Alberto debe ser juzgado por los hechos – 11 de diciembre 2019

Trabajo con las palabras y las respeto profundamente. Este programa se llama “Le doy mi palabra” y el de TN fue bautizado como “Palabra de Leuco”. Creo que las palabras dan a luz definiciones, sueños, compromisos, poemas e ideas, pero que también, sirven para disfrazar determinadas cuestiones y que en muchos casos, son pura sanata que luego no se cumple en la práctica. La palabra es una herramienta maravillosa que nos singulariza a los seres humanos en el universo. Pero mi experiencia como analista político desde el regreso de la democracia me empujó a dudar de las palabras. Pueden ser envases de oro rellenos de estiércol. Todos los presidentes han dicho frases muy lindas y expresiones de deseo que luego, en la práctica se transformaron en cenizas por falta de capacidad o en traiciones por engaños y mentiras.
Alfonsín prometió que con la democracia se comía, se educaba y se curaba. Y tenía razón. Pero luego la economía se le escapó de las manos y no supo o no pudo transformar esos conceptos en realidades concretas.
Carlos Menem prometió una revolución productiva y un salariazo y dejó un nivel de desocupación feroz y mal vendió las joyas de la abuela en privatizaciones atravesadas por la corrupción.
Fernando de la Rúa se propuso combatir las coimas y los delitos del estado y su gobierno fue herido de muerte precisamente por un oscuro pago ilegal a los senadores.
Néstor Kirchner prometió hacer un país en serio junto a Roberto Lavagna y terminó abrazado a los negocios sucios con Hugo Chávez que enriquecieron a ambos.
Cristina dijo que su prioridad era la calidad institucional y puso como país de referencia a la Alemania de Merkel. Pero la única verdad, es que amagó hacia la racionalidad capitalista y se metió de lleno en el jurásico esquema del nacional populismo bolivariano.
Mauricio Macri pidió que lo juzguen por la pobreza cero y aseguró que bajar la inflación, iba a ser algo sencillo. Perdió las elecciones, entre otras cosas, porque su economía aumentó la cantidad de pobres y multiplicó la inflación.
Por eso le digo que a los dirigentes hay que juzgarlos por lo que hacen y no por lo que dicen. Hay que ver que tipo de acciones y decisiones toman. Tratar de prescindir del discurso que adorna los relatos. Eso no garantiza nada, pero reduce el margen de error en los análisis.
Alberto Fernández prometió terminar con la persecución y el odio hacia el que piensa distinto. ¿Quién puede estar en desacuerdo con esa idea? Nadie. Yo la firmo mañana. Pero del dicho al hecho hay mucho trecho.
Tal vez sea genuina su intención. O sea simplemente una expresión de deseo. ¿Qué va a decir un presidente el día que asume? ¿Qué viene a perseguir a los que persiguieron a Cristina? ¿Qué va a fomentar el odio? Ningún dirigente político diría semejante aberración. El tema es que los hechos por ahora, dicen otra cosa. El jefe de todos los abogados del estado será Carlos Zannini y ya hablamos cien veces de lo que eso significa. En sus dos discursos de ayer, Alberto dijo que Cristina es una perseguida política por los jueces y por los linchamientos mediáticos. Lo dijo en el Congreso y en la Plaza de Mayo. Esa es una idea de Cristina que Alberto repite desde que se reconciliaron. Porque antes era Alberto el que iba por esos medios linchadores a tirarle barro a Cristina. Hay decenas de videos. Un par en mi propio programa. ¿Fue Alberto un linchador de Cristina que ahora se dio vuelta y denuncia a los medios que la linchan porque quieren meterle miedo y sacarla de la cancha? ¿En cuáles palabras debo creer? En las que dijo ayer para cerrar la grieta o en las que también dijo ayer sobre el linchamiento de los medios y la persecución de los jueces.
Alberto sabe que eso es una mentira y la repite con convicción como parte del pacto de impunidad que hizo con Cristina. Hay que decirlo con todas las letras: tal vez al flamante gobierno le vaya bien económicamente y ojalá que eso ocurra. Hay demasiados hermanos argentinos que están sufriendo hambre, desocupación y pobreza.
Pero la verdad profunda, el pacto de sangre es que Cristina y todo el cartel de los pingüinos saqueadores queden en libertad y sin ningún tipo de causa judicial en marcha. Eso es lo que Cristina quiere. Eso es lo único que la tranquiliza. Por eso está Zannini donde está y por eso puso a Juan Martin Mena, ex capo de los servicios de inteligencia, como segundo de Marcela Losardo en el ministerio de justicia.
Dejar libres a todos como si fueran decentes y héroes revolucionarios, ¿Abre o cierra la grieta? Culpar a los jueces y a los periodistas de haber encarcelado a inocentes cuando todos sabemos que son los ladrones más voraces que tuvo la democracia, ¿abre o cierra la grieta?
¿Se puede construir una sociedad integrada y fraternal caminando al lado de los ladrones y autoritarios como si fueran carmelitas descalzas solo porque lo dice Alberto? ¿O Cristóbal López no estuvo acaso como invitado especial en la jura de los ministros? ¿Cristóbal, Lázaro y José López, también son perseguidos políticos y linchados por los medios? ¿O fue un oportunista político que se enriqueció con los negociados con el estado y fue investigado por los medios?
Alberto prometió reformar la justicia que está podrida. Es cierto que gran parte de la justicia es un desastre. Pero debo agregar dos datos. La camiseta partidaria a la justicia militante, se la puso Cristina con su agrupación “Justicia Legítima”. Y la otra inquietud: ¿Esa reforma apunta a hacer una justicia más transparente, autónoma y de excelencia o va a estar al servicio de las órdenes de Cristina y Alberto?
Ver para creer. Hay que ver qué pasa en la práctica y en el funcionamiento cotidiano en los tribunales. Pero le confieso que por los antecedentes que tienen los Fernández no creo en su bondad para construir una justicia menos tóxica y contaminada. Más bien, creo lo contrario.
Otra. Lo mismo con el tema de los servicios de inteligencia. Siempre fueron nefastos, portadores de operaciones sucias. Pero Cristina y Néstor fueron los que más utilizaron esos servicios mafiosos para hacer operaciones, extorsiones y carpetazos contra sus enemigos. ¿O Néstor no se quedó con Jaime Stiuso y tiró a Béliz por la ventana y lo persiguió hasta que tuvo que irse del país? No ocultemos la realidad, por favor. Yo valoro la ilusión y la esperanza. Pero no pueden sostenerse sobre el engaño y la farsa. La esperanza y la ilusión sobre pies de barro, conduce a más frustración y más descrédito de la democracia y las instituciones. El nuevo sistema de inteligencia, ¿será para espiar opositores y periodistas pero con más profesionalismo y prolijidad o de verdad van a convertirlos en un organismo intachable? Ver para creer. Pero le confieso que por los antecedentes de estos muchachos, me inclino por lo primero.
Lo mismo pasa con el cepo, las rejas de la Plaza de Mayo o la pauta publicitaria como zanahoria millonaria para disciplinar periodistas. Todo eso lo inventaron los Kirchner. Y ahora se quejan. Cristina felicitó a Alberto por ordenar que removieran esas rejas que ponían distancia entre el pueblo y sus gobernantes. Primero: Alberto no puede ordenar nada en una jurisdicción que no es la suya. Le pidió amablemente a Horacio Rodríguez Larreta que sacaran las rejas y el jefe de gobierno porteño, amablemente, accedió. Pero la que puso las rejas fue Cristina.
Si para ayudar a la presunta prudencia de Alberto contra la irracionalidad de Cristina hay que mentir y ocultar la realidad, no cuenten conmigo.
Por eso creo en lo que Néstor Kirchner le dijo a George Bush el 23 de julio de 2003. Le apoyó la mano sobre la rodilla al presidente de Estados Unidos y confianzudamente le dijo: “Yo soy peronista, no izquierdista. No me juzgue por lo que decimos, le pido que me juzgue por lo que hacemos”.
Ese pragmatismo feroz para no asustar a Bush es el mismo que usa Alberto para no asustar a los argentinos.
Alberto dice que se terminó la grieta y la persecución y el odio hacia el que piensa distinto. Es una idea brillante. Pero en la práctica su ministro de Cultura, al que llamaremos Tristán, se mandó un documental repleto de ataques a periodistas, una suerte de 678 en pantalla gigante que fue elogiado como Cristina? ¿Asi van a cerrar la grieta? ¿Con palabras? No lo creo. Otra cosa sería, si Alberto produce hechos concretos y dice por ejemplo, que ese documental que Cristina calificó de fantástico, no representa el pensamiento del nuevo gobierno. ¿Lo hará? Veremos. Ver para creer. Tenía razón Néstor. A los kirchneristas en su cuarto gobierno hay que juzgarlos por lo que hacen y no por lo que dicen. Con honestidad intelectual y sin tirar debajo de la línea de flotación, por supuesto. Pero sin fomentar falsas expectativas.