García Márquez x 5 – 17 de abril 2019

Un día como hoy, pero de hace 5 años, un maldito cáncer linfático y una perversa neumonía, se complotaron para asesinar a Gabriel José de la Concordia García Márquez, más conocido como Gabo o Gabito.
Tenía 87 años y su muerte potenció una historia digna del realismo mágico de su pluma iluminada. Porque un poema o una carta de despedida, que ya venía circulando, se viralizó por el planeta con una potencia arrolladora. Ese texto llevaba la firma de Gabriel García Márquez pero el autor no era García Márquez. Él lo desmintió una y otra vez, pero fue absolutamente en vano. La conciencia planetaria de lo que hoy se llamaría fake news o falsas noticias no pudo con la noticia deseada que describió la filosofía de Miguel Wiñazky.
Gabo negó varias veces que esas palabras fueran suyas. Es más, se preocupó porque tanta gente pensara eso de un escrito “tan cursi”. Después, Cabo se disculpó por haber dicho eso del poema pero no pudo torcer la historia falsa que alguien inventó. Hoy, a 5 años de su muerte, miles y miles de personas siguen homenajeando al genio de las palabras con palabras que él nunca escribió. Ni la popularidad ni la amistad de Gabo con casi todos los editores del mundo pudo quebrar el destino de este escrito titulado “La Marioneta” y que pertenece al comediante Johnny Welch y dice así:
“Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.
Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.
Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen.
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A un niño le daría alas, pero le dejaría que él sólo aprendiese a volar.
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres…. He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subirla escarpada.
Me apartaría de los necios, los habladores, de las gentes con malas costumbres y actitudes.
Sería siempre honesto y mantendría llenas de amor y de atenciones a las personas a mi alrededor, siempre trataría de dar lo mejor…
He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.
He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrá de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.
Trata de decir siempre lo que sientes y haz siempre lo que piensas en lo más profundo de tu corazón.
Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma.
Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo, te diría “Te Quiero” y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida nos da siempre otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuánto te quiero, que nunca te olvidaré.
El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo.
Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles, “lo siento”, “perdóname”, “por favor” , “gracias” y todas las palabras de amor que conoces.
Nadie te recordará por tus nobles pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos.
Finalmente, demuestra a tus amigos y seres queridos cuánto te importan.
Este texto pasó a la historia porque para mucha gente lo escribió García Márquez y no hay nada ni nadie que les haga entender que no es cierto.
Esta historia del texto, el juego de confusiones y creencias, parece imaginado por Gabo. Como aquel legendario “Cien Años de Soledad” que la editorial Sudamericana publicó en Buenos Aires. Vendió 50 millones de ejemplares, fue traducido a 39 idiomas y fue el empujón para el premio Nobel de Literatura. Pero es maravilloso conocer la crónica de un éxito anunciado.
Un día de 1967 Gabo empeñó un calentador y un secador de pelo y, con ese dinero, pudo enviar los originales de su nuevo libro a la Argentina. La historia del recorrido de “Cien Años de Soledad”, también parece escrita por García Márquez. El mensajero tuvo un accidente en la moto y todos los originales quedaron sembrados por el pavimento mojado. Buenos Aires era una mezcla de Macondo y Paris. Casi un diluvio universal. Esos papeles con las letras corridas pudieron rejuntarse pero ningún editor quería convertirlos en un libro. Creían que era un texto menor de un colombiano desconocido. Sólo Paco Porrúa de editorial Sudamericana se atrevió y el libro comenzó a venderse en cataratas. En 20 días agotó 8 mil ejemplares.
Todos empezaron a hablar de él y por eso Primera Plana lo llevó a su primera plana. Gabo cobró sus primeros derechos de autor y volvió rapidito a la humilde pensión en la que estaba alojado. Acomodó todos los billetes sobre la cama y se tiró encima a dormir la siesta más feliz de su vida. Estuvo 15 días de gloria en Buenos Aires. Nunca más volvió. Nunca más volverá. Es una lástima, pero es como si lo tuviéramos dentro en cada corazón y en cada neurona.
Yo lo recuerdo, erguido, orgulloso aquel día que rechazó el frac para recibir el Nobel y se enfundó en el Liqui-Liqui, el típico traje colombiano. Pero más recuerdo sus palabras tan reales como mágicas:” Una nueva y arrasadora utopía de vida donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde sea de veras, cierto el amor y sea posible la felicidad y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Todos los periodistas le debemos mucho. Y los amantes del idioma español, también. El día que murió derramamos lágrimas negras de luto. Con su ausencia sentimos que a nosotros, se nos venían encima los cien años de soledad. Y ya pasaron cinco.