Alberto repite errores no forzados – 14 de octubre 2020

Todos los días, Alberto Fernández se lleva una pared por delante. Comete errores no forzados a repetición y nadie lo ayuda. Sus amigos del gabinete son muy mediocres en su formación política y en su capacidad de gestión. Y los talibanes de Cristina, lo dejan solo y miran asombrados semejante torpeza.
Poco antes del banderazo más multitudinario contra su gobierno, no hizo más que echar nafta al fuego. Le puso combustible a la marcha de los autoconvocados. No solamente mete la pata. Tampoco demuestra olfato ni sentido de la oportunidad. ¿Era necesario que la defensora del Público anunciara ese “esperpento institucional, esa inquisición tan descabellada como ilegal”, como editorializó La Nación. ¿Tanto apuro para presentar en sociedad un organismo dedicado a convertirse en policía del pensamiento para criminalizar la opinión de los periodistas y los medios. ¿No sabe que la libertad en general, pero la libertad de prensa en particular, es uno de las banderas de los indignados argentinos?
Como si esto fuera poco, Alberto se reunió por dos horas con uno de los argentinos más desprestigiados en todas las encuestas. Hablo de Hugo Moyano a quien Alberto puso como ejemplo del dirigente sindical que el país necesita. ¿No sabe que los banderazos repudian a las patotas y las mafias gremiales corruptas?
¿Nadie lo asesora? ¿Nadie lo cuida? Anoche apareció en un canal oficialista a responderle a Macri y demostró que corre detrás de los acontecimientos. El presidente de la Nación en ejercicio se hizo invitar por un programa que no acusa peso en la balanza y por supuesto, fue derrotado en el rating. ¿No le interesa la audiencia? ¿No quiere que lo escuchen la mayor cantidad de argentinos posibles? Es un dato a tener en cuenta que el presidente haya hecho un rating tan bajo. Eso demuestra la falta de capacidad de sus asesores en medios y el poco interés que despiertan sus palabras tan devaluadas. Le cuento algo personal. Yo miraba mi teléfono celular mientras hacía mi programa en TN y veía como los tuiteros escribían con ironía: “Leuco le está ganando al Presidente”. Los datos son reales y cualquiera lo puede comprobar. Pero son apenas programas de televisión. Nada más. De todas maneras, confieso que me sorprendió la mala praxis comunicacional del gobierno.
¿Era necesario? Balazos en los pies. Errores no forzados. Necesita cada vez más reinsertarse en el mundo de la racionalidad política y pega un portazo en el grupo Lima que quería condenar a Maduro y recibe gustoso el apoyo del grupo Puebla, un club de ex presidentes populistas que fueron importantes y hoy están en el llano, casi jubilados. ¿Cuál es el objetivo de semejante equivocación? ¿Darle una satisfacción ideológica a Cristina y sus fanáticos? ¿No piensa que la Argentina necesita confianza, créditos, inversiones y que es imposible que Rafael Correa, Fernando Lugo o Dilma puedan hacer algo en ese sentido?
Alberto un día no tiene rumbo y al otro día tiene un rumbo equivocado. Navega confuso sin un plan económico o sobreactúa su populismo chavista que antes le criticaba a Cristina.
¿Sirve de algo que el canal Cristina 5 Néstor, C5N haya titulado: “Cambiemos y Clarín, juntos por la desestabilización”.
Tres mentiras en una frase. Cambiemos fue a la cola de la convocatoria de ciudadanos independientes. Solo algunos de sus dirigentes se sumaron a título personal. Clarín no tiene nada que ver con eso. Apenas informa. Y nadie quiere desestabilizar al gobierno. Al contrario, como dice hoy el humorista Sendra en forma brillante: “No queremos voltear al gobierno. Solo queremos que el gobierno no nos voltee a nosotros”.
Nadie puede negar que fue un océano multitudinario a lo largo y a lo ancho de la Argentina que hizo temblar al gobierno. No solamente por la diversidad y pluralismo de las exigencias y los reclamos. Además, porque el movimiento popular republicano le ganó la calle y los símbolos patrios al peronismo. Y también le está diputando la palabra “pueblo”. El peronismo cristinista no lo puede entender. No les entra en la cabeza. No pueden descifrar que tienen adentro los banderazos. Hacen diagnósticos totalmente equivocados, cargados de anacrónicos prejuicios ideológicos y por lo tanto dicen cualquier cosa y cometen torpezas seriales. El cuarto gobierno kirchnerista no sabe cuál es la enfermedad que los aqueja y en consecuencia, no saben cuál es el mejor remedio. Intentaron varias cosas y todas les salieron mal.
Primero, apuntaron a meter miedo. Recitaron como loros que hay riesgo de contagiarse el virus. No hay una sola prueba de que las marchas al aire libre, con barbijo, gel y distanciamiento, hayan producido un crecimiento en los pacientes del covid 19. Siempre, la esperanza vence al miedo. Nunca el miedo es un instrumento genuino de la lucha política democrática. Es una amenaza típica del nacional populismo autoritario y chavista que encabeza Cristina.
Después, quisieron culpar por la tremenda movilización a Mauricio Macri y a Patricia Bullrich. Como eso no es cierto, lo único que logran es subirle el precio a ambos. Mucha de la gente que va con su pancarta y su bronca es dura contra Alberto y Cristina, pero eso no significa que respalden ni que respondan a Mauricio Macri.
También fueron por el camino de la estigmatización ideológica. Santiago Cafiero, cada vez más criticado por los talibanes de Cristina, dijo en el Congreso que “la oposición va camino a convertirse en una ultraderecha antidemocrática y minoritaria”. Y después dijo que “no son el pueblo, que no son la gente” ¿Qué son, entonces? ¿Animales en una selva? ¿Podrá comprender Cafierito que esa gente es parte del pueblo y de la gente. Una parte importante, pero solo una parte. Igual que el kirchnerismo. Nadie es dueño de la patria ni del pueblo.
Agustín Rossi, jefe de un ministerio que no permite homenajear a los militares asesinados por la guerrilla en Tucumán, fue por el mismo camino que, encima fue retuiteado por el presidente Alberto Fernández: “Es una derecha que pierde elecciones y quiere obtener el poder por otros medios” y también responsabiliza a Macri y Bullrich pero le agregó a Clarín y La Nación. Nuestro gobierno vino a mejorar la vida del pueblo”. El presidente formal de la Nación, su jefe de gabinete y el ministro de Defensa, exhiben con impudicia su desorientación. Vamos por partes.
Ultraderecha en la Argentina son los violentos y criminales que dentro del peronismo integraron la Triple A de José López Rega. O los terroristas de estado de Jorge Videla y sus cómplices. Estos ciudadanos que se movilizan todo el tiempo, piden en sus carteles y consignas, solucionar los problemas con más y mejore democracia. Nadie habla de derrocar al gobierno como lo hicieron los K en el pasado con el helicóptero amarillo que llevaban a las marchas contra Macri. Si exigen el fin de la impunidad y el respeto a los jueces para que los ladrones de estado paguen sus culpas ante los tribunales. Siempre está presente esa muñeca inflable gigante que es una caricatura de Cristina con traje a rayas de presidiaria. En un brazo tiene una cartera Louis Vuitton, por supuesto, que desborda de dólares, anillos y pulseras carísimas y en el otro brazo, un títere que es Alberto. El número que figura en el traje es aterrador: 18-1-15, la fecha en la que asesinaron al fiscal Alberto Nisman.
Los tres que acusan a los banderazos de ultraderecha sin votos y minoritaria cometen una gran contradicción. Si es cierto que son minoritarios y perdedores de elecciones, no deberían preocuparse tanto. Porque violentos, no son. No tiran 10 toneladas de piedras ni rompen la plaza de Los dos Congresos, con el objetivo de evitar que sesione uno de los tres poderes del estado. Eso lo hicieron los K y la izquierda irracional que los acompaña como comparsa. En estos banderazos no hay energúmenos que disparen con morteros caseros, que se profuguen y que luego sean recibidos como héroes. Eso pasaba antes.
Lo cierto es que tan minoritarios no parecen ser. Porque llenan las calles y las plazas y como mínimo, expresan el pensamiento de alrededor de 10 millones de personas que votaron contra los Fernández. Aunque hay evidencias, según todas las encuestas que, en estos momentos, la oposición, sacaría muchos más votos en un comicio parlamentario. Es que hay muchos peronistas y votantes de Alberto que están en la lona y desilusionados. En el banderazo de La Matanza se notó. Porque multiplicaron todos los indicadores malos. Más desocupación, más pobreza, más indigencia, más empresas y comercios quebrados, más contagiados, más muertos, más cuarentena.
Por primera vez en mi vida, le doy la razón a Luis D’Elia en algo. En su tuit le aconsejó a Cristina que salga de Recoleta y se mude a su barrio, El Tambo, en Laferrere: “Seguro que ahí tendría sobradas muestras de reconocimiento, gratitud y cariño. De los ricos de este país, solo recibirá odio de clase”
Cristina se autopercibe defensora de los pobres pero vive como lo que es: millonaria.
D’Elía le dice a Cristina que los ricos le van a enrostrar un odio de clase, pero olvida que ellos, también son verdaderos magnates. Hablo de Cristina, Máximo, Florencia, Lázaro, Cristóbal y los finados, Daniel Muñoz y Fabián Gutiérrez, y demás revolucionarios que se enriquecieron ilícitamente con el dinero del pueblo argentino.
Pero lo más grave del odio que destilan y la violencia que promueven, fueron los irracionales comentarios de Dady Brieva, el bufón de la reina Cristina. Seguro que ya lo escuchó: dijo que tuvo ganas de jugar al bowling por la 9 de Julio con un camión. Atropellar y matar gente, no se puede sugerir ni en broma. Ninguna persona democrática, puede, aunque sea imaginar, semejante asesinato masivo típico de los que hicieron grupos terroristas de Al Qaeda en Niza, Berlín y Nueva York.
Los Fernández, están haciendo agua por todos lados. Casi que no tienen un solo logro para exhibir. ¿Y si prueban con gobernar?