Calabró x 5 – 5 de noviembre 2018

Hoy se cumplen 5 años de la muerte de Juan Carlos Calabró. Aquel día y durante mucho tiempo, el humor nacional estuvo de luto. Aunque suene contradictorio, es verdad: a la sonrisa argentina se le escapó una lágrima. Esto es como una mueca mezclada de columna en homenaje a un artista inmenso que nos mejoró la vida a todos y recuerdo por el dolor por la pérdida de un ser querido.
Con la muerte de Juan Carlos Calabró, murieron muchas cosas. Porque era uno de los últimos de una estirpe de cómicos que formatearon nuestra identidad como Luis Sandrini, Juan Carlos Altavista, Dringue Farías, José Marrone, Pepe Biondi, Alberto Olmedo, Tato Bores y tantos otros. Todos hicieron cine y teatro pero explotaron en la televisión. Allí se metieron en nuestras casas y en nuestros corazones. Allí se hicieron pasión y carcajadas de multitudes. Era un tiempo que fue hermoso. Era otra televisión donde la ingenuidad y el chiste de salón con alguna que otra picardía zafada, convocaba a la familia alrededor de la pantalla. Todavía no habían desembarcado en la tele males como el puterío y la pelea a los gritos para mejorar el minuto a minuto pero para tirar a la basura la gloria y la historia.
Con Juan Carlos Calabró, hemos perdido además a un oyente y a un amigo de todas las tardes. Tal vez porque su carrera de locutor lo hizo arrancar por la radio con un programa que se llamaba “Farandulandia”. El Cala era nuestra conciencia del otro lado del micrófono. Era capaz de llamar por teléfono y hablar con un productor para aportar un dato, una anécdota y para elogiar un momento de radio, una columna como esta. Ojalá Juan Carlos pueda escuchar estas palabras. Ojalá pueda sintonizar radio Mitre, donde hoy trabaja su hija Marina, desde el paraíso de la risa a donde seguramente fue a parar. Ojalá tome este responso como un gran abrazo que le dice gracias por todo. Por tu vida y obra. Y por los regalitos pintados a mano que solías traernos al estudio. Esos platos, esas botellas, esa manera de pasar las horas entretenido cuando los 80 venían degollando. Juan Carlos, Cala, Calita, gracias por tantos cuentos. Por tu mirada pícara. Por ese “contra” tan argentino y tan nuestro donde cabeceabas al gol los centros que te tiraba Marcos Zucker al principio y después Antonio Carrizo y también Fernando Bravo. Gracias por demostrar que no hace falta ser chabacano ni putear todo el tiempo. Por tu apuesta a la trayectoria de manos limpias hoy te recuerdan Coca, tu esposa eterna. Tus hijas, Ileana y Marina y 4 nietos que te disfrutaron hasta el final, hasta que ese maldito riñón con cara de vinagre y mala onda te mandó al cielo que te habías ganado con gran esfuerzo. Que se enciendan las luces del viejo varieté como en aquellos teatros de revista donde luciste tu talento y tu frac impecable en el Maipo, el Nacional y el Astros. Que un director diga vamos que venimos y se prenda la luz roja, que te rías improvisando chistes al aire como en Telecómicos, con los textos de Aldo Camarotta y Delfor. Que la radio te convoque locutor y actor como en tus comienzos, que no falte Jhonny Tolengo (a) El Majestuoso y sus anteojos exagerados. O el gran Renato, la ternura de Anibal y tantos personajes que supiste rescatar de la realidad cotidiana.
Aníbal y Mingo fueron una pareja emblemática que se cansó de meter éxitos y carcajadas en el cine. Minguito Tinguitella y Calabró fabricaron “Mingo y Aníbal en la mansión embrujada contra los fantasmas, o dos pelotazos en contra. Calabró participó en 16 películas, y en 3 de ellas compartió cartel con Susana Giménez. Hincha del humilde de Villa Dálmine, disfrutaba sus cafecitos en Tabac y celebraba los premios con todos: el Konex, el Estrella de Mar y, por supuesto, el Martín Fierro.
Juan Carlos tenía la sensibilidad actoral suficiente como para inventar sus propios personajes. Era como mirar nuestros defectos o nuestras exageraciones y desmesuras y reírnos de eso. Nos queda mucho de su herencia. Jamás olvidaremos sus “Calabromas”. Ni aquel silencio inmenso y ovación inmediata que logró en el homenaje durante la entrega de los premios Martin Fierro. Nos quebró la voz a todos. Nos llenó la garganta de angustia. Y como buen genio no quiso romper una regla del mundo del espectáculo y terminó con una broma. Levantó la estatuilla y le dijo a su esposa: “Coca, uno más para lustrar. Ya estamos cerca de Mirtha, nos faltan 14.”
El decía que supo fabricar sus propios muñecos y personajes. Fueron creaciones totalmente originales que llevaban su marca en el orillo. Son los fantasmas de la risa que hoy estarán derramando una lágrima.
Esas alegrías repartidas a domicilio vivirán eternas en los momentos de felicidad de nuestro pueblo. El humor hace 5 años que lo extraña. Un día como hoy, Juan Carlos Calabró se iba de gira.
Que en aplausos y risas descanse.