En varios lugares de España la gente sale al balcón y canta con sus vecinos a viva voz. Para darse ánimo y sentirse más unidos en la adversidad, algunos entonan el himno y otros apelan a “Resistiré”. Este tema, que es cortina de nuestro programa, es una arenga que nos sugiere los mejores caminos para combatir el peor de los virus que es el pánico.
Cuando pierda todas las partidas
Cuando duerma con la soledad
Cuando se me cierren las salidas
Y la noche no me deje en paz
Cuando sienta miedo del silencio
Cuando cueste mantenerme en pie
Cuando se rebelen los recuerdos
Y me pongan contra la pared
Resistiré, erguido frente a todo
Me volveré de hierro para endurecer la piel
Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte
Soy como el junco que se dobla,
Pero siempre sigue en pie.
Esta pandemia nos está poniendo a prueba. A cada uno de nosotros, a nuestras familias y países y al planeta en su totalidad. Nos obliga a administrar el miedo para que no se transforme en pánico y este, a su vez, en parálisis. El miedo controlado sirve para separar lo accesorio de lo fundamental. Y esa es gran parte de nuestra tarea en estos tiempos. Tirar a la basura por un tiempo lo frívolo, lo innecesario y quedarnos desnudos con nuestro propio cuerpo y nuestra propia disciplina y conciencia social. El miedo no es tonto. Nos educa para que tiremos por la borda el peso del consumismo extremo y vacío, el individualismo egoísta y esa altanera sensación de que los humanos sabemos todo, que tenemos todo controlado.
No hay alcohol en gel ni barbijos. Faltan algunos productos en el supermercado. Pero el mayor desabastecimiento es de certezas. Eso nos enloquece. No sabemos lo que va a pasar dentro de un rato ni a la vuelta de la esquina. Los religiosos dicen que nunca tuvimos certezas. Que solo teníamos la ilusión de certezas. Y que esto que pasa es la demostración de que somos absolutamente vulnerables y frágiles. Hoy parece que todo se derrumba. La economía real y las ventas, los mercados y los bonos, pero hay algo que se consolida y se fortalece: la capacidad de vivir con uno mismo y con la familia. Puertas adentro. Conocernos y reconocernos más allá de los mensajes de texto en el celular. Mirarnos a la cara. Valorar la belleza de lo sencillo que además es gratis: la sonrisa de nuestros hijos, los ojos de nuestra amada, el amanecer, los silencios, la lectura, y la absoluta falta de ansiedades y corridas para llegar tarde a donde nunca pasa nada.
Esto cambia las dimensiones. Nos enseña que nadie es tan débil y nadie tan poderoso. El virus con corona y todo mide 125 nanómetros. El nanómetro es una unidad de medida que equivale a una mil millonésima parte de un milímetro. Sin embargo esa insignificancia tiene de rodillas al globo terráqueo entero.
Estamos asistiendo a la hecatombe económica más grave desde la Segunda Guerra Mundial y semejante tsunami va a golpear fuerte en esta Argentina que ya viene tan golpeada. No hay muchas certezas, repetimos. Pero el sentido común indica que debemos prepararnos el aumento de la estanflación, la pobreza, la desocupación y la deuda.
Hay que combatir en unidad y sin grieta todos los virus. Sobre todo el de la soberbia del que cree saberlo todo como el ministro Ginés González García. “No lo cambio ni loco”, dijo Alberto: “es el que más sabe de Salud Pública”. Puede ser, digo yo. Pero no lo sabe todo. Y por eso cometió un par de sincericidios como decir que “no hay ninguna posibilidad de que el virus llegue” a la Argentina. Después tuvo que confesar que lo “sorprendió la velocidad” con que arribó a estas costas. Insisto, no quiero cargar las tintas en las responsabilidades políticas porque ahora, todos tenemos que empujar para el mismo lado: el de la salud y la sensatez. Pero tampoco puedo mirar para otro lado y que Ginés se crea que no nos dimos cuenta.
Igual que lo que pasó con el viaje de Cristina a Cuba en plena crisis. Hoy se suspendió la audiencia del juicio oral por la corrupción de la obra pública de Santa Cruz y ella se fue anoche a La Habana. ¿Es clarividente y sabía lo que iba a pasar y se tomó el avión antes de que el tribunal lo resolviera o, directamente, ya ni le importa lo que decida la justicia y como es su costumbre, hace lo que quiere?
Hay otra soberbia que además es violenta y debe ser repudiada por la totalidad de la sociedad. Hablo de este energúmeno llamado Miguel Ángel Paz que en un santiamén se convirtió en un patotero. Fue capaz de meter 19 golpes en 13 segundos a un correcto vigilador que le estaba exigiendo que respetara las normas. Incluso le fracturó el tabique nasal. Este profesor de educación física sacado, primero lo amenazó de muerte y hoy está con dos causas judiciales en marcha y cumpliendo la cuarentena en su casa por orden de un juez federal y con un custodia policial en la puerta. El video que mostró su comportamiento lo convirtió en el ejemplo de todo lo que no debemos hacer nunca pero mucho menos en momentos como este. Resistir es también ponerle un límite a la estupidez.
Resistiré, para seguir viviendo
Soportaré los golpes y jamás me rendiré
Y aunque los sueños se me rompan en pedazos
Resistiré, resistiré.
Nos está poniendo a prueba un enemigo invisible, silencioso y traicionero del que sabemos muy poco. Los científicos y médicos del mundo, los líderes políticos y nosotros, los periodistas estaremos bajo la lupa para juzgar si estamos a la altura de las circunstancias. Para acelerar la vacuna, para conducir al país hacia los mejores puertos y congelar algunos delirios ideológicos y conspirativos y para dinamitar las fake news, esas noticias falsas que hacen circular criminales virtuales.
Esto nos tiene que hacer revalorizar a todos la bandera sagrada de la libertad. El foco infeccioso fue made in China y los dictadores no solamente ocultaron la información: también castigaron a los mensajeros. Donde menos libertad hay, más muertos se producen. China e Irán son dos ejemplos concretos. Son gobiernos totalitarios que quieren controlar todo y se creen tan poderosos que piensan que lo que no se publica, no existe. Ese virus también es nefasto. Como el exceso de codicia, la voracidad por el dinero más fácil y en menor tiempo posible. Muchos laboratorios de países desarrollados trasladaron gran parte de su producción a China para aprovechar los menores costos. Sueldos bajísimos, sin protección algunas para los trabajadores es barato pero al final sale carísimo y es inhumano. Leí en excelentes fuentes que en China se produce el 90 % de la penicilina y el 60% de paracetamol del mundo y el 13% de los medicamentos que se consumen en Estados Unidos.
Cuando el mundo pierda toda magia
Cuando mi enemigo sea yo
Cuando me apuñale la nostalgia
Y no reconozca ni mi voz
Cuando me amenace la locura
Cuando en mi moneda salga cruz
Cuando el diablo pase la factura…
Resistiré, resistiremos a todos los virus.
Cumpliendo las reglas. Siendo mejores ciudadanos seremos mejores personas.
Hay que demorar todo lo posible la llegada de los infectados autóctonos. Para achatar la curva de crecimiento de pacientes y no colapsar el sistema de salud. Los hoteles sindicales, los cuarteles pueden ser utilizados para sumar a los 3.100 establecimientos sanitarios que tenemos con 165 mil camas en disponibilidad.
Nadie es culpable de enfermarse. Pero todos somos responsables de cuidarnos para cuidar al prójimo. Hay que desterrar la discriminación hacia los enfermos. En un segundo todos podemos ser discriminados. Y que nadie aproveche esto para vengarse y pasar alguna vieja factura a otra persona. Las pestes producen un pánico que es más contagioso que el virus y muchas veces saca lo mejor y lo peor de nosotros.
Lo dijo el doctor Pedro Cahn, “una epidemia es como un incendio, no sirve el sálvese quien pueda”. Por eso debemos esperar lo mejor pero prepararnos para lo peor.
Para resistir a todos los virus. Para resistir a la cobardía y los prejuicios discriminadores, a la soberbia, a la violencia revanchista y la mezquindad y sobre todo a la irresponsabilidad ciudadana.