Finalmente Amado Boudou volvió a la cárcel de Ezeiza de donde nunca debió haber salido. Se lo dije hace un par de días. Los jueces finalmente dispararon un tiro para el lado de la justicia y repararon la decisión anterior. Hablo de la sala IV de la Cámara de Casación Penal integrada por los jueces Gustavo Hornos, Mariano Borinsky y Juan Carlos Gemignani que lo hicieron por unanimidad.
La Oficina Anticorrupción y la Unidad de Información Financiera rechazaron esa libertad acotada apenas por una tobillera electrónica.
Hace dos meses, el 12 de diciembre, yo le confesé que ver a Amado Boudou caminando por la calle, en libertad, me hacía hervir la sangre. Yo no quiero venganza ni persecución para nadie. Pero quiero que los ladrones de estado paguen con la cárcel por lo que hicieron.
Pienso en Boudou tripulando su poderosa moto, con los cabellos al viento y me acuerdo de Nicolás Wiñazki y todo lo que le costó y todo lo que tuvo que aguantar durante su investigación periodística rigurosa e implacable. Nico y todos los colegas que hurgaron en papeles, que buscaron testimonios, se jugaron la vida por la búsqueda de la verdad y una sociedad honesta. Padecieron amenazas y hostilidades de todo tipo. Había que tener mucho huevo para investigar al vicepresidente de la nación mientras era vicepresidente de la nación y gozaba de un poder tan grande que con una declaración decapitó al procurador Esteban Righi que no era un oligarca. Había sido ministro de Héctor Cámpora y se fue calladito a su casa, humillado. En ese momento Boudou comenzó a obstaculizar la justicia. Después fue contra el fiscal Carlos Rívolo que quería ir a fondo, luego el estado nacionalizó Ciccone para encubrir todo y hasta el juez inicial, Daniel Rafecas le daba consejos al abogado de Boudou para que supiera como defender a su cliente. Brutal intento de obstaculizar la justicia.
Pienso en Amado Boudou otra vez en un recital aporreando su guitarra y ovacionado por los jóvenes como si fuera el Che Guevara y me hierve la sangre. Porque pienso en el pueblo pobre de Formosa al que le robaron dos millones de dólares con la complicidad del gobernador feudal Gildo Insfrán y otros funcionarios. Miles de formoseños que pasan hambre y no tienen agua ni cloacas y que hacen milagros para darle de comer a sus hijos van a sufrir el cachetazo de ver en libertad a uno de los que les sacó su dinero del bolsillo.
Pienso en Boudou haciendo campaña por Cristina, levantando su dedito para dar cátedra de política y me hierve la sangre. No creo que Cristina lo lleve como compañero de fórmula. Pero uno nunca sabe. Sería una forma de sacar pecho y en un spot de campaña decirle a los argentinos, “Acá estamos Cristina presidente-Boudou vice, con ellos pasamos al frente de la Victoria”.
Pienso en Boudou, liberado por orden de las juezas María Gabriela López Iñiguez y Adriana Pallioti y pienso en el juez Néstor Costabel que votó en contra. Me hierve la sangre porque con los mismos argumentos, de las magistradas también podrían liberar a Lázaro Báez, Cristóbal López, José López, Ricardo Jaime, Julio de Vido y tanto malandra de estado. Y a estos presos los podrían liberar con más razón todavía. Porque están en prisión preventiva. Boudou estaba condenado. ¿Escuchó bien? No es una suposición de un periodista o una crítica de una diputada. La justicia argentina lo condenó a 5 años y 10 meses de prisión por coimero en el caso Ciccone. Aquel fue un día glorioso porque se hizo justicia. Igual que hoy.
El día que lo liberaron fue un día oprobioso porque la señal que se envió a la sociedad fue de impunidad absoluta para los poderosos. Es como decirles a los ladrones de guantes blancos y dólares negros que no corren peligro, que sigan con sus delitos.
Boudou apenas estuvo cuatro meses preso. Este malandra de estado fue castigado con todas las garantías constitucionales por una de las causas más emblemáticas de la cleptocracia K.
Hablamos del intento de apropiación de Ciccone, la fábrica de billetes. El atorrante que se disfraza de revolucionario dijo en ese momento que esto era “una revancha de clase y una venganza del neoliberalismo”, como si él fuera un dirigente proletario.
Si hay igualdad ante la ley, con los mismos argumentos de las doctoras López Iñiguez y Adriana Pallioti se podrían dejar en libertad a miles de presos que desbordan las cárceles y que no tienen condena firme. Dicen que 7 de cada diez presos no tienen condena firme. Dos datos más: la jueza López Iñiguez liberó también a Carlos Zannini y a Luis D’Elía. La jueza Pallioti tiene en sus manos la causa más grave de lavado dinero que tiene detenido a Lázaro Báez. Lázaro, levántate y anda a tu casa.
La Corte Suprema de Justicia, si es que registra la bronca y el rechazo social que hoy producen algunos jueces y fiscales debería tomar cartas en el asunto. Insisto: si es que quieren recuperar la credibilidad de su actividad que es la viga central de la democracia republicana.
Boudou estuvo libre porque no era un peligro para la sociedad, porque no podía entorpecer la justicia y porque no había peligro de fuga. Esos fueron los argumentos. Los estafadores que se llevaron a su casa el dinero de los jubilados, de las rutas, las escuelas y los hospitales que faltan, los abogados expertos en amparos, chicanas y patear la pelota lo más lejos posible y los jueces que no tienen vergüenza ni estómago.
Me siento apenas un observador privilegiado de la sociedad. Creo que en 40 años de periodismo tengo cierto olfato para escuchar lo que dice la comunidad en lo profundo de su alma. La indignación es tan grande que se potencian enfermedades sociales terribles y repudiables como la justicia por mano propia, los linchamientos, la venganza y aparecen presuntos salvadores como los Bolsonaro que prometen sangre y fuego en lugar de paz, pan y trabajo.
Me gustaría decirles a los jueces que no jueguen con fuego. Cuesta mucho esfuerzo, años de sacrificio, para un periodista, un fiscal o un juez honrado juntar todas las pruebas necesarias para condenar a alguien. Lleva mucho tiempo y el que lo hace se expone a todo tipo de agresiones. Pienso en el fiscal Eduardo Taiano al que le secuestraron un hijo hasta que resolvió no apelar la causa por enriquecimiento ilícito de los Kirchner. “Me agarraron del cogote”, dijo Norberto Oyarbide, esa vergüenza que todavía camina por la calle como si fuera un ciudadano de manos limpias y uñas cortas.
Los fallos como el que liberó a Boudou fomentan el delito. Porque el costo por robar es tan bajo que conviene robar mucho y pasar cuatro meses preso. Esa es la nefasta conclusión que muchos jóvenes funcionarios pueden sacar.
Hay muchos políticos, jueces, fiscales y ciudadanos decentes que sientieron una profunda desilusión. Que les hirvió la sangre. Porque si la sociedad no recibe premios y castigos, si no dejamos bien en claro la diferencia entre ser honrado y delincuente estamos en el horno.
Le confieso que desde el día que Boudou salió en libertad me hervía la sangre y pensé en Laura Muñoz, la corajuda ex esposa de Alejandro Vandenbroele que se jugó todo para llegar a la verdad. Laura fue acusada de loca, le quisieron sacar a su hija y pasó por momentos terribles. Todo por ser honesta.
Boudou, en su sobreactuación por ocultar los delitos que cometió pasó de Alsogaray a Perón y de María Julia al Che Guevara. Un ortodoxo neoliberal se convirtió en un defensor de la patria socialista. Un amante de Estados Unidos en un tardío lector de Marx. En eso también aprendió de Néstor. Utilizar los símbolos de la izquierda y los derechos humanos como escudo para ocultar sus estafas y su enriquecimiento ilícito lleno de testaferros y truchadas.
Un violador serial de leyes como Amado Boudou no tiene otro lugar que la prisión.
Ya es hora de extirpar de corruptos la Argentina. Recién hoy me dejó de hervir la sangre. Boudou vuelve a la cárcel. Es su lugar en el mundo. El lugar para los delincuentes de estado.