Pasan cosas graves – 15 de agosto 2019

Están pasando cosas graves en la Argentina. No quiero potenciar el alarmismo ni descubrir la pólvora. Pero la devaluación nos hizo más pobres a todos y, sobre todo, a los más pobres. El aumento del riesgo país nos deja afuera de cualquier tipo de ayuda externa. La fragilidad política paraliza casi todas las formas de la producción y el comercio. Y la inflación que venía en curva lenta pero descendente, lamentablemente, el mes que viene va a subir de nuevo. Parece una tormenta perfecta en la que Macri debe moverse como candidato y como presidente inventando caminos que nunca antes se transitaron.
Alberto Fernández en las últimas horas, tuvo algunas actitudes que ayudaron a calmar el billete verde y la ansiedad de los mercados. Ojalá no sea una formalidad o un castillo de arena que Cristina destruya de un solo cachetazo. Veremos. Hoy hay que seguir día a día la temperatura y la profundidad de la hecatombe política y económica que produjeron miles y miles de votos de clase media que castigaron a Macri, que no supo o no pudo desactivar la bomba social y que premiaron a los irresponsables que dejaron ese explosivo debajo del sillón de Rivadavia.
Estas son algunas de las cosas graves que están pasando. Pero no me parece correcto que esos problemas gigantes no nos permitan ver otras dificultades que también nos deben obligar a encender la luz roja. Hay varios temas. Pero hoy me quiero detener en dos: primero, que Alberto Fernández diga que no entiende porque lo asocian a Venezuela y, segundo, que Hugo Moyano diga que Macri se tiene que ir antes de terminar su gobierno.
Hoy, Fernández, contó por radio Mitre, que le pidió al presidente que no insista con compararlo con Venezuela. Dijo que primero, porque eso no es cierto y segundo, porque nada intranquiliza más a los mercados que eso. Con todo respeto creo que si Fernández quiere reposicionarse como un hombre prudente, moderado y pro capitalista debe dejar de mentir sobre algo tan obvio.
En una columna anterior yo titulé que Cristina es Maduro. Y hay decenas de pruebas de las relaciones carnales y corruptas que establecieron primero Néstor con Chávez y después Cristina con Maduro. Florencias Saintout, que está peleando por ser la nueva intendenta de La Plata, desde la conducción de la facultad de Periodismo condecoró a Hugo Chavez por su aporte a las libertades y al periodismo popular. A su lado estaba el profesor de esa facultad, Fernando Esteche que hoy sigue enseñando desde la cárcel por su actitud violenta y patotera. En aquel momento rechazamos el delirio bizarro que fue ese premio a Chávez. Tal vez hubiera sido menos falso si le daban una distinción por su aporte a la recuperación de la memoria de Simón Bolívar o por colocar en el centro del debate la defensa de los más pobres en América Latina. Eso sería polémico y discutible pero tendrían algún tipo de argumentos. Pero darle un premio a la libertad de prensa, en una facultad de periodismo a alguien que censuró, persiguió y encarceló periodistas y que clausuró medios de comunicación es como darle un premio a Ricardo Barreda por lucha favor de la mujer.
Y Florencia Saintout fue candidata en las elecciones para tratar de ser alcalde de la capital de la provincia con la boleta encabezada por Alberto Fernández.
Cristina, que también integra la fórmula con Alberto fue la encargada de condecorar a Nicolás Maduro con la máxima distinción que otorga la Nación Argentina. La embajada paralela tapizada de negocios sucios que hizo Julio de Vido y Claudio Uberti en nombre de Néstor fue durante el tiempo en que Alberto fue jefe de gabinete. Ahora Uberti arrepentido contó esos negociados que le permitieron a los K robarse verdaderas fortunas a costa de ambos pueblos. Y eso sin hablar de Antonini Wilson y la valija llena de dólares sucios o de los prestamos más caros del mundo que nos daba Venezuela o de las bicicletas financieras en el mercado negro que le reportaron 25 palos verdes a Nestor y que los recibió en billetes físicos, contantes y sonantes y que llegaron en un avión especialmente fletado. Y los negociados con la maquinaria agrícola. El jefe de gabinete era Alberto Fernández. No es Macri el que los quiere estigmatizar colocándolos como socios del chavismo. Lo fueron y lo siguen siendo. Si cambiaron de idea y se quieren despegar de esa narco dictadura, Alberto y Cristina podrían emitir un comunicado respaldado (no a Trump) pero si a Michelle Bachellet que denunció más de 6 mil crímenes de lesa humanidad producidos por el tirano de Nicolás Maduro. Pero no dijeron una sola palabra y eso que líderes de su espacio emancipador de la Patria Grande como el propio Pepe Mujica, o el heredero de Lula, Fernando Hadad ya se pronunciaron repudiando a Maduro y su camarilla militar asesina y narcotraficante. Justamente Alberto Fernández se entrevistó con Mujica en su humilde casa y con Lula en la cárcel. Y además tiene excelentes contactos con el Partido Socialista de Chile liderado por Bachellet.
No es Macri el que debe dejar de asociar a Venezuela con el kirchnerismo. Son los candidatos a presidente y vice los que tiene que mostrar distancia y repudiar la violación de los derechos humanos para que creamos que es verdad que cambiaron de idea y no nos quieren llevar a ese lugar nefasto del chavismo K o del nacional populismo.
El otro tema es la desesperación y la ansiedad de Hugo Moyano por zafar de la cárcel. El y su hijo Pablo están muy complicados en varias causas de corrupción tanto en el gremio de Camioneros como en el club Independiente. Eso lo lleva a apelar a cualquier mecanismo antidemocrático para zafar de la prisión. El tema es que se defiende con propuestas golpistas que Alberto y Cristina deberían descalificar públicamente para que no pensemos que ellos comparten su propuesta. Moyano varias veces insultó a Macri pero eso es un delito menor. Promover la destitución de un presidente democráticamente elegido si es un delito mayor. Cuando Moyano dice que este gobierno se tiene que ir sin esperar el resultado de la urnas está fomentando un camino fachista que siempre dio los peores resultados que se miden en muertos y desaparecidos.
Los golpes de estado ya fueron desterrados en este país, por suerte. Pero moverle el piso al presidente para que renuncie, para asfixiarlo en sus recursos y derechos con el objetivo disciplinador que lo vacíe de todo poder político es algo absolutamente repudiable de lo que Alberto y Cristina también deben tomar distancia y condenar.
Pero en ambos temas Venezuela y Moyano, ambos candidatos miran para otro lado y cierran su boca. El que calla, otorga. El que calla es cómplice. Y ni el chavismo ni la violencia camionera sirven para construir una república de consensos y diálogos. Es bueno que Alberto lo sepa.