Alberto ataca a CFK – 7 de enero 2020

Algunas cloacas del para-periodismo cristinista me acusan de haber insultado a la vice presidenta o de ser extremadamente crítico con ella. Hay una mentira y una verdad en esa campañita de portales de bajo impacto. Jamás insulté a la ex presidenta. No es mi estilo. Siempre fustigué sus actitudes y decisiones, en términos políticos. Y es cierto que intento ser implacable en mis juicios, pero riguroso en las informaciones. Es que, hace mucho tiempo, creo que Cristina es la persona que más daño le generó a la democracia recuperada en el 83 y la que más daño puede seguir haciendo producto de su autoritarismo chavista y su plan sistemático para saquear el estado como jefa de una asociación ilícita. Estos son conceptos jurídicos que están en las acusaciones de casi todos los fiscales que actúan en las causas donde tiene 9 procesamientos y 8 juicios orales en marcha. No son agresiones. Son citas textuales de los expedientes.
Como si esto fuera poco, estoy convencido de que la persona que más fustigó a Cristina se llama Alberto Ángel Fernández. El presidente, cuando estaba enfrentado con su actual vice presidenta, fue despiadado en sus ataques.
Así como creo que Cristina fue y es la dirigente más dañina de la democracia, considero que Alberto fue el que le hizo los reproches más brutales. Lo hizo en casi todos los temas. Pero el caso del asesinato del fiscal Nisman, llevó al paroxismo esa actitud.
Hay dos videos que hacen temblar el frágil matrimonio por conveniencia entre Alberto y Cristina. El primero, ocurrió durante una entrevista que le hizo nuestro colega Eduardo Van del Kooy en TN. Alberto había estado en la marcha de luto y horror que reclamó verdad y justicia en el caso Nisman. Es decir que fue a principios del 2015. Nadie en la Argentina, solo Alberto, se atrevió a decir que todo lo que dijo e hizo Cristina fue “cínicamente delirante”. Comentó que ella estaba alegre y simpática, después de la muerte del fiscal que la había denunciado por encubrir a los terroristas iraníes que habían perpetrado el atentado terrorista más grave de la historia argentina. Alberto aseguró que ella “percibe todo lo que pasa” y además, definió que ella hizo votar en el Congreso una ley para garantizar su impunidad. Según la Real Academia Española. “cínica” es una persona que actúa con falsedad o desvergüenza descarada y es impúdica y procaz”. Algunos de sus sinónimos son: insolente, caradura, falso e hipócrita. El término delirante se refiere a una fantasía disparatada o a alguna postura enloquecedora.
Insisto: esto no lo digo yo. Lo dijo Alberto. “Cínicamente delirante”, le dijo Alberto a Cristina por televisión en vivo y en directo. Pero por tuit ya había traspasado la línea del buen gusto, cuando escribió que su gobierno era psicótico y ella también actúa como una psicópata.
Otra vez el diccionario que encuentra estos sinónimos de psicópata: neurótica, desequilibrada, lunática, demente y loca.
Insisto con la aclaración: esto no lo estoy diciendo yo, un humilde cronista. Esto lo dijo el actual presidente de la Nación.
¿Fuerte no? Agresiones de alto calibre. Otro tuit decía: “No estoy a la altura de Cristina. No suelo vivir en la fantasía de los soberbios. Es penoso como ella somete a las instituciones. A Néstor lo acompañé pero con Cristina es imposible”.
El segundo video de los recién conocidos, va directamente al corazón del tema Nisman. Es una entrevista realizada en abril del 2015 para un programa de la televisión israelí. Allí dice con toda contundencia y seguridad que nadie cree en la Argentina que Nisman se haya suicidado. Y “que la primera que no lo cree, es Cristina. Ella dijo que lo habían asesinado producto de una “guerra de servicios” pero los servicios de inteligencia están bajo el mando y la responsabilidad del gobierno”. En una postura que hoy adquiere una actualidad impresionante, Alberto se queja de que la oposición todavía no le pidió las explicaciones suficientes por estos temas tan dramáticos. Por lo tanto, hoy que Alberto, como por arte de magia, cambió radicalmente su pensamiento, no puede quejarse de que la oposición o el periodismo independiente, pida todas las explicaciones del caso. Es un tema muy delicado que no puede ni debe quedar impune. Y a las pruebas me remito:
En aquella histórica y triste marcha también participó Sergio Massa y Malena su mujer. Se los veía muy compungidos bajo un paraguas y entre la multitud. Hoy es presidente de la Cámara de Diputados.
El actual canciller, Felipe Solá fue demoledor en un tuit del 21 de enero de 2015. Habla del regreso “del crimen de estado como método para la resolución de los problemas”. Y finaliza sus 140 caracteres, con otra palabra inquietante y premonitoria: “Tinieblas”.
Cada vez es más difícil creer en lo que dice el presidente Alberto Fernández. Sus mentiras son de tanta magnitud que empieza a generarse un abismo entre lo que Alberto dijo en el llano, y lo que dice ahora. Ahora como parte del acuerdo por la Impunidad K, otra vez Alberto se ha convertido en un escribano que certifica y explica todo lo malo que Cristina hizo y dijo. Solo basta contrastar los videos de los programas en los que Alberto participó a las notas que escribió con lo que plantea ahora y está todo dicho. No hay más nada que agregar. Lo grave es que, ese mecanismo perverso de panquequear sus definiciones una y otra vez, ahora lo está aplicando al caso Nisman y al tenebroso pacto firmado con Irán. Y eso es manchar con sangre las palabras. Eso es jugar literalmente con fuego porque estamos hablando del magnicidio más inquietante y peligroso de la democracia recuperada.
Por eso es tan impactante y genera tanta preocupación lo que Alberto dijo antes y dice ahora. Son posturas diametralmente opuestas. Y eso devalúa su palabra casi a cero. Porque en el documental de Netflix, grabado en el 2017 dice textualmente “hasta el día de hoy, dudo de que el fiscal se haya suicidado”.
Y la semana pasada, llamó al diario Clarín para desmentirse a sí mismo. Ahora dice todo lo contrario con la misma contundencia y cara de piedra. Sostiene Fernández que “las pruebas no dan lugar a pensar que Nisman fue asesinado”. Semejante cabriola en el aire no le alcanza y pasa a lo peor de su comentario, que es directamente una injerencia absolutamente intolerable, en el poder judicial. Su ataque como jefe del estado a la división de poderes es directo cuando plantea que “hay que revisar la pericia que hizo Gendarmería.” Primero dijo que ese trabajo monumental y preciso “carece de todo rigor científico” y luego desbarrancó asegurado que es un trabajo “ridículo”. Alberto dio un giro de 180 grados.
No solamente descalificó la pericia de los más grandes expertos que hay en la Argentina. También dijo que aplicando las lógicas de la novela policial hay que ver a quién beneficia la muerte de Nisman. Y que si fue un asesinato, seguro que Cristina no tuvo nada que ver porque ella fue la principal perjudicada. Bad Information, presidente. Los principales perjudicados fueron el propio fiscal que está en el cementerio, sus hijas, su madre y todos los fiscales que en forman honesta buscan la verdad.
Si Cristina hubiera sido la principal perjudicada, por lo menos, le hubiera dado el pésame a la familia, hubiese expresado su dolor y consternación o no le hubiera mandado a sus esbirros más lenguaraces a dinamitar la memoria y la trayectoria del fiscal. El más audaz fue Aníbal Fernández, que ayer volvió a la Casa Rosada y que acusó de todo a Nisman. De putañero, de homosexual, de delincuente, absolutamente de todo y encima pidió que metieran presa a la madre del fiscal, la señora Sara Garfunkel. Y eso que Alberto, con Aníbal, se tiraron piedras de las más pesadas después de ser socios en el “Ministerio de la Intimidación a los que piensan distinto”. Algunos no se acuerdan pero los archivos dicen que Aníbal, como vocero de la presidenta le dijo lo peor: que Alberto se cagó en la amistad de Néstor Kirchner, que durmió en la cama de Máximo y comió en la mesa familiar y que ahora se la pasa criticando como si fuera Macaya Márquez. Le ordenó que cierre el pico y se vaya a su casa como hace un caballero y que deje tirar piedras de la vereda de enfrente.
Tanta ferocidad tuvo una respuesta en los mismos términos. Alberto le dijo “energúmeno verbal” que sufre complejo de inferioridad y le enrostró que ahora se disfrace de progresista para agradar a La Cámpora, y le recordó que cuando era intendente de Quilmes tuvo que salir escondido en el baúl de un auto.
¿Qué me cuenta?
¿Volvieron mejores o peores? Daniel Reposo, el que fraguó un documento público y fue rechazado como Procurador, hoy va a controlar que los argentinos paguemos los impuestos. ¿No había otro zorro para cuidar el gallinero?
El último video no tiene precio por la precisión de las duras descalificaciones de Alberto: caracteriza de deplorable toda la acción institucional y el intento de copamiento de la justicia. Todo lo que pasó con el pacto con Irán y la muerte del fiscal Alberto Nisman, el desastre económico de Axel Kicillof al que ayer recibió y abrazó como gobernador y dice que le cuesta encontrar algún elemento ponderable del segundo mandato de la arquitecta egipcia. En eso coincidimos.