Es muy bueno que haya un día del amor de pareja. Hoy, los enamorados debemos celebrar con todo el corazón, las neuronas y el cuerpo. Es cierto que todos los días hay que regar esa plantita maravillosa que es el amor, pero no es malo que un día nos dediquemos por entero al otro. Hay cientos de definiciones de amor. Y uno va cambiando con la edad y con el paso del tiempo. Yo creo que el amor es esa pasión que uno siente por el otro o la otra que hace que lo extrañe mucho y que quiera compartir muchas cosas con él o con ella. Pero eso no alcanza. La piel es fundamental pero no alcanza. El fuego encendido de los cuerpos y el aliento feliz y agotado de la cama debe tener otros dos componentes, según mi humilde criterio. Uno debe ser el admirar al otro. Tenerle un gran respeto por lo que es como persona o como profesional. Por su capacidad intelectual por su actitud solidaria y generosa, por su apuesta al progreso y al esfuerzo de la pareja. Y le agrego algo más. Para mantener vivo ese amor, creo que hay que hacerse el bien uno al otro. Es bueno pensar en uno, en lo que le gusta en su propia satisfacción. Nadie puede hacer feliz al otro si primero no es feliz. Pero hay que ver siempre como podemos expresarle al otro o la otra que estamos pensando en el o en ella. Que la tenemos presente y que vamos siempre a tratar de hacer algo que la haga más feliz, que le genere más placer, que la haga sentir mejor como mujer o como hombre. Esa ida y vuelta es el secreto de la duración de una pareja. Los mimos, los besos, el sexo, el compañerismo, el compartir esfuerzos, llantos y alegrías siempre fortalece la pareja.
De todos modos no hay una fórmula científica y por eso es tan apasionante e inquietante. Hay siempre un toque mágico, inexplicable. Hay algo que enamora que te hace temblar las piernas cuando la vez. Que te sacude el alma cuando te mira con ganas. Que podes pasarte horas hablando de algún tema y horas callados, mirando el futuro o un paisaje conmovedor.
Todavía recuerdo a mi primera novia. Estaba en quinto grado de la escuela Ortiz de Ocampo de la calle Salta. Hicimos un asalto. Susana tenía el pelo rubio y largo hasta la cintura. En el Wincofon sonó la ternura de Salvatore Adamo cantando “mis manos en tu cintura” y yo cerré mis ojos y me sentí volar. Jamás me atreví a decirle nada. Yo había llevado bebidas y las chicas, comida. Era un asalto de aquella época y yo la recuerdo como el día de mi primer amor aunque ella no lo supo nunca. Baile todo el tema con las manos transpiradas y colorado como un tomate.
Después vino el tiempo del caradura que se animaba a todo. Jamás olvidaré la piel cetrina de Alicia y sus ojos de miel que parecían convertirla en siciliana. Con ella cantamos y bailamos a un Leonardo Favio que decía “ding, dong, son las cosas del amor, yo subía y ella bajaba/ la miré y me miró”.
O Laura, la hermosura de su mirada de cielo con la que me quise casar. Fui capaz de viajar todos los fines de semana a Buenos Aires donde se había mudado. Iba en tren barato de bolsillos flacos de estudiante y sufrí como un loco cuando ella se casó con alguien menos soñador pero con una mejor posición económica que le dio muchas seguridades y tres hijos. Nuestro tema era Mamy Blue en la penumbra de los boliches. O Sandro, hablando de penumbras.
A todas les escribí poemas. O textos cargados de sentimientos. Está claro que las palabras, siempre fueron mi forma preferida de comunicarme, de expresar lo que siento y pienso.
Me volvió loco la Mirta que cantaba a Vinicius y con su afrolook y pantalones naranjas superajustados me cantaba al oído que “tus brazos precisan los míos y los míos, precisan los tuyos”. No pudo ser.
En los 70, la universidad combativa y las marchas callejeras me empujaron a los brazos de Celina. Era una partisana de apellido italiano y orgullo cordobés. Hincha de Agustín Tosco y los camperones verdes de la militancia. La dictadura acechaba, había que tomar decisiones para sobrevivir y huimos hacia Buenos Aires. Previamente nos casamos. Seguramente demasiado rápido. Éramos muy duros para la política pero demasiado blandos para la convivencia. Hoy miro a aquel Alfredo y lo veo con una inocencia y una falta de experiencia terrible. Pero empecé a ganarme la vida muy de abajo, en la revista Goles, mientras dormíamos con un colchón en el piso en un departamento de Floresta que casi no tenía muebles. Pero había letra y música de Tejada Gómez y Silvio Rodríguez.
Después viví tiempos de separado más zarpado y fui picoteando por distintas flores. La calle Corrientes me deslumbraba y tuve mucho de ese amor fugaz del toco y me voy que es amor pero no tanto. Esos son amores de madrugadas y calenturas pero no un amor de todo el día. Son esos ásperos entreveros de sábanas a los que suele cantarle Joaquín Sabina.
Con Silvana, la psicoanalista de Lugano, me casé y viví durante 24 años. Entramos a la fiesta con Sting que cantaba “Si la amas, déjala ir”. Apenas la ví en un recital, supe que iba a ser mi futura segunda ex esposa. Es una gran madre de Diego y nadie vive tanto tiempo con alguien si no lo respeta y valora.
Mi corazón ahora está creciendo abrazado a Adriana. Yo me hago el valiente Dorón, pero es para disimular mis debilidades. Ella es la Shirele que está siempre y nos movemos entre algodones para no lastimarnos nunca.
Estamos en la etapa de la siembra pero ya estamos disfrutando de la cosecha como si nos hubiéramos conocido de toda la vida.
A esta altura creo que cada amor tuvo su identidad. Cada amor fue un espejo de mis momentos, mis sueños, mis fracasos y mis éxitos. Yo ya no soy el mismo que fue feliz con aquellas otras mujeres. Ni el que dejó de serlo y se fue en busca de otros susurros. Tal vez no cambié el fondo de mi mirada ni mi ADN de la vida. Pero fui modificando las formas de aproximarse a la vida y al amor. Uno cree que sabe pero no sabe bien que es el amor. Sospecha. Siente cosas en el cuerpo y aproximaciones en las ganas. Y siente envidia y admiración por el amor de pareja de sus amigos. De Jorge y Verónica, del Turco y la China, de Santiago y Patricia, del Doctor y Ana, Del Feno y la Raquel, de Mayor y Esther, mis viejos. Llevan años juntos y se aman como el primer día. Eso prueba que se puede.
Hoy creo que lo que más se parece a lo que siento lo escribió, cuando no, Daniel Salzano para Jairo.
Se llama “Los enamorados” y dice que se miran de frente,
caminan despacio, se besan de lado,
se tocan el pelo,
se cuentan los dedos,
se besan las manos.
Los enamorados…
Inventan proezas,
desatan pasiones,
murmuran promesas,
adoran la vida,
comparten helados.
Los enamorados…
Los enamorados,
son cuerpos sagrados,
oigamos el himno que cantan callados,
no me dejes nunca, no me dejes solo,
no me dejes, teneme apretado
decime amor mio, decilo de nuevo,
te quiero te quiero, que el mundo se acabe y empiece de nuevo.
Los enamorados, se miran de frente,
caminan despacio, se besan de lado,
ocupan el mundo, se prestan el alma,
los enamorados…
evitan las luces, dominan la noche,
abarcan estrellas, señalan planetas,
estiran las manos …. y
al final estallan, se apuntan,
se juegan, se afloran,
se abejan, se abren,
se cierran se bailan,
se juran, se viaban de lengua ,
de ojos de lado, se acunan,
se miman, se doblan, se triplan,
se llaman, se citan,
se loban, se lunan,
se celan se adoran,
los enamorados…
Brindo por todos los enamorados y les deseo que ese amor no se termine nunca. No hay nada más fuerte que eso. Brinde por eso hoy. Es el día del amor.