les proporciona la alfombra roja.
Evita anticipó que volvería y sería millones. Tal vez los muchachotes de La Cámpora hayan entendido mal el mensaje. Tienen tan poco conocimiento de la historia y tanto fanatismo ciego, que, tal vez interpretaron que los millones tienen que ser en euros y que hay que levantarlos en pala y metérselos en el bolsillo, tal como hizo su líder espiritual, Cristina Fernández.
Solo pueden ser candidatos en el medio de las boletas, escondidos entre las sábanas, colgados de las polleras de Cristina que los bendijo como su guardia de hierro y pronunció aquella vieja frase de Lenin pero modificada: «Todo el poder a La Campora» y no a los soviets.
Al Papa Francisco le regalaron una remera de La Cámpora, llevaron sus consignas partidarias a la peregrinación a Luján pese a que sus principales figuras silbaron en Tecnópolis al cardenal Jorge Bergoglio cuando fue ungido santo padre y se negaron a realizar homenajes en las cámaras de diputados de La Nación y la ciudad. Tuvieron el mismo pragmatismo feroz y la misma cara dura que Cristina en ese giro copernicano. Se dieron vuelta como un panqueque.
La Cámpora al banquillo de los acusados. Los pines de la corrupción son
los incondicionales, los que dice todo que si y no cuestionan. Son jóvenes a los que les afeitaron la rebeldía. Les dieron un cheque en blanco. O mejor dicho, varios. Son la gendarmería de la ideología y la pureza del cristinismo. Son los gerentes del modelo. Los dueños de la marca Cristina. Más lazaristas que Lázaro. A partir de mañana comienzan a desfilar en Tribunales. La fiesta ya terminó y tienen que pagar los platos rotos. Algunos tal vez terminen en la cárcel. Veremos que dice la justicia.