Brandoni, ciudadano ilustre – 29 de agosto 2019

Parque Lezama es un ejemplo de exportación no tradicional. Son contenidos nacionales de la industria cultural llevados al exterior con un éxito tremendo. Eso es trabajo argentino, creatividad y valor agregado. El debut de la obra de Juan José Campanella en el teatro “El Fígaro” de Madrid dejó a todos los espectadores de pie, devolviendo una ovación de agradecimiento a los actores y a todos los que hicieron posible esta maravilla que, en Argentina, tuvo 800 representaciones. La sala queda muy cerca de la estación del Metro llamada “Tirso de Molina” y no parece ser una casualidad. Tirso fue un dramaturgo extraordinario, un fecundo autor de más de 300 comedias del Siglo de Oro que integra un podio luminoso junto a Lope de Vega y Calderón de la Barca. Eduardo Blanco, otro talento, hace tiempo que tiene un gran reconocimiento en España. Pero Luis Brandoni sobre las tablas se transforma en un manual del que cualquier actor puede aprender. Su personaje de León Schwartz, que dice haber sido del Partido Comunista en su juventud, es un compendio de frases dichas en los momentos justos, de gestos mínimos pero que lo dicen todo y de inflexiones que nos conmueven hasta las lágrimas y la risa.
Brandoni celebra porque dice que su actividad, es una de las pocas artesanales que quedan. El teatro se hace igual que hace 3.000 años y todavía no se inventó un botón o una inyección que les ayude a aprender la letra y los movimientos en la escena. Pero el rol que jugó Beto en la multitudinaria y esperanzada marcha del 24-A, también lo colocó en un lugar de referencia.
Adalberto Luis Brandoni, más conocido como Beto, ya fue distinguido como ciudadano ilustre de la ciudad y la provincia hace tiempo. Pero creo que se ganó largamente la condición de ciudadano ilustre de la República y la democracia. Y no lo digo solamente por el último video que con su emoción, ayudó a movilizar a tantos argentinos preocupados por la posible vuelta de la cleptocracia y el chavismo K. Lo digo por su trayectoria impecable como Actor de la Nación, como dirigente sindical valiente y perseguido por la dictadura y como ex diputado del radicalismo que hizo honor a la honradez de presidentes como don Arturo Illia o Raúl Alfonsín.
Beto nació en el Dock Sud, en el empedrado y con los sonidos de bandoneón arrabalero de los conventillos. El destino le puso dos marcas que luego tomaron vida. Su casa estaba en la calle Leandro Alem y con el tiempo, él también fue orgulloso integrante de la Unión Cívica Radical. Pero en los cines de barrio, el “Selec” y el “Eden”, se enamoró de esa pantalla gigante y dedicó su vida entera a dignificar el oficio de actor.
Arrancó con los mejores y los que hicieron de la ética una bandera: en la Comedia Nacional Argentina dirigida por Luisa Vehil. Los argentinos decentes y democráticos le debemos mucho al Beto Brandoni. Instaló para los tiempos en la memoria colectiva personajes y películas que son parte de nuestra identidad como pueblo. “Esperando la carroza”, es una película de culto que hoy se ve más que nunca a través de las redes. Todos repiten esas palabras de Antonio Musicardi, su personaje, el hijo de Mama Cora, cuando dice, falsamente compungido: “Me partieron el alma. Que miseria. ¿Sabes lo que tenían para comer? Tres empanadas… tres empanadas”. Eso dice mientras va saboreando como si nada, una de esas empanadas. Una escena memorable del grotesco criollo costumbrista de Alejandro Doria. Pero en la tele, el teatro y el cine, se cansó de meterse en el corazón de la gente y dar cátedra con sus personajes y de ser un ejemplo de vida. No alcanza una hora para recordar sus grandes éxitos profundos y populares a la vez. Cada uno elige: La tregua, la primera película nuestra que ganó el Oscar en 1974. Y por ese trabajo, la Triple A, lo condenó a muerte y lo obligó a exiliarse por un tiempo en México. Era una organización terrorista de ultraderecha que nació al amparo del estado peronista y de su jefe el ex ministro José López Rega.
La Triple A criminal (Alianza Anticomunista Argentina) tuvo su contracara con la Triple A luminosa, la Asociación Argentina de Actores de la que Brandoni fue secretario general de 1974 hasta 1983. Había que tener los huevos del tamaño de la catedral cuando los fachos de López Rega y los criminales de lesa humanidad de Videla perseguían, secuestraban y asesinaban a mansalva. Brandoni fue reelecto en su gremio, incluso estando en el exilio.Y eso muestra su lealtad con sus compañeros de trabajo y su valentía a prueba de balas en todo el sentido de la palabra balas.
El terrorista de estado Aníbal Gordon secuestró a Brandoni y su esposa de entonces, Martha Bianchi. Lo “chuparon” como se decía en aquellos tiempos macabros. Fue llevado a “Automotores Orletti”, un campo de concentración donde fue torturado y donde salvó su vida de pura casualidad.
Aunque suene increíble, durante los tiempos de cólera con K, Alejandra Darín y otros muchaches adoradores de Cristina fueron crueles en sus críticas cuando Brandoni renunció como afiliado a lo que definió como “Asociación Kirchnerista de Actores”. A un prócer que deberían reverenciar lo trataron como un traidor.
Otros compatriotas llevan en sus neuronas para siempre, obras maestras como “La Patagonia Rebelde”, “Made in Argentina”, el “Cuento de las Comadrejas” que hizo con Juan Campanella hace poco y el super éxito actual con “La odisea de los Giles”, dirigido por Sebastián Borensztein.
¿Quién no disfrutó con Mi Cuñado o Buscavidas?
Consideró a Raúl Alfonsín como su padre político. Fue su asesor en el tema cultural y un día inolvidabl, en ese carácter tuvo una charla deliciosa con Jorge Luis Borges. Jorge Miguel Couselo, Carlos Gorostiza, Sergio Renán, Manuel Antin y Santiago Kovadloff fueron los que apostaron a renovar democráticamente la cultura desde 1983.
Tanguero e hincha de River, su máxima felicidad son Micaela y Florencia, sus hijas del alma.
Desde Madrid, Brandoni, tuvo la amabilidad de enviarnos, en exclusiva, sus reflexiones para este programa. Brandoni nos dio su palabra. Y eso no tiene precio. Porque Brandoni no se vende ni se alquila. Se puede romper, pero no se dobla, según el testamento de Leandro Alem, justo el nombre de la calle en donde nació, en el Dock, con el corazón mirando al Sur…