Piden que De Vido vuelva a la cárcel – 22 de febrero 2022

A diez años del siniestro de Once, María Luján Rey, madre de Lucas, la última de las víctimas encontradas, pidió que la Corte Suprema de Justicia confirme la condena a Julio De Vido.
Es que De Vido fue sentenciado a 5 años y 8 meses de prisión y como apeló al máximo tribunal, esa decisión todavía no está firme. “Falta De Vido”, decían muchos familiares en el acto de hoy a las 8 y 32 minutos.
Julio Miguel de Vido, el gerente de coimas y retornos de los Kirchner, está en libertad hace un año. Pero nunca estuvo preso por el siniestro de la estación Once. En un desprendimiento de la causa madre, De Vido, al que lo despojaron de sus fueros con el voto de sus propios compañeros, con un estómago a prueba de balas, le tiró toda la responsabilidad al conductor de la locomotora, Marcos Córdoba porque “omitió apretar los frenos y solo eso llevó a generar el accidente”. Una vez más, el cajero y el ministro de mayor confianza de la familia Kirchner, se mostró como un provocador y humilló a los familiares de las víctimas. Creer que son solo apretar el freno se hubiera evitado el siniestro más siniestro es una mentira grande como la Patagonia. Es mirar para otro lado en la corrupción, la falta de mantenimiento y control que generaron el triángulo de las Bermudas conformado por sindicalistas delincuentes, empresarios ladrones y funcionarios cómplices. No se puede llamar accidente a lo que ocurrió. Yo ni siquiera le llamo tragedia. El accidente es algo imprevisible, evitable. La tragedia algo que cayó del cielo. Pero esto fue obra y responsabilidad de los hombres, un verdadero siniestro criminal en todo el sentido de la palabra siniestro. Murieron 51 personas y hubo 789 heridos, muchos de ellos de gravedad.
De Vido no se privó de tirar debajo del tren también a sus dos colaboradores en el tema ferroviario: Ricardo Jaime, corrupto confeso y único preso actual y Juan Pablo Schiavi.
En el 2015, la justicia aseguró que Julio de Vido tuvo durante 9 años bajo su órbita el tema ferroviario y que no podía desconocer lo que pasaba. Entre otras cosas porque con su firma fue el responsable de pagar los millonarios subsidios que en lugar de ser destinados al mantenimiento o a mejorar el servicio fueron a parar a los bolsillos de los corruptos.
Fue tan grosero en su falta de escrúpulos que la mismísima María Luján Rey, en su momento, contó que quisieron comprarle su silencio en nombre de De Vido. Una semana después de haber enterrado a su hijo Lucas, atrapado entre vagones en el siniestro de Once, uno de los Olazagasti fue a ofrecerle trabajo, un auto o lo que quisiera para que se sumara a la complicidad del gobierno. María Luján Rey los echó de su casa. Los ladrones creen que todos son de su condición. Hablo de los integrantes de ese triángulo mafioso de la megacorrupción seguida de muerte que instaló el kirchnerismo.
Por eso ninguno de los organismos de derechos humanos cristinistas jamás dijeron una palabra. Por eso los artistas militantes del camporismo extremo no fueron capaces de actuar nunca en forma solidaria. Miraron para otro lado ante semejante muerte multiplicada. Castigaron dos veces a las víctimas para ser cómplices y proteger al estado que no protegió a los muertos ni a los heridos.
Como diría Cristina: no fue magia. Fue un crimen de lesa corrupción cometido desde un estado encabezado por la presidenta de la Nación.
En las condiciones en las que estaba el chapa 16 del Ferrocarril Sarmiento, solo un milagro podía salvar a los pasajeros de ese cementerio sobre rieles.
Siento vergüenza ajena por el silencio cómplice de ladri progresismo K. Me cuesta comprender esa actitud negadora de ni siquiera mencionar el tema durante tanto tiempo.
Siento vergüenza ajena por muchos para-periodistas oficiales que callaron por miedo a las sanciones del gobierno nacional. Temieron que los echaran de sus trabajos o que les quitaran el único combustible que los mantenía en pie: la pauta oficial. ¿O es producto de la casualidad que los diarios y los cronistas militantes casi no hablaron del tema durante tantos años?
El más repugnante fue Víctor Hugo Morales que no conforme con defender a malandras de la calaña de Amado Boudou o Lázaro Báez, atacó a los familiares de las víctimas. María Lujan Rey, le respondió algo demoledor: «Cuando por obsecuencia se justifican muertes inocentes se convierte en un ser despreciable. De ese lugar no se vuelve».
Siento vergüenza ajena por muchos dirigentes de los derechos humanos como Hebe Bonafini y Estela Carlotto que se taparon la cara con la camiseta kirchnerista para no ver lo que pasó y justificar su indiferencia.
Siento vergüenza ajena por todo lo que hace a las víctimas más víctimas y las vuelve a matar con el silencio y la insensibilidad.
Finalmente siento orgullo por los familiares.
Siento orgullo por esos padres y madres valientes, por esos esposos, por esos hijos y hermanos que tienen una entereza y una dignidad que emociona. Y por los que se animaron a acompañarlos solidariamente.
Los muertos eran estudiantes, trabajadores, soñadores, novios, amigos, una vida por nacer en una panza floreciente, tímidos, audaces, solitarios, familieros, eran como cualquiera de nosotros, porque cualquiera de nosotros podría haber estado en su lugar. Son muertos que llevamos adentro. Que laten en nuestro corazón. Aunque el poder quiso hacerlos desaparecer del recuerdo popular, laten en nuestro corazón. Porque siguen peleando por verdad, juicio y castigo a los culpables para que Nunca más haya crónicas de siniestros anunciadas. Para que Nunca Más, haya viajes hacia la muerte. Para que nunca más haya ministros como Julio de Vido.