María Elena, la calle y el libro – 29 de abril 2019

María Elena Walsh fue una intelectual brillante que jamás vivió en una torre de marfil. Ella siempre apostó a la calidad de sus textos pero, simultáneamente, a la popularidad, a la masividad de sus letras a través de sus canciones. Su genialidad nunca la convirtió en una sectaria. Todo lo contrario, ella iluminó tanto los libros como las calles y la música. Por eso fue extraordinaria la idea de hacer una mega instalación de muestra de su vida y obra, en plena avenida Sarmiento, entre Santa Fé y Colombia, rodeando las instalaciones de la Feria del Libro. Eso representó mucho más el espíritu de María Elena que encerrarla en un laboratorio de ideas o en un museo.
Encima la convocatoria fue a jugar, que es el principal mandato de María Elena. El juego como integrador social y como multiplicador de la belleza. Las felicitaciones deben ser para los creativos y responsables: Sara Facio, una fotógrafa fuera de serie, compañera de vida de María Elena y ahora presidenta de Fundación que lleva su nombre. Esta maravilla que ayer desbordó todos los pronósticos, lo hicieron en forma conjunta con el ministerio de Cultura de la Ciudad y la Dirección General del libro. La gran noticia es que la muestra se va a repetir por varios días en las vacaciones de invierno.
La instalación interactiva se llamó “Las Arquitecturas Murmurantes” y mixtura arte, diseño, arquitectura, música, poesía y fotografía. Con todo eso no alcanzaba para abarcar la figura descomunal del aporte a la cultura popular de María Elena Walsh. Hubo muestras, conciertos, recitados, lecturas, talleres y todo lo lúdico que se pueda imaginar con los chicos como abanderados y las familias como escoltas. Un dron desde arriba mostraba imágenes de la instalación que formaba el hashtag con las iniciales de la homenajeada. El aire bailaba al son de algunos hits de la Walsh: La reina batata o el Twist del Mono Liso. Hubo mini recitales con Rosario Ortega, la talentosa hija de Palito, Celeste Carballo o Ingrid Pelicori.
Lo más conmovedor para quienes la conocimos y admiramos fueron las 32 fotos de María Elena que eligió Sara. Aparece con sus afectos como María Herminia Avellaneda, Adolfo Bioy Casares, Mercedes Sosa o Jairo. Otro lugar que hipnotizaba era un stand llamado “Sepa porque usted es machista”, una especie de examen que la Walsh publicó en la revista Humor hace casi 40 años donde, revolucionaria y provocadora intelectual como siempre, decía que “hay poca gente tan machista como algunas mujeres, solo que ellas lo son por instinto de conservación, por despiste, por comodidad o porque así las dejan hablar por televisión. Usted también lo es por todas esas razones.”
Fue una visionaria en todo. Se adelantó a todos los debates y las transgresiones. Y estuvo siempre en el lugar correcto de la vida. Y de la magia de María Elena Walsh que a los 17 años publicó su primer libro de poemas llamado: “Otoño imperdonable”.
Su espíritu, sus ojos azules, su combate contra todo tipo de solemnidades y almidones, su lucha a favor de todas las libertades como buena defensora de los derechos de la mujer de la primera hora.
Ayer se pudieron saborear todos los platos exquisitos que supo cocinar María Elena. Nada de los humano le era ajeno. Por eso apeló a todos sus instrumentos: la poesía, la canción, las columnas de opinión, los cuentos, el teatro, la sátira, la literatura infantil, sus denuncias a los autoritarismos, el music hall.
Dicen que cuando María Elena murió, se elevó al cielo como una bandera de libertad. Por eso, si me permiten, me gustaría decirles que yo no creo demasiado en su muerte. Ni en la de María Elena ni en la muerte de la libertad. La historia demuestra que son llamas que arden para que la vida sea vida. Y que no se apagan jamás.
Yo le creo más a ella cuando dice que tantas veces la mataron, que tantas veces se murió y sin embargo está aquí resucitando. En eso creo. En que ella volverá y será millones de benditas mujeres de esta tierra que nos seguirán ayudando a ser felices y a pensar. No tengo dudas de que María Elena sigue estando al lado nuestro cada vez que la necesitamos para que navegue por nuestra conciencia y nos ayude a ver lo mejor y lo peor de nosotros. Ese fue, es y será siempre el gigantesco aporte inagotable de María Elena. A su talento para bordar letras y melodías o para darle a las palabras alas y colores como decía José Martí, le agregó esa capacidad para decir las cosas de frente, sin pelos en la lengua, con la polémica y el coraje en el bolsillo.
Por eso puso pateó el tablero del lenguaje. Porque fue la primera en no tratar a los chicos como si fueran tontos. Fue la primera en sacarle ese protocolo severo a las canciones, en hablar jugando, en cantar divertido, en crecer con sonrisas. Por eso Manuelita con su nueva estética y su vieja ética quedó grabada a fuego en el corazón de las multitudes. Un día María Elena se marchó, igual que Manuelita. Tuvo dos viajes que la refundaron. Fue a Estados Unidos invitada por Juan Ramón Jiménez aquél de la literatura inolvidable de “Platero y yo”. Y a Europa de la mano de Leda Valladares para huir de un peronismo que le sonaba autoritario y para armar un dúo inolvidable de vidalas, de bagualas y de vinchas. En París se enriqueció “lícitamente”. Su sensibilidad y su espíritu se multiplicaron interactuando con George Brassens, Jaques Brel, Charles Aznavour, Ives Montand, Pablo Neruda y la mismísima Violeta Parra. Fue su propia serenata para la tierra de uno, una de las canciones más hermosas que se han escrito sobre estas tierras y sobre estas pasiones inmigrantes y criollas que en ella se mezclan. ¿Se acuerda? ¿Me permite?
“Porque me duele si me quedo/Pero me muero si me voy/Por todo y a pesar de todo, mi amor/ Yo quiero vivir en vos.
¿Me deja seguir?
“Por tu decencia de Vidala/ Y por tu escándalo de sol/Por tu verano de jazmines, mi amor/ Yo quiero vivir en vos…
¿Qué maravilla, no? Por el idioma de infancia, por tus antiguas rebeldías.
Casi nadie modeló la ternura y la ironía para hacerla belleza como ella. Siente lo que pasa, presiente lo que pasará. Mucho antes de que los dictadores argentinos inventaran la desaparición forzada de personas escribió: “Tantas veces me borraron, tantas desaparecí, a mi propio entierro fui/Sola y llorando/Cantando al sol como la cigarra/ después de un año bajo la tierra/ igual que sobreviviente que viene de la guerra.
Descubrió el ADN de nuestro país cuando habló del Reino del revés. Nadie baila con los pies. Un ladrón es vigilante y otro es juez. Esa editorial cantada por todos la escribió hace 60 años y parece que fuera hoy.
Si hasta los trabajadores del INDEC, aprovecharon su melodía en su momento para quejarse cuando Guillermo Moreno los intervino porque dos más dos empezaron a ser tres.
Un día sacudió a la temible y blindada dictadura militar desde Clarín con un texto que pasó a la historia. ”Desventuras en el país jardín de infantes”, se llamaba. Y fue un golpe cultural demoledor al golpe militar. Y vino la democracia y vino Alfonsín que le ofreció un lugar en la política y otro en la tele junto a María Herminia Avellaneda. Y vino el peor de los dramas de 6 letras pero innombrable. Y ella le puso el cuerpo y las agallas para agarrar al cáncer a cachetadas y a los gritos. Lo maltrató, lo expulsó de su cuerpo, lo mantuvo a raya fuera de sus límites. Vade retro satanás. Y se puso de pié nuevamente, como La Cigarra. Y todos los argentinos dimos gracias a la desgracia y a la mano con puñal porque la mató tan mal y siguió cantando.
María Elena nos hizo mejores a todos. Nos hizo más felices y pensantes. Nos hizo más chicos y más grandes. Nos hizo más alegres y llorones. María Elena de la palabra, María Elena de la conciencia, María Elena de la decencia. Una vida militando en la imaginación no es poco. Una vida militando en la libertad lo dice todo. María Elena, nos hizo más y mejores argentinos, si eso es posible. Por eso está en el cielo de la argentinidad: con Borges, Gardel y Atahualpa Yupanqui.
Hay que recoger su nombre y llevarlo a la victoria.