Cristina está más autoritaria e irracional que nunca porque está atravesando el peor momento de su vida política. Sabe que la espera un árbol de Navidad cargado de luces de alerta y malas noticias por una casi segura gravísima e histórica condena.
Sabe que en pocas semanas recibirá un presente griego por parte del tribunal que la está juzgando en la causa conocida como Vialidad. Solo quedan las últimas palabras y de inmediato viene el veredicto.
Le recuerdo que ella misma dijo que la sentencia ya estaba escrita y firmada.
Hoy, el fiscal Diego Luciani rechazó con dureza los planteos de los abogados defensores. Respondió los pedidos de nulidad asegurando que “quieren instalar un clima de ilegalidad”. No hubo réplicas para no alargar los tiempos y porque, según plantearon, sus alegatos tienen una solidez que se sostiene por sí mismos y por eso “no tienen nada que contestar”.
Seguramente el fallo será apelado y deberá superar dos instancias para quedar firme. Primero la Cámara de Casación Penal y luego la Corte Suprema de Justicia. Los tiempos procesales indican que Cristina, en las próximas elecciones, estará en libertad y en condiciones de ser candidata a presidenta si ella quiere.
Sus talibanes llegaron a decir que el “odio generado” por Luciani finalmente se expresó en el energúmeno que intentó asesinar a Cristina. Y que los medios y algunos periodistas también generan el odio que cargó la pistola Bersa. También en este punto es todo lo contrario. Un sector de los medios de comunicación y del periodismo independiente lo que trata de hacer, es iluminar siempre las zonas oscuras del poder (de todos los poderes) donde florece la corrupción de estado. La prensa profesional trata de denunciar los avances autoritarios de un cristinismo que cada día se parece más a un nacional populismo chavista.
Diego Sebastián Luciani entró en la historia porque fue el principal protagonista del juicio más importante de todos los tiempos después del juicio a las juntas militares que condenaron al terrorismo de estado. Su temple y su carisma comunicacional impactaron muy fuerte a la hora de pedir semejante condena para Cristina Fernández de Kirchner, la dos veces presidenta y actual vice. No solamente solicitó al tribunal 12 años de cárcel para la reina del Calafate, también pidió su inhabilitación de por vida para ejercer cargos públicos y que devuelvan la montaña de dinero que robaron desde el estado.
Los más prudentes hablan de que, solo en esta causa, se llevaron a su casa más de 2.500 millones de dólares de todos los argentinos. Le puso una bisagra a la mega corrupción de estado. Nadie puede comparar a un criminal de lesa humanidad como Jorge Videla con Cristina. Sería un despropósito. Pero es cierto que ambos juicios tienen un denominador común en las palabras del Nunca Más que abrieron una nueva etapa en la Argentina.
El venerable fiscal Julio César Strassera lo dijo por el Nunca Más a los golpes de estado y a las dictaduras militares. Fue una puerta que se abrió a la democracia para siempre.
Y el fiscal Luciani con su Nunca Más a la mega corrupción de estado y al enriquecimiento ilícito mafioso, despejó el camino para que los funcionarios gobiernen con la ética de la honestidad.
El robo del siglo de los Kirchner será
material de estudio en las universidades. Los nueve días de alegatos mostraron un tsunami de testimonios, pruebas documentales, comunicaciones telefónicas y testimonios de arrepentidos.
La cleptocracia instalada primero por Néstor y luego por Cristina y Máximo, quedó desnuda en su metodología perversa.
En la desesperación, Cristina recusó a medio mundo, incluido al fiscal, pero no tuvo éxito. Luciani fue designado en junio del 2013, con la firma de Cristina como presidenta y fue trasladado de destino por Alejandra Gils Carbó.
Es imposible acusarlo de macrista. O de cualquier otra cosa. Nunca militó en ningún partido ni le interesa la política. Dijo que como fiscal, lo único que lo mueve es la búsqueda de la verdad y la justicia. Lo espiaron, husmearon en su declaración jurada, intentaron robarle las contraseñas de su teléfono y lo único que le encontraron fueron pavadas de futbolista amateur en un torneo.
No podemos olvidar que la Constitución Nacional, en su artículo 36, iguala a los delitos de mega corrupción en el estado con los atentados al sistema democrático.
Ella había gritado a los cuatro vientos que “la historia ya la había absuelto”.
Eso, por ahora, es incomprobable. Sospecho que ni la historia ni el pueblo argentino la absolverá. Y que la justicia, que jamás violó ninguna de sus garantías, la condenará con todas las de la ley. Será una Navidad amarga para Cristina. Será una Navidad histórica para la Argentina.