Extrañamente, en este país, no recordamos a los argentinos importantes el día de su nacimiento. En general nos ocupamos de ellos el día de su muerte. Me gustaría romper esa incomprensible costumbre y hacerle un humilde homenaje a quien creo es uno de los compatriotas más extraordinarios de todos los tiempos. Y uno de los que más polémica despierta también.
Un día como hoy pero de hace 208 años nació Domingo Faustino Sarmiento.
Hoy el historiador e investigador, Ricardo de Titto lo recuerda con una gran columna en el diario Clarín. Allí plantea que Abraham Lincoln fue el modelo ético de Sarmiento y que ambos comparten el origen humilde y la formación autodidacta. Y recuerda la lucha del gran sanjuanino contra “el clientelismo y la demagogia de las huestes de Facundo y del unicato de Rosas”.
Sarmiento fue un escritor exquisito, un periodista indomable, un militar que se la bancaba, un político con el coraje bien puesto y eso le permitió ser senador, gobernador de San Juan y Presidente de la Nación. Pero Sarmiento, por sobre todas las cosas fue un maestro.
A Cristina y sus fanáticos no le gustaba recordarlo ¿Eran tan omnipotentes, autoritarios y caraduras que querían borrar de la historia a Sarmiento? Lo castigaron hasta con los dibujitos y los dibujados de Paka Paka, ¿Se acuerda? El simplismo frívolamente ideologizado de los K, produce vergüenza ajena. “Sarmiento era de derecha”, dijo en su momento el pensador camporista Juan Cabandié. Menos mal que perdieron las elecciones. De lo contrario en cualquier momento hubieran metido en el Congreso la declaración de interés público y sujeto a expropiación de la calle Sarmiento para rebautizarla Néstor Kirchner. El ex presidente si era de izquierda y no como Sarmiento, diría Cristina o Teresa Parodi.
Por eso le pido que pase y vea esta película. Es apta para todo público y no intenta bajar línea de ningún dogma. Habla de valores universales.
Es que Sarmiento es el gran maestro de la patria. Maestro de los maestros, como se dice cotidianamente. José Clemente, su padre fue peón de campo y arriero y combatió en las guerras por la independencia junto a Belgrano y San Martín.
El talento e inteligencia de Domingo Faustino Sarmiento empujaron la movilidad social ascendente. La prueba es que nació en el Carrascal, un barrio pobre de San Juan, llegó a ser presidente de la Nación y murió a los 77 años tan pobre como había nacido.
Es la gran figura polémica de nuestra historia. Se puede hablar horas de sus grandezas y de sus miserias. No nos alcanzaría todo un año. Solo su obra escrita tiene 52 tomos y más de 15 mil páginas. Se puede decir que fue cascarrabias, mujeriego y que tuvo actitudes francamente discriminadoras sobre todo con los indios y los gauchos.
Pero hoy debo rescatar lo mejor de su luz de educador. Un poema dice que “sembró escuelas como soles a lo largo de la patria”. Su dimensión de estadista lo llevó a fundar 800 escuelas en un país que según el primer censo que él también ordenó padecía un drama: 7 de cada 10 argentinos eran analfabetos. En 1871, la población de nuestro país era de 1.836.000 personas entre las que se encontraban 194 ingenieros y 1.047 curanderos, por ejemplo. En ese país de la injusticia y la oscuridad, Sarmiento fue el motor de la educación como igualador social y como principal instrumento del desarrollo.
Eso no se lo vamos a terminar de agradecer nunca. Fue el mejor combatiente contra la ignorancia y eso solo lo coloca como uno de los principales impulsores de la democracia y de los derechos de los más pobres. Decretó la ley de enseñanza primaria obligatoria. ¿Se imaginan la aceleración del progreso que eso significó? Cuando asumió había 30 mil y cuando dejó la presidencia ya eran 100 mil los chicos que concurrían a la escuela. Es que eran leyes revolucionarias. Cambiaban la estructura de la sociedad y la hacían más justa y progresista.
Le recuerdo solo algunos de los conceptos y valores que Sarmiento instaló para siempre en el inconsciente colectivo de los argentinos:” todos los problemas son problemas de educación.
Las escuelas son la base de la civilización.” Faltaban 30 años para el 1900 y él ya decía que “se puede juzgar el grado de civilización de un pueblo por la posición social de la mujer”. O que “el buen salario, la comida abundante, el buen vestir y la libertad educan a un adulto como la escuela a un niño”. Fue un verdadero visionario, un genio en su capacidad de enseñanza. Su concepto de educación para el desarrollo se adelantó un siglo. Gran parte de sus construcciones teóricas se siguen utilizando en la actualidad.
No quiso que el saber fuera un privilegio de pocos. Propuso que toda la República fuera una escuela. Apostó al progreso científico, a las comunicaciones. El correo y el ferrocarril en ese entonces eran catalizadores de las mejores ideas y soluciones concretas. Fue un férreo defensor de las libertades civiles y un opositor feroz a los dictadores. “Bárbaros, las ideas no se matan”, dejó grabado por los siglos de los siglos.
En primer discurso presidencial dijo algo que todavía hoy tiene una vigencia impresionante y que es la síntesis más perfecta de lo que debería ser la política: “el gobierno está para distribuir la mayor porción posible de felicidad sobre el mayor número posible de ciudadanos”. ¿Qué me cuenta? Ojalá fuera el objetivo que guíe a todos nuestros gobernantes. Paula Albarracín, su madre, le quiso poner Domingo pero no pudo. Por eso en su partida de nacimiento figura como Faustino Valentín Quiroga Sarmiento. A los 4 años ya leía de corrido y a los 15 ya era maestro, su principal condición que no abandonó jamás. Hasta en la cárcel mientras fue preso político se dedicó a enseñar a sus compañeros de celda.
Y luego se convirtió en un monumento vivo a los docentes y no paró nunca de construir bibliotecas populares. Un discurso en el Congreso de la Nación lo mostró apasionado, casi gritando: “Traigo los puños llenos de verdades y los voy a desparramar a todos los vientos”.
El filósofo Tomas Abraham lo definió como el hombre más grande que dio esta tierra. Su himno que es el himno que nos ilumina, reclama honor y gratitud para él y lo bautiza como corresponde: Domingo Faustino Sarmiento, Padre del Aula. Maestro inmortal y está todo dicho. Nació un día como hoy. Vale la pena recordarlo.